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Cádiz, Andalucía, Spain
AB ORIGINE SEMPER FIDELIS. IN PERPETUAM, SEMPER ET UBIQUEM GADES. QUI POTERS CAPERE, CAPIAT.

miércoles, 21 de diciembre de 2022

Mis articulistas preferidos. Manuel Llamas Baúza.

 Los astilleros Haynes. Por Manuel Llamas Baúza. 

Esta factoría naval, que contribuyó poderosamente al desarrollo comercial y económico de la bahía gaditana, puede decirse que es un admirable ejemplo de trabajo, constancia y voluntad. Fue en el año 1840 cuando Thomas Haynes, de origen inglés, estableció en Puntales unos talleres de fundición de hierro y metal, para la construcción y reparación de toda clase de buques de vapor de hierro. Los censos municipales de aquella época, nos indican que dicha industria se encontraba ubicada en Puntales, núm. 184. Los comienzo de le la misma, fueron modestos y sus talleres se instalaron en unas amplias casetas de madera, cuya construcción corrían pareja con las entonces existentes en estos lugares. Además de las actividades antes citadas, estos talleres se dedicaron también a la construcción de diversos objetos de hierro y metal, tales como cancelas, aljibes, estufas, campanas para las iglesias, husillos, calderas y maquinaria.

Corría 1876 y la primera apuesta seria, tras décadas de escarceos con pequeñas unidades, llegó de la mano de la Sociedad del Puerto Mercantil de Cádiz para la que se construyó el «San Diego». Se trataba de un barco grúa preparado para recibir piedras de hasta 20 Tm. Medía 15 m de eslora, 6 de manga y 3 de puntal y llevaba una máquina de vapor de 12 caballos de construcción propia. Para la misma sociedad se construyó también una lancha y draga a vapor. Otros trabajo en la misma línea fueron los alargamientos del «Ana Haynes» y del «Pedro», ambos de su flota, a los que se dotó de nuevas máquinas y calderas, y la construcción de parte de la almadraba de Sancti Petri.

Entre los principales trabajos realizados por esta factoría, en lo que pudiéramos decir su primera época, hemos de destacar la construcción del primer vapor de hierro mercante de España, el que se denominó «María Cristina» (1); seis gánguiles de hierro de 120 toneladas cada uno, para las Obras del Puerto de Cádiz, y las calderas de la goleta de guerra «Ceres».



Cuarenta y cuatro años después de su fundación, dicha empresa se trasladó a un lugar muy cercano del que antes ocupaba, en el que se levantó un espacioso local de mampostería de nueva planta, en el que quedó instalada dicha factoría, con el fin de “poder dar cumplimiento a cualquier pedido que se le hiciera, con más prontitud que anteriormente…”. Al modernizarse estos Astilleros, recibieron un gran impulso, siendo dotados de talleres de maquinaria, herrería, fundición, calderería y demás detalles y medios relacionados con la construcción y reparación de buques, hallándose toda su maquinaria movida por una potente máquina de vapor construida en dicha factoría.


Al frente de la Sociedad se encontraba D. Thomas Haynes Mudeman, en la que también trabajaban sus hijos Benjamín, Creswell y William (2), los cuales eran también peritos reconocedores de buques de importantes compañías extranjeras de seguros marítimos. Al

fallecer don Thomas Haynes, propietario de esta importante empresa, que contaba con sucursales en Madrid, Huelva, Algeciras y casa y talleres en Gibraltar, dicha razón social giró bajo la denominación de «Hijos de Thomas Haynes».

Pero en realidad la familia Haynes, no sólo dieron vida a estos astilleros, sino a otras muchas actividades comerciales, todas ellas relacionadas con el mar. En el año 1850 fundaron la Sociedad «Sur de Europa de Salvamento de Buques», siendo por ello la primera y única casa entonces establecida en nuestro país dedicada a poner a flote buques mercantes hundidos, para lo que disponía al efecto de toda clase de aparatos mecánicos, bombas de vapor, personal de buzos y para completar su equipo de salvamento. Construyó en sus Astilleros de Puntales, en el año 1892 el buque mercante «San Servando», equipado con los medios más modernos para dicho fin, de ahí que los trabajos efectuados por esta Sociedad fueran muy estimados por las compañías aseguradoras y armadoras.

Otra de las actividades a las que se dedicó la familia Haynes, fue a la pesca. Para ello adquirieron en 1876 seis barcos que dedicaron a la pesca de altura. Como complemento de ello, establecieron en Puntales unos talleres dedicados a la venta y reparación de los diversos artículos de pesca, consiguiendo con ello una laudable y doble finalidad: proporcionar trabajo a mayor número de familias de aquella Barriada y conseguir que el pescado se vendiera en nuestra ciudad a un precio más bajo, ya que por entonces era el alimento principal de las clases más modestas.

El comercio marítimo, fue otra de sus ocupaciones. Para tal efecto tenían la «Línea de Thomas Haynes», dedicada al transporte marítimo de pasajeros y mercancías entre los puertos de Cádiz, Tarifa, Algeciras, Gibraltar, Málaga, Tánger, Ceuta y Huelva. Estas líneas estaban atendidas por los vapores de hierro a hélice «Thomas Haynes», «Ana Haynes», «James Haynes», «Reina Cristina», «Península», «Cantabria» y otros, todos los cuales eran propiedad de los Haynes y fueron construidos en sus Astilleros de Puntales. También fueron consignatarios de buques de importantes compañías extranjeras de navegación.

