Otras veces se trataba de italianos o propiamente romanos, a poder ser vinculados a la familia imperial. Se enviaban delegaciones a la capital para que aceptaran el patronazgo local, el cual les podía dar prestigio y ciertas ventajas en la ciudad que representaban.
Por lo que sabemos, Gades empleó este recurso en tres momentos claves de su devenir político. En el 206 a.C., casi inmediatamente después de la firma de su tratado con Roma, logró atraerse el patronazgo de un personaje de peso en la ciudad del Tíber, por pertenecer a una de sus prestigiosas familias, Cornelio Lentulo, quien para mejor suerte vino como gobernador a Hispania al año siguiente.
A mediados del siglo I a.C., tenemos el citado patronazgo de Balbo, y durante el decisivo gobierno de Augusto varios personajes de la familia imperial desempeñaron pareja función, a saber: el mismo emperador, su colaborador Agripa, general de la flota, que había limpiado de piratas el Mediterráneo, favoreciendo así el comercio, el futuro sucesor en el solio imperial Tiberio, y los nietos del gobernante, Gayo y Lucío Césares.
Para celebrar tales acontecimientos la ciudad acuñó una serie de medallones conmemorativos con sus efigies, así como leyendas y símbolos alusivos a ello. Probablemente deban tener relación con este especial afecto de Gades hacia la dinastía imperial la serie de cabezas de Julio Claudio, que se puede contemplar en el Museo de Cádiz.
La antigua colonia fenicia entró, pues, en el Imperio con buen pie. El comercio gaditano se mantuvo dentro de unos notables índices de actividad hasta el siglo III d.C., y las clases altas gaditanas fueron cuna de nuevos hombres que desempeñaron puestos de responsabilidad dentro de la administración estatal.No obstante, aún en el siglo IV d.C., cuando el poeta Aviano, recordando el pasado esplendoroso de la ciudad, vislumbraba su inminente decadencia, el ancestral y famoso templo de Hércules se mantenía en plena actividad siendo visitado frecuentemente.
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