Pasión por Cádiz

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Cádiz, Andalucía, Spain
AB ORIGINE SEMPER FIDELIS. IN PERPETUAM, SEMPER ET UBIQUEM GADES. QUI POTERS CAPERE, CAPIAT.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Beatriz Cienfuegos. Periodista gaditana, ilustre e inmortal.

Beatriz Cienfuegos es la primera mujer periodista y articulista costumbrista de España, publicó 52 ediciones en 1763-64 de "La pensadora gaditana" fundada por ella.   Era un periódico de tirada semanal hecho por mujeres y encauzado a un público femenino,  de escritos originales y agudos que criticaban las costumbres femeninas y masculinas de la época que se hizo un lugar en el llamado Cádiz de la Ilustración.

Acerca de esta mujer se ha especulado mucho, ya que algunos creen que se cambió el nombre por un seudónimo, o que tomó el apellido de su madre, incluso que era un hombre, aunque bien es cierto que estaba prohibido por las leyes de entonces publicar con nombre supuesto o falso.   Sus escritos contaban con la preceptiva licencia de impresión y difusión; por lo que se entiende que los datos que tenemos de Beatriz Cienfuegos son bastante aproximados a la realidad, y que, junto a Rosario Cepeda, fueron pilares básicos fundamentales para sentar las bases de lo que años posteriores fue la Constitución de 1812.

Su obra se recopiló en 1786 en cuatro tomos y su biografía puede concretarse en el prólogo de esta publicación (sic):

"Yo, señores, gozo la suerte de ser hija de Cádiz; bastante he dicho para poder hablar sin vergüenza. Mis padres, desde pequeña, me inclinaron a monja; pero yo siempre dilaté la ejecución; ellos porfiaron, y para conseguir el fin de sus intentos me enseñaron el manejo de los libros, y formaron en mí el buen gusto de las letras para lo que dándome maestros, con alguna aplicación mía, me impusieron en la latinidad. Se hacer un silogismo en bárbara y no ignoro que la materia primera no puede existir sin la forma; con estas bachillerías y seis años de reclusión en un convento, he salido tan teóloga, que todos en mi casa me veneran por una Sibila; yo bendigo la mesa en latín, rezo el Ángelus Domine cuasi en griego, y también les ofrezco a las ánimas responsos con su poquito de requiem eternam, y al oír esto mi padre, que es un honrado montañés me ha dicho muchas veces que si Su Santidad tuviera noticia de mi insuficiencia quizás por animar a las demás a estudiar me dispensaría para poder ser guardián, prior o vicario de alguna Comunidad de religiosos donde lucieran mis talentos ya en el pulpito, o en el confesonario..."


miércoles, 25 de noviembre de 2015

Jean Baptiste Labat O.P.y su relación con Cádiz


Jean Baptiste Labat (1663-1738) fraile dominico con grandes conocimientos de botánica, contumaz viajero que residió en Cádiz desde el 8 de octubre de 1705 hasta el 6 de febrero de 1706, haciendo una escala que duró cuatro meses proveniente de La Martinica donde ejercía como misionero. Fue un momento convulso ya que España se encontraba inmersa en la llamada Guerra de Sucesión.

Se alojó en el Convento de Santo Domingo, que es el de su orden religiosa, aunque al parecer no fue bien recibido debido a su conducta, ya que le precedía la fama de sus andanzas y polémicas en el Nuevo Mundo. Era un gran catador de vinos y aficionado a opíparas comidas, a hablar con poco decoro para la época, de carácter presuntuoso, además de no ser partidario de completar su hábito monacal con la característica capa negra de la Orden de los Dominicos.

Se llevó cuatro meses en Cádiz, tomando notas, hablando con los naturales de la ciudad y sacó sus propias conclusiones tales como la ociosidad de muchos de sus habitantes y que en su mayoría no usaran sombrero, también le marcó la elegancia de las gaditanas y le pareció que nuestro idioma era bello si lo pronunciaba una mujer y no un hombre, ya que éstos hacían demasiado gestos con la boca según decía.

También señala una costumbre que ningún historiador confirma, según Jean Baptista Labat, las personas fallecidas que no podían pagar su entierro, eran expuestas durante un día en la Plaza Mayor (Actual Plaza de San Juan de Dios) para que las personas pudieran depositar las limosnas y diezmos, para así sufragar los gastos del sepelio.

Hagamos un resumen de algunos de sus escritos sobre la ciudad que se encontró en aquella época.

Acerca del Convento de Santo Domingo dice:

“Está situado en el extremo oriental de la ciudad, una parte de sus edificios y de su iglesia tienen vista sobre el puerto, y no están separados de las murallas de la ciudad más que por un muelle de siete u ocho toesas de ancho. Un lado de la iglesia termina la vista de una calle, a cuyo extremo se encuentran la plaza del mercado y la calle Nueva”.


También hace alusión a la calle Nueva, donde terminó alojándose por las desavenencias con su comunidad de frailes dominicos, el nombre de dicha calle era el más adecuado para ella en ese momento:

"En esta calle que sirve de bolsa donde se reúnen dos veces al día los mercaderes, los noveleros y desocupados, y como estas dos últimas especies constituyen más de tres cuartos y medios de la población, puede juzgarse que está repleta de público en los dos momentos que acabo de señalar.

Lo que hay de notable en esta confusión de gentes, es que cuando se oye el Angelus, a mediodía y por la tarde, esta multitud de discutidores, se calla y podría oírse el movimiento de una mosca mientras rezan su oración, después vuelve de nuevo el ruido como antes, aunque dura poco tiempo pues todos se retiran para comer o cenar".

Hay que tener en cuenta que en esa época, la calle Nueva estaba poblada por mercaderes y comerciantes de varias nacionalidades, principalmente italianos, franceses, ingleses, alemanes y flamencos destacando con más de veinte individuos cada una de ellas.

También se refiere a la 'Casa de las cadenas' de esta forma:

"Observé paseándome por la ciudad, una casa bastante hermosa con portada de mármol delante de la cual había columnas del mismo material, de cerca de tres pies y medio de alto, alejadas cuatro pies del muro, que tenían en lo alto, aros y cadenas de bronce. Creí primeramente que sería el Palacio de la Justica, pero luego averigüé que estos bornes encadenados habían sido puestos para indicar que esta casa gozaba del privilegio de inmunidad eclesiástica, que hace que todos los que se acojan a ella penetren entres sus columnas o simplemente las toquen queden salvos, exceptuando el que la Inquisición lo reclame, pues ante ella toda puerta está abierta".

Además, cuenta también el motivo por el que se le concede este privilegio:

"Esta casa gozaba de este privilegio desde cierto día que durante la procesión del Santísimo, sobrevino una gran tormenta de lluvias y truenos tan terrible que obligó a entrar en ella para poner al Santísimo a cubierto.  El dueño de la casa hizo abrir la más bella de sus salas, donde rápidamente se instaló un altar, cubierto de bellos tapices, profusamente iluminado, y continuando el mal tiempo el obispo juzgó oportuno celebrar los Santos Misterios.