Debido a su experiencia, en obras hidráulicas y pese a las numerosas actividades reseñadas, a la Casa de «Hijos de Thomas Haynes», le fue adjudicada la contrata de la construcción del puerto de Huelva. 

Para las citadas obras fue botado al agua en sus Astilleros de Cádiz, el día 10 de septiembre de 1885, un gánguil de hierro de grandes dimensiones que tenía una capacidad de carga de 235 toneladas y al que se le bautizó con el nombre de «San Fernando».

La apertura de los Astilleros de Vea Murguía, precedida de la instalación de la Compañía Trasatlántica en los terrenos de El Trocadero, supusieron una dura, y a la postre definitiva, competencia para estos talleres.

La actividad de los Talleres Haynes fue languideciendo poco a poco a lo largo de la última década del siglo, destacando la construcción en este periodo de los vapores «Gaditano», «África» y «Anita», todos ellos de madera, así como el «Primero de Puntales». En 1902 el astillero Haynes cerró sus puertas para siempre.

Los Astilleros de Haynes y las múltiples actividades comerciales que llevaron a cabo esta familia, de las que no hemos consignado todas, se tradujeron en la consiguiente prosperidad económica y laboral del Barrio de Puntales, con lo que su censo de población comenzó a crecer de forma acelerada. Por ello el Municipio quiso mostrarle su gratitud rotulando con el nombre de «Thomas Haynes» una de las calles de dicho Barrio.

Hoy, de toda esta intensa actividad comercial, sólo nos queda el recuerdo y el nombre de una calle, ya que el monumento sepulcral donde descansaban los miembros de la familia Haynes que existía en el antiguo Cementerio de los Ingleses, se perdió al desaparecer dicho cementerio.

(1) Su quilla se puso el día 6 de enero de 1881, teniendo lugar su lanzamiento al mar el 16 de febrero del año siguiente, con la máxima solemnidad y asistencia de las autoridades y numeroso público.

(2) William era conocido en la sociedad gaditana como José Guillermo. Cursó su instrucción básica en una escuela de Extramuros, luego fue enviado dos años a Inglaterra para volver a terminar su formación en el colegio de San Felipe Neri. A los 16 años se embarcó en un buque mercante y, tras recorrer varios países europeos, trabajó en la fundición, ejerciendo de maquinista, tenedor de libros, cajero e ingeniero. 




lunes, 7 de noviembre de 2022

Ambrosio Ristori Granados. Gaditano ilustre. Militar español.

 

Nacido en Cádiz el 28 de octubre de 1878. Ingresó en la Academia General Central en 1895.

En 1898, en la guerra contra los EE.UU., estuvo en el hundimiento del crucero 'Reina Cristina' y ayudó a salvar a la dotación. Participó primero en la defensa del Arsenal de Cavite y más tarde en Bacoor, Filipinas.

En la defensa del puente de Banalo, la tropa que comandaba, fue atacada por fuerzas insurrectas tagalas muy superiores en número, lo que provocó que la mitad de su unidad, que eran indígenas, se pasaran al enemigo, inutilizando la munición.  A pesar de tal traición, se defendieron en una dura lucha a la bayoneta. 

En el combate fue herido, y siendo finalmente capturado por el enemigo, le tuvo que ser amputado el brazo derecho en el cautiverio en la localidad de Cavite. Debido a su valentía y arrojo, fue respetado por sus enemigos que permitieron su regreso a Manila, todavía en manos de España. 

Fue promovido al empleo de capitán de Infantería de Marina por los méritos contraídos; nombramiento que tuvo su confirmación por la Reina Regente. Tenía entonces veinte años y desde ese momento fue llamado El manco de Bacoor. Ya en España, se le concedió la Cruz Laureada de San Fernando. 

En 1918 ascendió a coronel en Infantería de Marina, con el sueldo de general de brigada, y en 1935 consta como primer jefe del Cuerpo de Inválidos con residencia en Madrid.

Tras la Guerra Civil española, integrado en el Benemérito Cuerpo de Mutilados por la Patria y con el ascenso efectivo a General de Brigada, dirigió el Archivo Militar de Segovia y el Museo del Ejército.

Falleció en Madrid el 19 de marzo de 1966.


lunes, 31 de octubre de 2022

Gades como municipio romano (y V)

Otras veces  se trataba de italianos o propiamente romanos, a poder ser vinculados a la familia imperial. Se enviaban delegaciones a la capital para que aceptaran el patronazgo local, el cual les podía dar prestigio y ciertas ventajas en la ciudad que representaban. 

Por lo que sabemos, Gades empleó este recurso en tres momentos claves de su devenir político. En el 206 a.C., casi inmediatamente después de la firma de su tratado con Roma, logró atraerse el patronazgo de un personaje de peso en la ciudad del Tíber, por pertenecer a una de sus prestigiosas familias, Cornelio Lentulo, quien para mejor suerte vino como gobernador a Hispania al año siguiente. 

A mediados del siglo I a.C., tenemos el citado patronazgo de Balbo, y durante el decisivo gobierno de Augusto varios personajes de la familia imperial desempeñaron pareja función, a saber: el mismo emperador, su colaborador Agripa, general de la flota, que había limpiado de piratas el Mediterráneo, favoreciendo así el comercio, el futuro sucesor en el solio imperial Tiberio, y los nietos del gobernante, Gayo y Lucío Césares. 

Para celebrar tales acontecimientos la ciudad acuñó una serie de medallones conmemorativos con sus efigies, así como leyendas y símbolos alusivos a ello. Probablemente deban tener relación con este especial afecto de Gades hacia la dinastía imperial la serie de cabezas de Julio Claudio, que se puede contemplar en el Museo de Cádiz. 

La antigua colonia fenicia entró, pues, en el Imperio con buen pie. El comercio gaditano se mantuvo dentro de unos notables índices de actividad hasta el siglo III d.C., y las clases altas gaditanas fueron cuna de nuevos hombres que desempeñaron puestos de responsabilidad dentro de la administración estatal. 

No puede olvidarse tampoco la especial vinculación de algunos miembros de la dinastía de los Antoninos con Gades, dado que uno de ellos, Trajano, fue devoto notable del Hércules Gaditano, a quien se encomendó en sus campañas orientales, y la madre de otro, Adriano, había nacido en la propia Gades, amén de que ambos eran oriundos de una colonia  cercana y muy importante, Itlálica. 

Del último Antonino, Cómodo, se ha conservado una inscripción donde le honra la Red Pública Gaditana. De hecho, la pujanza e iniciativa de la metrópoli atlántica sólo empezó a decaer cuando su estructura comercial se vino abajo, por la aparición de nuevos mercados competidores y otras áreas de irradiación comercial.

No obstante, aún en el siglo IV d.C., cuando el poeta Aviano, recordando el pasado esplendoroso de la ciudad, vislumbraba su inminente decadencia, el ancestral y famoso templo de Hércules se mantenía en plena actividad siendo visitado frecuentemente. 


lunes, 5 de septiembre de 2022

Gades como municipio romano (IV)

 

En el gobierno de Augusto fue cuando, probablemente, los rasgos generales de la administración municipal gaditana quedaron definitivamente fijados. 

A partir de entonces la organización se estructura a base de duoviros como poder ejecutivo, la Curia como asamblea deliberativa y controladora de la gestión de los anteriores, los ediles, con sus múltiples y variadas competencias (inspección de mercados, vigilancia policial, cuidado de la vías, organización de espectáculos,  abastecimientos, etc.).  

Y un erario municipal ampliamente enriquecido, no sólo por las sumas que debía entregar todo magistrado que tomase posesión de su cargo, si no también por los variados impuestos sobre el tráfico y volumen comercial, que un puerto como el de Gades, por donde salía gran  parte del comercio bético, podía cobrar. 

Con ello se costearon las reformas urbanísticas de Balbo (nuevos barrios, puerto, traída de aguas, etc.) a los templos y monumentos (hay referencias históricas a tres santuarios, los de Hércules, Cronos y Minerva, y dos para espectáculos, teatro y anfiteatro) que ornaron la ciudad. También sostenía todo un servicio de esclavos públicos y libertos, asimismo atestiguados por la epigrafía, que desempeñaban cometidos secundarios de la administración municipal.

Dentro del esquema organizativo expuesto destaca el papel de la Curia como asamblea deliberativa. 

El acceso a ella estaba reservado sólo a quienes podían tener un considerable volumen de riqueza personal, puesto que el decurión, no sólo tenía que atraerse con detalles de munificencia para con el pueblo los votos de la mesa, a la hora de las elecciones para cada una de las magistraturas (pagaban de su propio peculio banquetes públicos, espectáculos, repartos de trigo, vino o acetite, etc.). 

Si no que también debía estar poseído de un sentido tan pleno de servicio a la comunidad, que le llevase a financiar la construcción de muchos de los edificios públicos o religiones, o al envío de embajadas a Roma, etc. 

La Curia gaditana fue por ello el reducto poderoso de las clases acaudaladas de la ciudad de Hércules, de esos quinientos caballeros de la cita estraboniana, gentes con intereses comerciales, pero que invertían en estas actividades gran parte de las rentas obtenidas de us explotaciones agrícolas y ganaderas como terratenientes en toda la región gaditana. Quizás el mejor exponente de ello sea el tío de Columela, de quien el escritor nos habla en sus obras de agricultura, aunque él miso también tenia posesiones incluso en Italia.

La promoción política de Gades está igualmente en gran parte explicada por sus gestiones diplomáticas a nivel de altas esferas. 

En el mundo de entonces, un buen sistema para atraerse voluntades era el ofrecer el desempeño de cargos de la administración local a título honorífico.

 Así fue como la ciudad de Hércules actuó con respecto al rey Iuba II de Mauritania, con la finalidad de mantener buenas relaciones con él, dados los intereses pesqueros gaditanos en las costas africanas.

En otras ocasiones se buscaban patronos de prestigio en las más importantes capitales, sobre todo Roma, que avalaran con su fama y peso cualquier gestión emprendida por la ciudad en cuestión. Una veces con ciudadanos que habían hecho carrera en la administración estatal, o con influencia junto a los emperadores, como el caso de Balbo, quien debió activar mucho en Roma la concesión de la ciudadanía a los gaditanos. 


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martes, 16 de agosto de 2022

Gades como municipio romano (III)

 

Una de ellas fue precisamente, la otorgación general de la ciudadanía romana en el 49 a.C. Ser ciudadano era equipararse en todo a los romanos de origen, aunque, sin poseer  tal condición, sí se podía ser hombre libre. 

Una concesión tan multitudinaria de la ciudadanía debió extrañar a muchos, pero los gaditanos ya se habían trabajado de antes este beneficio cuando, con ocasión de un proceso entablado a su compatriota Balbo en el 56 a.C., enviaron a Roma una embajada. Cicerón nos cuenta que iban en ella 'hombres eminentes y distinguidos', que debieron aprovechar la ocasión para alegar y propagara ante la opinión pública la disposición favorable de los gaditanos para la recepción de la ciudadanía. Algunos, como los Balbo, la disfrutaban ya de antes. 