Desde este afortunado momento, las sala en que se había dicho misa se convirtió en capilla.  Por respeto n se duerme en la cámara que está sobre ella y en reconocimiento la Curia eclesiástica y la justicia civil han concedido a esta casa el privilegio de inmunidad".

Al hablar del Convento de San Francisco dice:

"Hay en esta casa tres cofradías, la del Cordón de San Francisco, la de San Antonio de Padua y la de San Luís, Rey de Francia, comprende esta última a todos los comerciantes franceses establecidos o de paso en  Cádiz y a ella atrae a los franciscanos todos los entierros principales y generalmente todas las ceremonias que la nación francesa manda a hacer".

El padre Jean Baptiste Labat no conocía que la Capilla de San Luís, Rey de Francia, era la Capilla Nacional de los franceses residentes en Cádiz desde el año 1621 en que fue fundada y que en su bóveda se enterraban los de dicha nacionalidad que morían en Cádiz y en ella celebraban sus cultos.  Aún hoy es propiedad de Francia.

Acerca de un episodio ocurrido en Cádiz que dio lugar a graves incidentes, el padre Jean Baptiste Labat narra lo siguiente:

"Había en la bahía de Cádiz algunos barcos de guerra franceses cuyos elementos jóvenes se pusieron un día a pasear por las calles de Cádiz con grandes gafas.  Los españoles lo tomaron por una ofensa y los insultaron, a su vez, algunos sacaron espadas y los españoles salieron derrotados.   Al gobernador y al comandante francés les costó bastante trabajo apaciguar dicha querella, que hubiera podido tener funestas consecuencias, se pretendió que los franceses no hubieran usado gafas sino para conformarse con la costumbre del país; pero no para insultar a los españoles, y como éstos eran los agresores, el gobernador hizo encarcelar a los que estaban en condiciones, puso centinelas a los heridos, dos o tres de los cuales murieron.

Los franceses tuvieron sus barcos como prisión y al cabo de quince días, el gobernador dió una gran comida y se hizo una reconciliación general. El comandante de nuestros navíos franceses hizo lo mismo al día siguiente, después de lo cual se dispensó a nuestra juventud de adaptarse a la moda de las gafas y renació la paz".

Hablando de gafas, también hace alusión a las que llevan sus compañeros sacerdotes de esta forma:

"Todos los sacerdotes llevan grandes gafas sujetas a sus orejas por un cordón, y no se las quitan jamás, pretenden que esto les de gravedad y hace creer que su aplicación al estudio es tan grande que si este auxilio perderían infaliblemente la vista.  Todos los que se precian de leer o escribir, jóvenes o viejos, las gentes de justicia, los médicos, cirujanos y aún los boticarios, los tenedores de libros, la mayor parte de los obreros y generalmente todos los religiosos llevan grandes gafas.

Para los jóvenes religiosos es el que les autoricen a usarlas, una señal de
distinción".





martes, 10 de noviembre de 2015

Cádiz en la reconquista cristiana. Breve historia


La conquista de la ciudad de Cádiz se engloba en la reconquista del Guadalquivir. A partir de 1212, con la batalla de las Navas de Tolosa, se incrementan las razzias cristianas por todo Al-Andalus. En 1234 tenemos noticias de una razzia en Qadis.  Años más tarde, en 1248, Cádiz ya está bajo influencia cristiana, con el rey Fernando III el Santo.  Este dato nos consta porque ese es el año en el que los cristianos conquistan Sevilla y pactan con muchos pueblos de Cádiz, ciudad que pertenecía al reino de Taifa de Abbad de Sevilla.

Entre 1260 y 1262, Alfonso X ordenó y se realizó la repoblación de Cádiz, sin que prácticamente existiera una conquista previa por el llamado rey sabio.  La repoblación se llevó a cabo con gentes procedentes de las montañas de Cantabria, en especial de Santander, Laredo, Castro Urdiales y San Vicente de la Barquera.


 La ciudad se rodeó de murallas que aún podemos observar en lo que entonces era la ciudad y que hoy es el barrio del Pópulo. Por aquel entonces era muy pequeña y solo existían pequeños arrabales y una zona de viñedos que es lo que  hoy es el barrio de la Viña.  La ciudad fue creciendo por lo que hoy es el barrio de Santa María y posteriormente por el arrabal de Santiago.  Tras la reconquista, Alfonso X decide dar a Cádiz el título de ciudad, posteriormente, los Reyes Católicos la dignificaron aun más dándole el título de Noble y el Emperador Carlos V el de 'Muy Noble y Muy Leal'.

Fue el rey Alfonso X el sabio, quien incorpora la ciudad a la Corona de Castilla en 1262 aproximadamente.  A partir de este momento ya tenemos más documentos que nos hablen de Cádiz y su historia.

En 1265, Cádiz recibe el título de ciudad, así como silla episcopal.

Desde el año 1470 se reconoce a la ciudad bajo el señorío de los Ponce de León, que recibirán el título de Marqueses de Cádiz.  Desde el siglo XV la ciudad va a estar volcada, como a lo largo de toda su historia, en el comercio por mar.


No es hasta la reconquista cuando se instaura en la bahía de Cádiz los astilleros reales de la Corona de Castilla y es en el comienzo de la era de los descubrimientos cuando resurge la ciudad con gran impulso.

De sus puertos partieron algunos descubridores: Cristóbal Colón saldrá en su segundo y cuarto viaje a las Indias.  También Álvar Núñez Cabeza de Vaca..., lo que la enriqueció y posibilitó que siglos más tarde fuera Cádiz la sede de una sociedad liberal, burguesa y revolucionaria.   En el año 1509 adquiere el derecho a de registrar las naves de Indias y más tarde el de desembarcar productos de las Antillas.






viernes, 23 de octubre de 2015

Cádiz en el siglo XIX. Breve historia

Durante el siglo XIX, Cádiz cobrará importante protagonismo en el acontecer histórico español.

A principios del siglo XIX vivían en Cádiz, por razones de comercio, muchas personas nacidas en las provincias de ultramar. Por esta razón se vivió en la ciudad una difícil situación ideológica: se defendían, de una parte, los derechos de los americanos y a la vez se celebraban reuniones independentistas donde se congregaban los líderes de la insurrección de las tierras de ultramar: Bolívar, Miranda, O'Higgins, San Martín.

Cuando se inicia la Guerra de la Independencia frente a Napoleón, el ejército francés domina casi toda España, pero Cádiz resistirá convirtiéndose en bastión inexpugnable, defensor de la soberanía española: de 1810 a 1812 será uno de los pocos reductos que no fueron dominados por los franceses.