En este momento, en que Gades es una ciudad en plena expansión comercial, cuando sus naves se encuentran en todos los puertos mediterráneos y muchos atlánticos, se hacen nuevas ampliaciones urbanísticas o se construyen astilleros al otro lado de la bahía. 

La Augusta urbs Iulia Gaditana, como la llama Plinio, consigue situarse entre las comunidades de estatuto más privilegiado, recibiendo la condición de municipio. Muchos factores habían jugado a favor de este reconocimiento: el apoyo de César, el indudable prestigio y capacidad de acción de las familias gaditanas más ricas y emprendedoras, con considerable peso en la capital del mundo, Roma, las reformas previas realizadas bajo iniciativa del dictador o el grado de romanización alcanzado por la ciudad. 

Los gaditanos, que merced a su categoría de ciudadanos romanos podría gozar de muchos derechos (recordemos el caso de San Pablo, alegando su ciudadanía, una ve z que fue detenido; es decir, quien lo era, lo hacía valer) , tales como ser juzgados, hacer testamento o adquirir tierras de la propiedad pública, todo ello según los modos romanos, se vieron confirmados en un plano político superior, que señala su plena incorporación al Estado romano y su total aceptación del fenómeno romanizador. 

Que la ciudad de Cádiz fue municipio nos lo afirma claramente Columela, y el hecho queda corroborado en otras fuentes, en las que aparecen rigiendo la ciudad en el 43 a.C., magistrados propiamente municipales, los 'quattroviros'.  La epigrafía, también nos da inscripciones de varios gaditanos que desempeñaron los principales cargos administrativos de la ciudad, porque Gades aparece funcionando ya dentro de las estructuras normales de un municipio, con su asamblea deliberativa o Curia, sus elementos rectores, su presupuesto, etc.   Son miembros de las familias aristocráticas (como los Balbo o los Antulli) quienes copan los puestos de responsabilidad.  El geógrafo Estrabón nos dice que en un censo de época augusta se habían contado quinientos caballeros de Gades, cifra ciertamente notable por su número, y sobre todo, por el volumen de riqueza implícito en ello, dado que se exigía una renta anual de 400.000 sextercios para integrarse en dicha clase social. Con esta situación, su monopolio de los cargos locales era un hecho seguro.


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jueves, 7 de julio de 2022

Gades como municipio romano (II)

 

Hay un momento, pocos años después del tratado, en el 199 a.C., en que las relaciones entre Gades y Roma atravesaron por una época de tirantez. Hispania pasaba por entonces sus primeros trámites de reorganización administrativa, sin que los gobernadores romanos fuesen fiscalizados en su labor. 

Los múltiples abusos cometidos llevaron a una insurrección general en el 197 a.C., y uno de ellos debió ser el envío, dos años antes de la revuelta definitiva, de un prefecto romano a la ciudad para supervisar  la labor de los magistrados locales, e incluso exigir cierta tributación, iniciativas ambas de las que Gades había quedado exceptuada en el tratado anterior.  

La gallardía y seguridad en sí misma quedó demostrada con el envío de una delegación a Roma, recibida en el Senado, a quien hubo que recordar la fidelidad tradicional de la metrópoli gaditana a la causa romana. 

En esto fue Gades un poco portavoz de la Bética, y no fue esta la única vez, porque, más tarde, a mediados del siglo I a. C, le buscó otro disgusto al cuestor Valerio Flaco, por abusar más de la cuenta de las competencias de su cargo. Desde luego, aquellos gaditanos de entonces, patricios en la sabiduría, e intrépidos y con amplia capacidad de iniciativa para el comercio, nunca se sintieron coaccionados ante un poder político superior, teniendo además la suficiente finura y tacto diplomático para encontrar siempre fuertes valedores en Roma. 

Hasta el 78 a.C., no hay acontecimientos destacables en la evolución política del estatuto administrativo de Gades. Sabemos por Cicerón que, en aquellas fechas, el antiguo tratado de Gades con Roma, surgido en un momento de indudable inestabilidad e inseguridad, fue no sólo concluido en algunas cláusulas que es probable que, con los apremios del 206 a.C., hubiesen quedado poco claras o incompletas, si no que también fue renovado.  Pero, en esencia, las dos partes siguieron reconociéndose los mismos deberes y derechos.

Prueba de ellos es que muchos factores culturales propiamente fenicios, como la lengua, las monedas, o los nombres y competencias de los magistrados, siguieron conservándose en la ciudad de Cádiz, hasta incluso los primeros años del Imperio. De todas formas, y tal como suele ocurrir siempre, ya en el siglo I a.C., las clases sociales altas, leyendo a los clásicos latinos  o haciendo frecuentes viajes a Roma, venían a constituir la élite más ansiosa de novedades, de cultura y, por lo tanto, de romanizar a su ciudad. 

En el año 69 a.C., vino como cuestor a Gades un hombre que, con el tiempo, tendría un influjo decisivo en la historia romana y, en su correspondiente escala, en la vida de la antigua metrópoli fenicia: Julio César. En medio de sus conversaciones políticas con los magnates gaditanos, en las que se hablaba de administración local o se recordaban las hazañas del gran Alejandro Magno, el futuro dictador, fue granjeándose amistades entre los hombres más acaudalados de la ciudad, algunos muy inteligentes, como Balbo, y con ganas de salirse de los marcos políticos locales y hacer carrera en Roma.

Estos mutuos afectos sembraron las bases de lo que sería ya un proceso de ininterrumpidos apoyos, hasta el punto de que, cuando César volvió a la península en el 61 a.C., como pretor, Gades permitió (también nos transmite este hecho Cicerón) que realizara ciertas reformas en sus leyes y costumbres locales, actualizándolas según los moldes romanos, algo a lo que la ciudad no estaba obligada, y que sólo podía adoptar como iniciativa propia, provincial y local. Conocida es también su política de conciliación y buen trato para con los provinciales , a los que quiso equiparar en todos los planos a los italianos. Aunque de entre estos, los más celosos defensores de su posición privilegiada le criticaran tanta liberalidad. 


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sábado, 11 de junio de 2022

Gades como municipio romano (I)

 

Uno de los aspectos que mejor matizan la antigua historia gaditana es el proceso evolutivo de Gades, que, partiendo del primer establecimiento fenicio, acabó incorporándose al estatuto municipal.

 Hay que tener en cuenta, ante todo, que ser colonia o municipio era la máxima categoría a la que podía aspirar dentro del Estado romano cualquier comunidad que se hubiese incorporado a su estructura administrativa.

Claro es que siempre los pasos que se seguían solían hacerse con cautela y, generalmente , lo primero que reconocía Roma a cualquier ciudad sometida era, bien la firma de un tratado, si estaba dispuesta a favorecer, en cuyo caso la ciudad pasaba a ser federada, a la sujeción al pago de un tributo, si la comunidad en cuestión había presentado algún tipo de resistencia a las armas romanas, y por tanto, había tenido que ser reducida por la fuerza. 

La historia de Gades como localidad englobaba en el Estado romano comienza con la primera de las dos soluciones antedichas. En efecto, en el año 206 a.C. cuando los cartagineses estaba a punto de ser expulsados de la Península Ibérica por el ejército de los Escipiones, la ciudad de Hércules, que por afinidad de sangre y vínculos comerciales había estado tradicionalmente unida a Cartago, dio un giro radical a su 'política internacional', y firmó un acuerdo con el Senado. Estas inversiones de alianzas, que nunca extrañan hoy, tampoco faltaban en el mundo antiguo, y siempre existían intereses de fondo que las impulsaban. 

Con los últimos soldados púnicos a punto de embarcar en Gades dejando para siempre la ciudad, quedaban también atrás toda una secuela de extorsiones, levas forzosas y estorbos comerciales, que habían marcado la presencia de las tropas de los generales cartagineses. Entonces no existía un Canal de Suez que cerrar al enemigo, pero algo parecido se había hecho poco antes en el estrecho de Gibraltar, para coartar así la presencia de las naves de Roma y de sus aliados, sin tener en cuenta que varias ciudades costeras españolas, empezando por la propia Gades, tenían muchos intereses comerciales en el Mediterráneo Oriental. 

En este juego diplomático entre los lazos de raza (Cartago y Gades, por haber sido fundadas por navegantes fenicios tenían, pues, un similar origen) y las perspectivas de expansión comercial, la balanza se inclinó por lo segundo, y la antigua colonia tiria a orillas del Atlántico, actuando de un modo previsor, antes de que Roma llegara a forzar una acción difícil cuya realización exigiese gran esfuerzo y habilidad, mostró sus buenas disposiciones para la firma de un tratado, con lo que se garantizaba amplias posibilidades de actuación en los mercados mediterráneos ante la seguridad ofrecida por los que se estaban constituyendo en nuevos señores del mundo: los romanos.

Dicho acuerdo se establece el 206 a.C. y tiene carácter bilateral, sin ningún tono de imposición. Los gaditanos mantienen sus leyes propias, el uso de sus costumbres ancestrales, la inmunidad respecto a la contribución territorial, sus propios magistrados, que siguieron llamándose como en época púnica y, cosa interesante, pueden enviar agentes comerciales a Roma, cuyo papel en este apsecto se  hacía cada vez más importante.  

A cambio sólo deben dar un reconocimiento formal de la superioridad romana en el campo de la política internacional, es decir, quedaba vedada toda iniciativa al respecto, se tratara de una declaración de guerra, firma de pactos con otras comunidades o cualquier tema que afectase fuera de los límites de la ciudad. 

Claro es que a los gaditanos de entonces les interesaba más vender en Alejandría o Esmirna, en Marsella. en Delos, su productos manufacturados o sus conservas de salazón, que hacer peligrosos giros políticos, en un momento en que, de modo relativo, la paz y la seguridad, en el Mediterráneo Occidental por lo menos, estaban garantizadas.

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martes, 5 de abril de 2022

Dr. D. Manuel Díaz-Rubio. Ilustre gaditano de adopción

 

En los años 40 del siglo XX, la casa en Cánovas del Castillo 33, donde vivía Manuel Díaz Rubio, nacido el 23 de febrero de 1908 en Madrid y gaditano de adopción, se convirtió en una continuación de la Facultad de Medicina. Allí acudían por las tardes a su gran biblioteca particular estudiantes y médicos la cuál contenía cientos de libros y hasta 34 revistas médicas nacionales e internacionales. A todos les ofrecía tener acceso a lo último en medicina que no existía en las bibliotecas de la Facultad y Hospital de Mora. Los debates médicos que allí se establecían quedaron siempre en la memoria de cuantos acudían, así como la presencia de la Tuna de Medicina con una frecuencia que llamaba la atención. El ambiente médico y universitario que creó fue excepcional por lo novedoso y abierto.