La población de Cádiz aumentó casi el doble durante el asedio napoleónico, llegando a rebasar los cien mil habitantes dentro de sus murallas. El fervor patriótico y los deseos de colaborar en la defensa de la ciudad, llevaron a muchos gaditanos de diversos estamentos sociales, a formar el Batallón de Voluntarios de Cádiz. Para servir de apoyo a éste ejército, se fundó la "Junta de Señoras" que, aunque promovida por señoras de la aristocracia, tuvo una amplia participación popular.

En este contexto, se inician las primeras reuniones de lo que será la Primera Constitución Española, la de 1812. Estas reuniones se inician en San Fernando en 1810 en el Colegio de la Compañía de María, ya que la ciudad de Cádiz sufría una epidemia de fiebre amarilla. Las reuniones finalizan en 1812, y el 19 de marzo de ese mismo año se proclama la Constitución, en el Oratorio de San Felipe Neri de Cádiz, una Constitución de carácter liberal.   

A esta Constitución se le conoce como "La Pepa", en conmemoración del día en que se firmó .    Pero en 1814, llegan los absolutistas a las Cortes de Cádiz y apoyan a Fernando VII para que regrese a España y al trono, Este monarca, con el apoyo de los absolutistas, vuelve a implantar la monarquía absoluta, disuelve las Cortes de Cádiz y elimina la validez legal de la Constitución.  Aquel rey que antes se conocía en la ciudad como "El deseado", termina siendo "el rey felón".   Repuesto en su trono Fernando VII, la ciudad volverá a ser reducto y motor del liberalismo español, como demostró en 1820 o durante la invasión francesa de 1823.

En el año de 1816, y por el importante papel que tuvo Cádiz en la Guerra de la Independencia obtuvo de la Reina María Isabel Francisca de Braganza el título de 'Muy heroica', que desde entonces ostenta la ciudad unidos a los ya conseguidos de 'Muy noble y muy leal', la bandera de la ciudad tiene honores desde aquella fecha de Capitán General, los mismos que la bandera de la nación.

Y cuando fue necesaria una nueva revolución para devolver a los españoles la libertad, la ciudad será otra vez pionera en el levantamiento, como ocurrió en 1868, con "La Gloriosa", revolución liberal iniciada en Cádiz para destronar a Isabel II, con el levantamiento de Juan Bautista Topete, que desembocaría en la Constitución democrático-liberal de 1869.

Las sublevaciones empezadas en Cádiz fueron los primeros pasos para la proclamación de la Primera República Española, el 11 de febrero de 1873, tras abdicar el monarca Amadeo I de Saboya, que estuvo en el trono menos de un año.

Nace la figura de Fermín Salvochea que lideró las revueltas callejeras y comienza a dar sus primeros pasos la república (febrero 1873 - diciembre 1874), en la que Cádiz tuvo su propio Cantón que presidió Pi y Margall.  Fermín Salvochea y Álvarez fue uno de los alcaldes más famosos de la ciudad que, además, llegó a ser presidente del Cantón de Cádiz.  Fue unos de los principales propagadores del pensamiento anarquista en la zona durante el siglo XIX.

Con la restauración borbónica de 1874, en la figura de Alfonso XII, se inicia una etapa de tranquilidad y estabilidad política en toda España. En Cádiz no ocurre nada significativo en este periodo, sólo que es en esta ciudad donde se reúnen las tropas que irán a luchar en la Guerra de Cuba.

Por otro lado, Cádiz conocerá su decadencia económica en el siglo XIX, con la pérdida del mercado colonial. La Guerra de África y el Desastre de Annual en 1898, provocarán una importante quiebra en Cádiz.

La ciudad va a perder protagonismo, y los que ocurren son hechos aislados que tienen que enmarcarse en el contexto nacional. En 1891 sobre los terrenos de la Exposición marítima de 1888 se creó el Astillero que estuvo asentado allí, desde el 21 de julio de 1891 hasta el 7 de octubre de 1894.


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Para más información, se pueden visitar los siguientes enlaces en este mismo blog:


La revolución "La Gloriosa" en Cádiz.
http://estoespasionporcadiz.blogspot.com.es/2011/09/la-revolucion-la-gloriosa-en-cadiz-18.html

Artículo de Moisés Camacho "La matanza del 10 de Marzo de 1820"
http://estoespasionporcadiz.blogspot.com.es/2013/04/mis-articulistas-preferidos-moises.html






miércoles, 14 de octubre de 2015

Mis fotos antiguas de Cádiz

Una fotografía antigua de Cádiz: El baluarte de San Nicolás.

Dimensión original 814 x 1043
 
 



domingo, 27 de septiembre de 2015

La maqueta de Cádiz

La maqueta de la ciudad de Cádiz fue mandada construir por el rey Carlos III porque quería disponer de reproducciones de todas las plazas fuertes de su reino y sus fortificaciones.

En julio de 1777 comienza la obra. Un equipo de artesanos dirigidos por el ingeniero militar Alfonso Ximenez se encarga de levantar el gran plano en relieve , a escala 1/250 que hoy conocemos.  Se utilizaron maderas de diferentes calidades: caoba, cedro, ébano, haya y pino además de marfil, hueso y plata para los detalles.  El océano que rodea a la ciudad fue reproducido en planchas de cedro tallado para imitar el oleaje, el brillo del agua se consiguió con un laminado de plata.


Esta maqueta, única en su género, ya que Carlos III desechó la idea de continuar con el maquetado de las ciudades por su elevado presupuesto, se encuentra en el Museo de las Cortes de la calle Santa Inés, colindante con el Oratorio de San Felipe Neri.   Sus dimensiones son de doce metros y medio de largo por casi siete de ancho.  Dividida en cuatro trozos perfectamente acoplables consta de trescientas treinta y tres piezas.  Todo el casco de la ciudad está fielmente reproducido con los edificios más notables de la época, las calles, estructura de las manzanas de casas, plazas y los castillos de San Sebastián, Santa Catalina y el de la Villa; las iglesias de Santa Cruz, Santo Domingo, San Lorenzo, Carmen, etc., así como el edificio de la Aduana (actual Diputación Provincial) y el Pabellón de Ingenieros-Gobierno militar (hoy Museo Reina Sofía).

Las instalaciones militares de la época están perfectamente detalladas ya que no podemos olvidar que la maqueta se concibió como estrategia defensiva, y así se puede observar el perímetro amurallado de la ciudad y la fortificación defensiva de los Glacis en las Puertas de Tierra.



Destaca la catedral en marfil, de veinte centímetros de altura. Se reprodujo conforme al proyecto primero que resultó no ser definitivo; de ahí las pequeñas diferencias que se observan con la catedral actual.  La mayoría, que no todos, de los conventos aún existentes permanecen igual que en la maqueta, con sus jardines y claustros. También el trazado de las calles y las fortificaciones se ajustan al casco antiguo actual.  Algunas casas nobles se desmontan pieza a pieza y se puede observar el enlosado y dependencias interiores con todo detalle.