Manuel Díaz Rubio ganó por oposición la Cátedra de Medicina Interna de la Facultad de Medicina de Cádiz en 1936 y en ella permanecería, tras algún paréntesis durante la Guerra Civil, hasta 1950 en que obtuvo la cátedra de igual denominación en la Facultad de Medicina de Sevilla.

       La actividad de Manuel Díaz Rubio en Cádiz no solo se circunscribió a la práctica de la medicina y la docencia, sino también a la investigación a pesar de los duros momentos que se vivían esos años. Consiguió algo inaudito y es que multitud de sus discípulos obtuvieran el titulo de doctor; Joaquín Barrios Gutiérrez, Miguel Macías Alcántara, Francisco Campoy Vidal, Vicente Planas Hevia, Manuel Jiménez Orta, Jesús Garrachón Aguado, Julio Muñoz Pérez, entre otros. Con ellos y otros, que conseguirían el titulo años después, abordó importantes investigaciones sobre la polinosis en Cádiz, y meteoropatología del asma. Sus importantes estudios sobre la presencia de determinados pólenes y hongos fueron de gran trascendencia, poniendo de manifiesto la importante concentración que había de hongos del género penicilium umbonatum. Son también de recordar sus aportaciones a la dieta insuficiente con la identificación de casos de pelagra, así como sus estudios pioneros experimentales sobre la transmisibilidad del virus de la hepatitis en cultivos en el embrión de pollo. Estos últimos fueron realizados en un laboratorio en su propia vivienda y con recursos propios debido a la ausente dotación en la Facultad.

         Su vida trascurrió entre la Facultad de Medicina, el Hospital de Mora, sus paseos por Cádiz, y su casa de Cánovas del Castillo. A ella además de sus discípulos acudían sus amigos como, entre otros, José Pérez Llorca, Pemán, Larrañaga, Benito, Orts Llorca, León y Ramón de Carranza, Álvaro Picardo, Antonio Gutiérrez, Félix Bragado, Pedro Ponte, Lucini, Martínez del Cerro, García Pita, Martínez de Pinillos, Benito, Vicente del Moral, Aguirre Aramburu o los Almirantes Felipe Abarzuza y Rafael Estrada.

        Su consulta, abierta a todas las clases sociales, fue una auténtica referencia que se irradió a toda Andalucía y con su coche, primero de gasógeno y luego un Ford del año 34, recorrió aquellos lugares que demandaban su atención. Su capacidad diagnóstica de las patologías más enrevesadas y acertados tratamientos lo encumbraron a los máximos niveles. Como anécdota queda haber sido el primero en Cádiz en curar a un paciente con penicilina. Se involucró en la vida gaditana asumiendo multitud de compromisos y entre otros aceptando el cargo de Presidente del Colegio de Médicos en Cádiz con el propósito de defender a los médicos más débiles tras la contienda civil.

        Su descanso lo encontraba en Puerto Real donde se construyó un pequeño chalé en Las Canteras con su huerta y pequeña cuadra para que no faltara nada en su casa y alimentar a sus siete hijos. Se rodeó de gente de Cádiz a su servicio, María Gallardo Gómez, Félix Pina Navarro, Antonio Barberán Cózar, que le acompañarían toda su vida tanto en Sevilla como en Madrid.

        Su vida trascurrió entre Cádiz, Sevilla y Madrid siempre ligado a su vocación de médico y a la Universidad con una intensidad increíble.

        En su pensamiento nunca dejó de estar presente Cádiz. Fue para él eje de su vida. Siempre señalaba que sus años en Cádiz fueron los más felices de su vida, donde decía “haber descubierto al ser humano en su bondad pura, impregnado de una gran nobleza, alegría, humor y una filosofía única de la vida”.

Realizó sus estudios en la Facultad de Medicina de Madrid. Fue alumno interno por oposición del Hospital de San Carlos y del Hospital General de la Beneficencia Provincial, se licenció en 1930 y en 1932 obtuvo el de doctor en ambos casos con premio extraordinario. Fue médico interno del Hospital de San Carlos, y ayudante de clases prácticas de la Cátedra de Patología Médica de su maestro, el profesor Carlos Jiménez Díaz. En 1935 y 1936, pensionado por la Real Academia Nacional de Medicina marchó a Viena con Julius Bauer en la Allgemeine Poliklinik y con Hans Eppinger en la Allgemeine Krankenhaus con Hans Eppinger trabajando con ambos sobre aspectos metabólicos y nutricionales. Posteriormente fue a Múnich con Wilhelm Stepp y Alfred Schittemhelm a profundizar en temas relacionados con las vitaminas.

En 1936 obtuvo la Cátedra de Patología y Clínica Médicas de la Facultad de Medicina de Cádiz. En 1950 se trasladó a la misma Cátedra en la Facultad de Medicina de Sevilla, y en 1961 a la de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Madrid.

Impresionaba por su gran personalidad, su enorme claridad expositiva, capacidad de síntesis y de diagnóstico. Ante el paciente realizando minuciosas historias clínicas y una exhaustiva exploración. Influido por la visión organicista de la enfermedad de su maestro, nunca dejó de profundizar en las corrientes fisiopatológicas preconizadas por Ludolf Krehl.