De aquella época a la actual, numerosas circunstancias han ido transformando la ciudad.  Se construyen plazas como la de la Merced, Libertad, Candelaria y Mina o barrios como el de San Carlos que por ser posteriores a 1779 no aparecen en la maqueta.

Al terminarse su construcción, la maqueta estuvo expuesta en el Palacio del Buen Retiro de Madrid, luego fue donada al Ayuntamiento de Cádiz; cuando se inauguró el Museo Iconográfico de las Cortes de Cádiz en 1912, por orden del alcalde de la ciudad Ramón Rivas y Valladares, la maqueta se instaló en ese museo.

Ha sido sometida a dos profundas restauraciones, la primera en la década de los cincuenta del pasado siglo veinte y la segunda en los primeros años de la década de los diez del siglo veintiuno.

Puede visitarse en el piso primero del museo, donde ha quedado debidamente instalada en la sal que sirvió como salón de sesiones de la Academia Hispanoamericana. Allí, el espléndido plano en relieve de la ciudad de Cádiz se ofrece al visitante con toda su belleza y esplendor.

martes, 18 de agosto de 2015

Mis articulistas preferidos: Manuel Llamas Baúza

La explosión de Cádiz. 1947. Un caso sin resolver.

Una gruesa columna de fuego que se elevaba a considerable altura tiñendo el firmamento de un fuerte color anaranjado. La parte superior se transformó en un inmenso hongo del que brotaban miles y miles de partículas incandescentes.

Simultáneamente trepidaron todos los edificios de la ciudad, absolutamente todos, y atronó el espacio una detonación seca y de tan enorme intensidad y resonancia que, según supimos después, fue escuchada en todos los pueblos comarcanos y otros de las provincias de Sevilla y Huelva.

Las radios y la prensa nos dijeron después que habíase percibido, claramente, en Lisboa, causando en todas partes gran conmoción y alarma. Tal fue la fuerza de la expansión de los gases. Revista Brisas (Septiembre 1947)


La deflagración de más de mil cargas de profundidad, minas antisubmarinas y cabezas de torpedo en el Almacén Nº 1 de la Base de Defensas Submarinas de Cádiz produjo un enorme hongo de humo y polvo, seguido de un enrojecimiento del cielo visible desde toda la Bahía de Cádiz, Huelva y algunos pueblos de Sevilla, y cuyo ruido atronador fue oído hasta en la propia capital andaluza. El fogonazo fue tan espectacular que pudo ser contemplado incluso desde el acuartelamiento militar español ubicado en el Monte Hacho (Ceuta).

De inmediato se fue la luz en toda la ciudad, enmudecieron las líneas telefónicas y se produjo el corte en el suministro de agua por daños en la tubería general de abastecimiento. Se sumaban, por tanto, a la desgracia la incomunicación con el exterior, la falta de visibilidad para las labores de socorro, la carencia de agua para apagar los numerosos incendios que devastaban los astilleros y los alrededores de la base militar y la descoordinación de quienes, evidentemente, no estaban preparados para una emergencia de tal envergadura.


En el momento en que tiene lugar la explosión no se sabe a ciencia cierta cuál puede ser la causa de ésta. Muchas fueron las hipótesis, al menos durante algunas horas: un fenómeno de la naturaleza tal que un meteorito (eso se pensó al otro lado de la Bahía), que había explotado un gasómetro de la fábrica del Gas, que hubiesen estallado los depósitos de la CAMPSA o quizás la santabárbara de algún buque de guerra surto en el puerto, tal vez los Astilleros o tal vez algún polvorín. En aquel momento nadie tenía entera seguridad sobre cuál fue el desencadenante de la tragedia (al menos, nadie que se hallase fuera del recinto de la Base de Defensas Submarinas).

El terror paralizó los ánimos, y ni siquiera se produjeron, en aquellos momentos casos de tribulación colectiva. Fue un momento de incomprensible serenidad. Así reaccionó Cádiz entero en aquellos minutos inmediatos a la explosión. Fue como una sensación de muerte. Una muchedumbre que no sabía lo que pasaba en aquellos instantes decisivos ponía sus esperanzas únicamente en algo sobrenatural que los salvase de perecer. Después, en la cerrada oscuridad de la noche, sin agua, sin medios de defensa, un horrible desfile, que sobrecogía el ánimo, de heridos que caminaban como autómatas, sin saber adónde. Y de vez en cuando, un nombre, el de una persona que en angustiosa interrogante se clavaba en el aire negro, lanzado por labios que llamaban a un ser querido.


Y luego, a las tinieblas de la noche, se unió el patetismo de los gritos de auxilio y la tarea macabra de extraer de entre los escombros, los cuerpos maltrechos, desfigurados, rotos en la placidez de su vida habitual, por un latigazo de destrucción que les arrojó a la muerte o les hizo prisioneros del dolor físico y mental.

Hubo como un crujir de cristales, ruidos de puertas, cierros y balcones, miradores que caen, muros que se desploman con estrépito, sepultando personas, destrozando enseres. Un gentío que corría despavorido por calles y plazas, pasado el primer instante de inconsciencia, atropelladamente, lanzando ayees de dolor, gritos de angustia, voces de socorro.

A la luz de los reflectores de los primeros coches y camiones que acuden en socorro de los heridos, sin saber siquiera dónde van, se ven caras ensangrentadas. El faro de un coche ilumina la terrible escena que ofrece un cuerpo muerto, junto al que llora una mujer y unos niños. Una luz de carburo a la puerta de un hospital guía los pasos de aquel otro hombre que lleva en los brazos, con un destello de esperanza, sin saber la triste realidad, el cadáver de su hijo.

Cádiz está sin comunicaciones telefónica, ni telegráfica. Las líneas han sido destrozadas. La tubería general del abastecimiento de agua también ha sufrido importantes averías. Y próximo al muelle pesquero, a la entrada del Barrio de San Severiano, como consecuencia de la terrible explosión, se han incendiado los talleres de los Astilleros Gaditanos de Echevarrieta y Larrinaga. Pronto son un ascua, aumentando la tragedia. Se forma en ellos otro gran incendio cuyas columnas de humo y fuego se divisan desde larga distancia.


Acuden fuerzas del Ejército, de la Marina, de Infantería de Marina, al lugar del siniestro, y comienza la penosa tarea, en medio de la oscuridad, que sólo a instantes rompen los haces de luz que lanzan los reflectores de los barcos de guerra surtos en el puerto, y algunos faroles de aceite, de extraer cadáveres de entre los escombros, en un afán generoso de salvar vidas.

Hay un depósito de bombas que puede estallar, que está en inminente peligro. Sus envolturas están ya calientes. Y aquellos hombres consiguen, en un esfuerzo sobrehumano y heroico, aislarlas evitando así la segunda explosión, que hubiese aumentado en proporciones definitivas para Cádiz la catástrofe que ha sufrido la Ciudad.

El Alcalde de Cádiz, Don Francisco Sánchez Cosío, llegó a la Casa Consistorial diez minutos después de las 10 de la noche. Desde ese momento, en los portales del Consistorio Municipal se ha instalado el Cuartel General para la defensa de la Ciudad en peligro. Desde allí se cursan las órdenes necesarias. Enlaces establecen contacto con la Emisora Transradio para que lleven y reciban órdenes y peticiones de socorro y los mensajes de los que se aprestan a acudir en ayuda de Cádiz. Desde allí se disponen los primeros socorros al barrio siniestrado: médicos, ATS y elementos civiles son distribuidos.

El Almirante, Capitán General del Departamento Marítimo, Don Rafael Estrada, también está desde los primeros momentos en el lugar del siniestro, dispone lo conveniente, dentro de la esfera militar de su jurisdicción, para evitar mayores proporciones a la catástrofe, para socorrer a los heridos.

En el Gobierno Civil, el Gobernador interino Don Antonio Fernández Pernía recibe en aluvión el ofrecimiento de toda la Falange, que está allí, presta al servicio. Él los envía al Alcalde que ha asumido la superior capitanía del elemento civil.
A las dos horas, empiezan a llegar los socorros de los pueblos y ciudades próximas. La noche es angustiosa. Nadie sabe las proporciones de la catástrofe, exactamente, nadie se imagina que es tan grande. Los ojos se dirigen al cielo como queriendo arrancar de él el primer rayo de luz de la aurora.


¿Qué había pasado esa noche?

Lo que en realidad pasó es que en la Base de Defensas Antisubmarinas situada en lo que hoy es el Instituto Hidrográfico de la Marina, se habían venido acumulando desde principios de los años 40 una serie de minas y cargas de profundidad, que en febrero de 1943 se estimaban en 868 unidades de minas antisubmarinas de cuatro tipos (H-II, H-III, Rusas y Vickers Elia), a finales de ese mismo año se habían incrementado hasta 2.228 unidades, incluyendo ya cargas de profundidad de varios tipos.

Ese mismo año hubo un escrito en el que se presagiaba lo que ocurrió en Cádiz cuatro años después; en el mismo se advertía de la necesidad imperiosa de trasladar el depósito de minas a otro lugar lejos de la población civil ya que, en caso de explosión del mismo, ocasionaría una tragedia de carácter nacional, y que mientras se procedía al traslado de las mismas había que extremar la vigilancia y las medidas de seguridad para evitar que pudiera suceder ningún accidente.

Ante dicha nota se empezó a buscar un emplazamiento alternativo al depósito de minas, que al final sería en el denominado «Rancho de la Bola», en el término de Jerez de la Frontera, donde empezaron a construirse unos depósitos en 1944.

La seguridad existente en los depósitos de la Base de Defensas Antisubmarinas sita en el barrio de San Severiano era de risa, hecho que fue confirmado en varias visitas al mismo hasta poco antes de la tragedia.

En julio de 1947, un mes antes de la luctuosa fecha que persiste en la memoria de nuestros más ancianos paisanos, todavía habían almacenadas un total de 2161 unidades (solamente 67 unidades menos que en 1943), lo que da a pensar que en el gobierno dictatorial del General Franco poco menos que les dio igual los informes que les llegaban advirtiendo del peligro que se cernía sobre Cádiz, como se demostró también después de la tragedia, donde la ayuda a la capital gaditana fue totalmente irrisoria.

¿Accidente o sabotaje?

Durante las siguientes horas se barajaron diferentes teorías, algunas de ellas totalmente descabelladas, de las que hoy por hoy no hay ninguna que nos dé el 100% de la causa real que originó la explosión del depósito de minas. Estas son algunas de las más destacadas:

• Teoría de la experimentación nazi: Bien es sabido que desde principios del siglo XX hubo colaboración entre el gobierno alemán y los Astilleros de Echevarrieta-Larrinaga, adquiridos por el empresario vasco Horacio Echevarrieta en 1917. A partir de 1922 hubo un estancamiento en el sector naval que, unido a las dificultades de financiación del astillero, precipitó a las instalaciones a una profunda crisis que intentó solventar mediante la construcción de material ferroviario. Finalmente Horacio Echevarrieta vio la salida a sus problemas en la construcción de buques de guerra para la armada. Así surgió la idea de crear una fábrica nacional de torpedos y construir submarinos en Astilleros de Cádiz. Tras varias reuniones a alto nivel celebradas en Berlín a finales de marzo y comienzos de abril de 1926, en presencia de varios ministros alemanes y el propio Canciller del Reich Hans Luther, la colaboración entre Horacio Echevarrieta, el gobierno español y el alemán comenzó con una serie de acuerdos de gran envergadura cuyo proyecto principal consistía en la construcción en Astilleros de Cádiz, con tecnología alemana y piezas suministradas desde Holanda, del submarino E-1.

Después de la Segunda Guerra Mundial se habló que científicos alemanes de la Kriegsmarine estuvieron inmersos en experimentos con nuevas armas, incluido un submarino impulsado por energía atómica o armado con torpedos de carga nuclear, en las instalaciones de la Fábrica Nacional de Torpedos. De hecho, después de la explosión, la radio BBC informó que la catástrofe de Cádiz había sido causada por el fallo de algún tipo de experimento con armas atómicas. Como se puede ver es bastante poco probable decir que la causa de la explosión fuese debida a dichos experimentos fallidos.

• Teoría de la conspiración: Ciertos documentos presentes en el Archivo del General Varela y que puede ser consultado en su totalidad en el Archivo Municipal de Cádiz, hablan de que la causa de la explosión pudo ser debida a un sabotaje, hecho que tomó mayor importancia tras otras explosiones en otros polvorines que acaecieron posteriormente. Hay varios documentos que pueden verse en dicho Archivo y que transcribimos a continuación:

o Carta manuscrita por un antiguo jefe de los servicios de contrainteligencia militar, fechada en octubre de 1947, y dirigida en Tetuán al general Varela:“Si Vd. cree que la catástrofe ocurrida en Cádiz fue un acto de sabotaje, creo que podría contarle una historia interesante relacionada con una que fue agente mía, del E. M., de los ingleses y de los alemanes y al final averigüé que era una agente rusa, que sabe seis clase de letra a la perfección, seis o más idiomas, conoce todas las armas de guerra y tiene estudios de laboratorio y está liada maritalmente con un oficial de la marina de guerra con el que ha tenido tres hijos.No me cabe la menor duda de que si ha habido sabotaje, esta Sra. tendrá parte en el mismo. Siendo agente mía tuve que hacer que trasladaran al marido al interior, para quitarle de la zona portuaria con Gibraltar pero consiguió que trasladaran al marido a Sanlúcar de Barrameda. Si Vd. me dice a qué hora le puedo ver, yo iré a verle, lo que puede decir a mi casa por teléfono (teléfono 508)”.