        Sus aportaciones, aunque diversas, lo fueron ante todo en área del aparato digestivo. Estudió la presencia en el suero de inactivadores de la catepsina, demostrando como en el coma hepático existe una activación a diferencia de lo que ocurría en las cirrosis. Profundizó en la anatomía patológica de los diversos tipos de gastritis señalando la correlación anatomo-radiológica de ellas. Introdujo el concepto de gastropatía disfuncional, para expresar aquellas situaciones clínicas no acompañadas de lesión. Sus contribuciones a la hepatología fueron muy numerosas, y entre ellas sus estudios sobre transmisibilidad del virus de la hepatitis así como los factores que intervienen en la cronicidad de éstas, señalando como causas posibles la persistencia de la acción del virus, la creación de una inmunidad anormal y la coexistencia de una enfermedad bacteriana.  

        En 1966 fundó y dirigió hasta su fallecimiento la Escuela Profesional de Enfermedades de Aparato Digestivo y en 1975 el Servicio de Aparato Digestivo en el Hospital Clínico San Carlos. Creó la especialidad de Hepatología, fundando en 1967 la Asociación Española de Hepatología siendo su primer Presidente. Fue el primer Director del Departamento de Medicina Interna.

        Sobrepasó las 200 publicaciones científicas en revistas y publicó entre otros los libros Síndrome nefrótico (Madrid, 1959), Cirrosis posthepatitis (Madrid, 1969) y Lecciones de Patología Médica con sus tomos de Aparato Digestivo (1964) y Sistema Nervioso (1965). Otras publicaciones de relieve son Enfermedad de Casal (1941), Influencia del clima sobre la alergia (1951), El papel del bazo en las cirrosis (1965), Hepatopatías malignas y malignizadas (1964), Bases de la malignidad de las hepatopatías (1963), Las fracciones glucuronizadas de la bilirrubina (1967) Alcohol y enfermedades del hígado (1969), La enfermedad subclínica (1969) y Reflexiones sobre la medicina actual (1969).

En 1968 ingresó como Académico de número en la Real Academia Nacional de Medicina con el discurso La cirrosis posthepatitis. Fue Presidente y Presidente de Honor de la Asociación Española de Hepatología, Presidente de la Academia Médico-Quirúrgica Española y de la Comisión Nacional Asesora de Aparato Digestivo. Miembro del Consejo Nacional de Educación. Recibió diversas distinciones, y entre ellas Académico de la Real Academia de Medicina de Cádiz, de la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes, Académico Correspondiente de la Real Academia de Medicina de Barcelona y Sevilla, Miembro de Honor del Instituto Canario de Medicina Regional, y Fellow Concilli Scientiarum del Colegio Internacional de Angiología.

Falleció en Madrid el 5 de marzo de 1976 a los 68 años.


Agradezco la colaboración de su hijo, el también Dr. Manuel Díaz-Rubio García, que ha ofrecido desinteresadamente esta biografía de su padre y las fotografías que la acompañan. 


martes, 8 de marzo de 2022

¿Qué ver en Cádiz? Breve guía para el visitante.

Alejandro Dumas dijo de esta ciudad: 'Nos gusta Cádiz sin saber qué nos gusta de Cádiz'.

El visitante ha de saber que la ciudad se divide, de manera popular, en dos zonas: El casco antiguo conocido por Cádiz, y el casco nuevo al que se le denomina Puerta Tierra. Este monumento divide ambas partes. 

En la parte nueva de la ciudad, sobresale el Paseo Marítimo, que se extiende a lo largo de tres kilómetros y medio ofreciendo diferentes vistas, ambientes y establecimientos y desde donde se pueden admirar unas preciosas puestas de sol, todo ello acompañado por la presencia de las aguas del Océano Atlántico en sus playas de Santa María del Mar y Victoria.  Si aún hay ganas de caminar junto al mar, la playa de Cortadura ofrece, en las afueras de la ciudad, casi cuatro kilómetros más de paseo por su arena. 

Si nos adentramos en el casco antiguo, empezando en las Puertas de Tierra, la ciudad ofrece lugares como el Teatro Romano (segundo más antiguo de todo el Imperio), Casa del Almirante, Casa de las Cadenas, Torre del Sagrario, el edificio de Correos con noventa años desde su inauguración), la fábrica romana de salazones, yacimiento Gadir, Catedral, Casa de Iberoamérica (antigua Cárcel Real), Gran Teatro Falla (Inaugurado en 1910, de estilo neomudéjar), La Caleta (única playa del casco antiguo), Mercado de Abastos (construido en 1838 con planta de cuadrilátero neoclásico porticado en estilo dórico). 


La llamada 'Torre de Tavira' (Barroco del siglo XVIII) construida en lo más alto de la ciudad antigua, con su cámara oscura, primera instalada en España y desde donde se divisan unas extraordinarias vistas de la ciudad y la bahía; además de admirar la cantidad de torres miradores que coronan numerosas azoteas de la ciudad. Entre ellas, la famosa 'Bella escondida'.


Museos como el arqueológico conocido por Museo de Cádiz, catedralicio, de las Cortes (donde se encuentra la famosa maqueta de la ciudad del año 1778), del títere, litográfico, Pinillos, sin olvidar las iglesias con varios siglos de antigüedad que se diseminan por la ciudad: San Lorenzo y su capilla Servita, Santiago, San Francisco (con su torre y su capilla de los franceses), Santa Cruz, Merced, Santo Domingo, San Agustín, Santa Cueva, San Antonio, Rosario, La Palma, Carmen, etc.


Los castillos de San Sebastián (siglo XVIII) con su faro metálico de 1913, de Santa Catalina, (siglo XVII y abierto al público). Baluartes de los mártires, Candelaria, Capuchinos, Santa Elena, San Roque, etc.