o Nota informativa policial emitida el 3 de enero de 1948 por la Brigada Político-Social de la Dirección de Seguridad de la Zona del Protectorado: “El pasado mes de mayo pasó clandestinamente de Francia y destinado a la región andaluza, un destacado miembro de la CNT (fracción de Federica Montseny) llamado “FRIAS”, natural de Granada, y que enviado por el Comité Nacional de dicha organización en la nación vecina, tenía por objeto organizar en la región andaluza los grupos específicos que habían de llevar a efecto toda clase de sabotajes y actos vandálicos. Por conducto de Tánger (estafeta Copérnico) se recibió de Toulouse (Francia) una carta a finales de julio en la cual el “FRIAS” comunicaba al Comité Nacional, entre otras cosas de menor importancia, la siguiente noticia: Llego hoy de Cádiz, trabajo con nuestros hermanos de la Pirotécnica, pronto leeréis en la prensa mundial noticias sensacionales. – A los pocos días ocurría la catástrofe de Cádiz”.

• Hipótesis «NC» o teoría de la nitrocelulosa: Ésta es la hipótesis que, de momento, parece más verosímil. Si bien la inmensa mayoría de las cargas de profundidad que había en el depósito en el momento de la explosión contenían como explosivo principal TNT o algún derivado del mismo, había un tipo, fabricado en Alemania, denominado WBD, y que contenía un explosivo que fue muy usado hasta que se descubrió lo peligroso que podía resultar debido a su inestabilidad: el algodón-pólvora o nitrocelulosa. La hipótesis se recoge en el libro de J. A. Aparicio antes citado, pero el autor de la misma es un químico llamado Miguel Ángel López Moreno.

Debido a la inestabilidad del compuesto parece ser que una de ellas sufrió una explosión espontánea, que hizo de “espoleta” para que explosionase el resto de las contenidas en el depósito. Un hecho que había pasado desapercibido desde 1947 y que figuraba en un manual denominado «Material de cargas de profundidad», texto oficial de la Armada Española publicado en 1950, es que las cargas WBD contenían cada una 125 kg de algodón-pólvora. Al poco tiempo de la explosión de Cádiz y cuando todavía no se había clarificado la causa de la misma hubo una orden para que se desembarcasen todas las cargas de profundidad cuyo explosivo no sea TNT o se desconociera, existentes en España y que se manejasen con sumo cuidado, temiéndose que lo acaecido en Cádiz ocurriese en otro punto del país.

Una deuda pendiente con Cádiz.

Tras la explosión se intentó acallar lo antes posible la posible responsabilidad del Estado. Por supuesto el Estado nunca se responsabilizó de la misma, debido a que tendría que haber pagado unas fuertes indemnizaciones a las víctimas. Para callar bocas se procedió a la reconstrucción parcial de la zona por parte de la Dirección General de Regiones Devastadas, organismo que no tenía ni dinero ni materiales para proceder. De hecho, solo 80 familias de las 380 afectadas se vieron beneficiadas.

Horacio Echevarrieta perdió su astillero y no vio ni un céntimo, por lo que tuvo que disponer de su fortuna para intentar reparar la factoría de la que dependían miles de gaditanos de la época, no bastando para ello y se vio obligado a solicitar préstamos que le fueron denegados sistemáticamente. Al parecer había intereses por parte del Régimen para la caída del empresario vasco.


Por otra parte la investigación que pedía el pueblo gaditano para que se aclarasen las causas y los responsables de la explosión tampoco se llevó a cabo. De los tribunales civiles pasaron a los militares, por lo que todo se silenció y se impidió la declaración de los altos mandos del Departamento Marítimo fueran imputados en un delito de homicidio por negligencia.

Han pasado 68 años y todavía esperamos una respuesta concreta. Esperemos que con los años y gracias a investigadores como J. A. Aparicio, J.A. Hidalgo



Bibliografía
• José Antonio Hidalgo Viaña: Cádiz 1947. La explosión. Puerto Real (Cádiz). 1997.
• José Marchena Domínguez y cols.: Cádiz, 1947: El año de la explosión. Cádiz. 1997.
• José Luis Millán Chivite: Historia de Cádiz. Cádiz, siglo XX. Madrid. 1993.
• J.L. Gutiérrez Molina: Capital vasco e industria andaluza. El astillero Echevarrieta y Larrinaga de Cádiz (1917-1952). Cádiz. 1997.
• José Antonio Aparicio Florido: La explosión de Cádiz de 1947 desde el punto de vista de la Protección Civil. Cádiz. 2003.
• José Antonio Aparicio Florido: La Noche Trágica de Cádiz: Testimonios inéditos de la Catástrofe de 1947. Cádiz. 2009
• Revista Brisas: Número extraordinario dedicado a La Catástrofe de Cádiz. Cádiz. 1947.
• Archivo Histórico Municipal de Cádiz: Archivo del General Varela (digitalizado).


 


 


martes, 11 de agosto de 2015

Los judíos deportados desde Cádiz

Moshe Yanai y los judíos evacuados desde Cádiz.

El antiguo monolito que conmemoraba los XXV años de paz, situado en la confluencia del paseo de Canalejas con la calle Argantonio de Cádiz, sirvió en octubre de 2013 como base para homenajear a don Ángel Sanz Briz, embajador de España en Hungría y conocido con el sobrenombre de "el ángel de Budapest", a Moshe Yanai, y a los más de 500 judíos que en 1944 zarparon del puerto de nuestra ciudad hacia Haifa, huyendo de la barbarie nazi que se extendía por Europa, quedando el monumento inaugurado por Adela Sanz-Briz Quijano, una de las hijas del diplomático español, y Josef Mor, cuñado de Moshe Yanai.


¿Nos hemos preguntado alguna vez cual es esta historia? ¿Quiénes eran todas estas personas a las que se homenajean?, ¿Cómo llegaron hasta Cádiz?.




El 29 de enero de 1944, sale una carta remitida desde la embajada británica en Madrid, firmada por Samuel John Gurney Hoare, vizconde de Templewood y embajador del Reino Unido en España durante esas fechas.   Dirigida a Sir Anthony Eden, político del partido conservador de dicho país y que llegó a ser primer ministro desde 1955 a 1957.

En ella relata el trabajo realizado durante el año 1943 por su institución con los prisioneros de guerra y refugiados que había en España, independientemente de los británicos evacuados que llegan a la cifra de 20.300, a los que hay que sumar personas de los diferentes países aliados de la segunda guerra mundial.

Lo interesante, lo que atañe en la historia local de Cádiz, es que en dicha carta se refiere a la evacuación de unos quinientos judíos, la mayoría apátridas, que fueron embarcados en el puerto de Cádiz con destino a Haifa, entonces protectorado británico, y cuyo trabajo fue supervisado por el Brigadier Toor que encontró muchas dificultades debido a las intrincadas conexiones militares españolas.

En ese grupo de 500 personas, se encontraba Moshe Yanai, que tenía como anterior nombre Mauricio Palomo, el niño sefardita nacido en Barcelona y deportado junto a sus padres y otros 500 judíos de toda Europa, que con su patrimonio familiar y la ayuda de la Embajada Británica en Madrid estuvieron confinados en el Hotel Playa de Cádiz, antes de salir el 22 de enero de 1944 en los barcos portugueses "Nyassa" y "Guiné", fletados por la Joint, asociación de ayuda a los judíos.

Muchos de ellos fueron salvados en la capital húngara por el diplomático español Ángel Sanz Briz, "el ángel de Budapest" logró rescatar a más de 5000 judíos de la capital de Hungría, gracias a la singular interpretación que hizo de un decreto promulgado por Miguel Primo de Rivera en 1924 sobre los judíos sefardíes, herederos de los expulsados por la Corona de España en tiempos de los Reyes Católicos, a los que se le reconoce el derecho a tener la nacionalidad española.


Usando un subterfugio transformó 200 salvoconductos en 5.200, Dicho decreto fue derogado en 1930, aún sabiéndolo, Ángel Sanz Briz se acogió a él, con lo cual su mérito fue todavía mayor; en 1989 fue nombrado 'Justo entre las Naciones' por el Gobierno de Israel. 

Ese decreto ha entrado recientemente en vigor nuevamente.

Imagen del monumento a los deportados.

Para ampliar cualquiera de las imágenes, hacer 'click' sobre ellas.



domingo, 26 de julio de 2015

Gades romana. Breve historia


Gades, nombre romano de Cádiz, fue tratada por el Imperio Romano de una forma muy especial, debido a su rendición pacífica.
 
Adquirió el estatuto  de civitas foederata (ciudad federada de Roma), se la conocerá con el nombre de Augusta Urbs Julia Gaditana, concediendo a los gaditanos la ciudadanía romana. Este privilegio le permitió mantener su autonomía política y económica, aunque tenía que mandar tropas a Roma en caso de necesidad, y ello se vio beneficiado en la economía de la ciudad, que aumentó considerablemente, además de estar exenta de pagar impuestos.

 
La supremacía de la ciudad y su importancia bajo dominio del Imperio queda constatada con la construcción de dos vías comerciales que impulsaron el comercio terrestre de una forma tan importante como el comercio marítimo:
 
- La Vía Augusta, que unía Gades con Roma, pasando por otras ciudades importantes del Imperio, actualmente, la carretera N-340 sigue el trazado de dicha Vía hasta la altura de la provincia de Murcia.
 
- La Vía de la Plata, que unía Gades con Asturias y el Norte de la Península pasando por Emérita Augusta (Mérida).
 
 
Cádiz también está presente en la guerra civil de Roma, cuando los romanos del bando pompeyano mandaron construir barcos en Cádiz y saquearon el templo de Hércules (muchos coinciden con que este templo es el antiguo templo de Melkart).  Pero los gaditanos cierran a las tropas pompeyanas y éstas son derrotadas por el ejército de César. Gracias a este apoyo por parte de Cádiz al emperador, éste, en el año 49 a.C. le concede a Cádiz la ciudadanía romana y la eleva a la categoría de municipio, destacando en la oligarquía gaditana la familia de los Balbo, familia de larga tradición fenicia, que adopta el partido del César, hasta tal punto que en De vita Caesarum, Suetonio cuenta como Balbo lleva a César al templo gaditano de Hércules-Hēraklēs-Melkart a rezar ante la divinidad romano-greco-fenicia.
 
 
La economía de Gades, tal como se menciona más arriba, estaba exenta del pago de impuestos a Roma, que unida a la elaboración del garum, las factorías de salazones, las construcciones y reparaciones de barcos, la ciudad, que contaba con circo y teatro, era puerto base para las rutas de importación y exportación de hierro, estaño, aceite, vino y tejidos, toda esta actividad hacía que Gades disputara supremacía económica a otras grandes ciudades del imperio. Además, la ciudad contaba con su propia moneda para facilitar el comercio; el anverso mostraba a Hércules, su fundador, y el reverso mostraba uno o dos atunes. En éstos y posteriores años se hacen famosas las puellae gaditanae, bailarinas de Gades, como la citada por Marcial, Telethusa.

Estrabón nos cuenta como César abolió algunas costumbres gaditanas autóctonas por considerarla bárbaras, aunque esto no tuvo que tener una importancia relevante para la ciudad. Pero, al igual que en todo el Imperio, la decadencia económica y la inestabilidad política se empieza a dejar notar en la ciudad a partir de la segunda mitad del siglo III y durante el siglo IV, hasta que el Imperio entero caerá bajo la dominación de los pueblos bárbaros.
 
Hacia el año 4 d.C. nace en la Gades romana Lucio Junio Moderato Columela, escritor y militar con grado de Tribunus militum, contemporáneo de Séneca. 
 
En cambio, su interés principal fue la agricultura, sentando bases que han llegado a nuestros días plasmados en De re rustica libri XII que trata sobre agricultura. Asimismo, tiene tratados sobre árboles De arboribus y jardinería.
 
La obra de Columela es considerada el repertorio más amplio y documentado sobre agricultura romana.
 
 La potencia del Gades romano fue difuminándose con el paso de los años, hacia el siglo V de nuestra era, en que cae en poder de los godos, Cádiz no es más que un recuerdo ruinoso y monumental de su antigua prosperidad.
 

lunes, 29 de junio de 2015

Mis articulistas preferidos: Miguel García Díaz.

Manuel González de Rueda y Gil, figura y obra de un gaditano ilustre.
 
Coronel de Artillería de la Armada e inventor del sistema de cañones que lleva su nombre, fue de los pocos españoles condecorados con la Legión de Honor y las Palmas de Oro de instrucción pública de Francia.  Perteneció a esa ilustre saga de ilustres marinos españoles del siglo XIX, eminentes científicos e inventores de la que formaron parte Isaac Peral y Narciso Monturiol, hombres a los que en España no se les reconoció su auténtica valía.
 