Todas estas edificaciones son los vestigios de una ciudad que fue amurallada tras el saqueo anglo holandés de 1596.

Lugares de esparcimiento tales como la Plaza de España, de Santa Cruz, de Mina, de las flores, de Candelaria, del Palillero, de la Libertad, de San Antonio, de San Juan de Dios.

Paseos de Canalejas, Alameda de Apodaca (con paseo público desde 1617 y rediseñado en 1927), de Carlos III,  Murallas de San Carlos (finales del siglo XVIII), Campo del Sur o del Vendaval, y el señero Parque de Genovés (1892) con más de cien especies botánicas procedentes de todo el mundo y su famosa fuente de los niños del paraguas. Por estos lugares, podremos admirar los ficus y dragos centenarios que jalonan estos lugares. 

Los barrios señeros de Santa María, El Pópulo (el más antiguo de la ciudad y cuya estructura se remonta al siglo XIII tras la reconquista de la ciudad por Alfonso X el Sabio), La Viña o Mentidero.  

O sencillamente andar por las calles más céntricas del casco antiguo: Columela, San Francisco, Pelota, José del Toro, Ancha, Compañía, Sagasta, San José, Cánovas del Castillo, Callejón del Tinte (y su leyenda), Fermín Salvochea, Feduchy, etc., y poder observar cañones y guardacantones en las esquinas y guardazócalos a lo largo de estas y otras calles. 

No hay fecha idónea para visitar la ciudad, todo el año en sí tiene un encanto especial para ello, con fechas marcadas en el calendario como pueden ser el Carnaval, la Semana Santa (Llamada como una de las mejores torres miradores: 'La bella escondida'), o el Corpus Christi.

Aunque durante todo el año se reparten otros acontecimientos culturales y turísticos dignos de visitar: espectáculos flamencos y carnavalescos, conciertos, ciclos cinematográficos, feria del libro, etc.



¿Qué ver en Cádiz?  Breve guía para el visitante.


domingo, 6 de febrero de 2022

Mis articulistas preferidos. Adolfo Morera Salvago.

 José Celestino Mutis y Bosor. Botánico, gaditano ilustre.  Por Adolfo Morera Salvago.

Si el significado de erudito es aquella persona que posee y demuestra una vasta cultura sobre un tema en particular y unos sólidos, amplios y profundos conocimientos en una o múltiples disciplinas, esa persona sin duda fue el gaditano José Celestino Mutis y Bosor. Uno de los principales exponentes del Cádiz de la Ilustración. 

Organizó la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada (Colombia), una de la expediciones científicas en la ilustración más importantes del siglo XVIII.
Celestino Mutis fue botánico, médico, astrónomo, matemático y sacerdote.

Estudió medicina y cirugía en el Real Colegio de Cirugía de Cádiz y concluyó su carrera en la Universidad de Sevilla. Después de finalizar sus estudios trabajó durante cuatro años en el Hospital de Cádiz. Sus primeras etapas profesionales se desarrollaron bajo la tutoría de algunos de los más eminentes científicos del momento.

En 1757 se trasladó a Madrid. Tras formalizar ante el Real Tribunal del Protomedicato su título de médico, ocupó la cátedra de anatomía y perfeccionó sus conocimientos en la disciplina de la botánica.

En ese mismo año fue nombrado médico de la Casa Real de Fernando VI. Tres años más tarde, y después de rechazar una beca de especialización en París, partió a América desde nuestro muelle de Cádiz como médico del virrey de Nueva Granada, Pedro Messía de la Cerda estableciéndose en Bogotá.

Una vez en tierras americanas, la actividad de Mutis es incansable y de gran trascendencia y repercusión.

Funda una cátedra de matemáticas, siendo el primer pedagogo que explicó la física newtoniana y la teoría heliocéntrica de Copérnico, lo que le trajo problemas con la inquisición.

Los importantes estudios botánicos que desarrolla nuestro gaditano comienzan con la creación de un herbario y la catalogación de nuevas especies medicinales como la quina, su planta predilecta, ya que la consideraba como una panacea para el tratamiento de muchas enfermedades.

Hizo importantes progresos en la mineralogía. Introdujo el método de amalgamación para la extracción de la plata.

Ocupó la cátedra de matemáticas del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. En su discurso inaugural sentó las bases de la revolución científica e ideológica, lo cual le valió un enfrentamiento con la iglesia.

En 1763 le trasladó al rey Carlos III su interés por realizar una historia natural de América, aunque no obtendría el permiso de la corona hasta 20 años después, pudiendo organizar aquella maravillosa Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada.

Los objetivos científicos de Mutis dieron como resultado la recolección y clasificación de 20.000 especies vegetales y 7.000 animales de la actual república de Colombia. Además fundó el observatorio astronómico de Santa Fe de Bogotá, uno de los primeros de América meridional. Creó un selecto grupo de científicos y artistas, dando paso a la vez a los primeros fundamentos para la concienciación de las riquezas naturales del Nuevo Mundo. Se inició en 1783 y duró treinta años.

El legado de Mutis, uno de los patrimonios pictóricos y científicos más significativos de los últimos tiempos, puede disfrutarse en El Real Jardín Botánico de Madrid, encargado de custodiar este tesoro, donde se pueden ver  los más de 7.000 dibujos de la Real Expedición Botánica al Nuevo Reino de Granada.

Nuestro gaditano está considerado como una de la figuras más relevantes en la introducción de la ciencia de la ilustración en la América hispana; y su legado permanece en las universidades de todo el mundo, como base fundamental para los estudios de botánica.