El coronel don Manuel González de Rueda y Gil nació  en la ciudad de Cádiz, salada claridad, cuna de la gracia y la libertad, de gente a la vez extrovertida y receptiva, forma de ser de aquellos que viven de cara al mar.  Manuel no perdió nunca ese carácter, ese salero con el que se impregnó tomando las aguas de su bautizo en la gaditana parroquia de San Antonio, antiguo Campo de la Jara y plaza de Armas de la ciudad, donde en su infancia presenciaría muchos actos militares a los que le llevaría su padre, Condestable de la Armada, quien además le inculcaría el amor por la mar y por nuestra Marina de Guerra.
 
Hombre de acendrado patriotismo y de firmes convicciones religiosas, amante de la lectura, bues escritor y además poeta.  Los sonetos que escritos por él se han recuperado, demuestran buen estilo y su amor por Cádiz y sus mujeres. Me contaba su nieto una anécdota que prueba su buen carácter y esa forma de ser abierta del andaluz. Era propietario de una casa en La Navata, en la sierra madrileña. Cuando hicieron la carretera que pasaba pro allí, el tramo próximo a su propiedad tardó mucho tiempo en hacerse. El secreto de tal tardanza era que los obreros que la estaban construyendo, en sus ratos de descanso, disfrutaban de las tertulias que tenían con Manuel y que siempre se prolongaban al ser muy amenas y estar acompañadas de un gran botijo con agua de pozo bien fresca, hogaza de pan y embutidos... y para los más atrevidos en vez de agua, un buen vino, que les obsequiaba Manuel y su mujer, María, una malagueña risueña, graciosa y cantarina, y si además les trataban de esa forma tan abierta, tan campechana, tan "a la andaluza", como cariñosamente la llamaban los lugareños a María, era lógico que se "dejaran ir".
 
 

Con catorce años Manuel ingresó como alumno en la Academia y cinco años después salió de teniente destinado a Cartagena. Tras su ascenso a capitán consiguió un destino en La Carraca (San Fernando) y embarcó en la fragata de hélice "Gerona", donde permanecería más de dos años realizando los servicios propios de su empleo y el de profesor: Ya en aquel tiempo traducía francés en inglés y mostraba grandes facultades y conocimientos de física, química y ciencias exactas.

Después fue destinado a la Junta de Experiencias del Departamento de Cádiz y a la Academia de Aplicación como profesor, destinos donde fue adquiriendo conocimientos y experiencia, tal fue así que en 1895 fue elegido para formar parte de la Comisión de Marina que fue enviada a Francia. 

En El Havre fue encargado de llevar la inspección de materiales y dos años después presentó el proyecto con memorias y planos de un cañón de 12 cm. y montaje de su invento que en un principio fue aprobado.  Intervino también en el alistamiento del contrato de construcción del crucero "Río de la Plata".  Permaneció en Francia durante cinco años, hasta ser destinado al Departamento de Cádiz en abril de 1901 y ascendido a comandante.

Con objeto de dotar del armamento correspondiente al nuevo crucero protegido "Reina Regente", se abrió un concurso para la elección de los cañones que habría de tener el mismo.  Tuvo lugar en septiembre de 1902 y al mismo se presentó la casa Schneider con dos ofertas, una con los cañones inventados por González Rueda, previa autorización del inventor, y que fue justamente la que mereció la elección y aprobación de la Junta Consultiva de la Armada, tanto por sus condiciones técnicas como por el precio.

En febrero de 1904 fue destinado en comisión para terminar y presentar un estudio de transformación de los cañones García Lomas de 10cm., trabajo que simultaneó con la inspección de los trabajos de construcción de sus cañones.  En marzo fue enviado a Londres como miembro de la Comisión de Marina de Inglaterra.


 Al año siguiente fue designado para representar a nuestra Armada en el Congreso Geográfico de Saint Étienne, recibiendo la medalla "Francis Garnier" y la propuesta para Oficial de Instrucción Pública de Francia.  En ese mismo año y con ocasión de una visita a España del presidente de la República Francesa, fue promovido a Caballero de la Legión de honor de Francia. Fue felicitado también por el ministro de Marina por los resultados obtenidos ante la Comisión de Pruebas con el cañón experimental de 15cm. del que era inventor y que se habían celebrado en el Polígono de Torregorda de Cádiz y además le fue concedida la Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

En septiembre de 1906, fecha de su ascenso a teniente coronel, fue pasaportado a Ferrol a fin de facilitar los datos necesarios para la instalación de cañones de 15cm. en el "Reina Regente" y el 26 de septiembre de 1910 fue invitado para asistir a las pruebas de instalación de la artillería en el mismo. Siguió realizando infinidad de proyectos de los que era autor que no reflejo aquí porque prolongaría en exceso la extensión de este trabajo, concediéndole por ellos felicitaciones y la Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco. Por Real Orden de 7 de julio de 1909 pasó a la situación de Supernumerario.

Por haberse dispuesto que se trasladara a Alicante en comisión de servicio, marchó a la citada ciudad donde el 11 de febrero de 1911 debía de encontrarse a bordo del "Reina Regente" cono ocasión de la visita del rey Alfonso XIII.  La familia conserva la portada del periódico ABC de fecha 16 de febrero donde se ve al rey con el coronel González Rueda y el ministro de Marina.
Retirado del servicio activo, continuó viviendo en Madrid, ejerciendo importantes cometidos en la Sociedad Española de Construcción Naval, en la que fue consejero y presidente de la Asociación Benéfica y de Previsión de los empleados de la misma como consultor auxiliar de la gerencia. Fue también Vicepresidente de la Cámara de Industria de Madrid.

En 1932 falleció su mujer volcándose en su hijo pequeño, Alejandro, junto con su otro hijo Manuel. Fue algo que marcó su vida para siempre. Su casa de La Navata le permitió practicar uno de sus aficiones favoritas: la jardinería.

El 18 de julio de 1936 se encontraban en La Navata. Su hijo Manuel se dirigía en tren a Madrid acompañándose de una bicicleta por si le hiciese falta para volver, los rumores bélicos eran muy consistentes, y cuando estaba a unos 20 kilómetros de Madrid oyó los cañonazos y se bajó del tren retornando a La Navata. A los pocos días aparecieron unos milicianos armados procedentes de Galapagar para interrogarles. A pesar de la tensión que se respiraba en el ambiente, Manuel se mostró con una gran entereza, educación y valor, defendiendo y explicando su situación como hombre ya mayor, viudo con dos hijos uno de ellos muy pequeño, con su hermana y una prima a su cargo.

También sabemos que incluso ordenó a su hermana que les preparase un café o algún tipo de aperitivo. A estos milicianos les impresionó esta conversación que tuvieron con él y la entereza que mostró. Le pidieron que por favor se fuesen de inmediato de la casa pues ellos no querían tener problemas con sus mandos militares, a los que les contaría que no lo habían encontrado en ella, y que desde luego si les ordenasen volver por la casa en los próximos días, sería para llevarle arrestado a sus dependencias militares de Galapagar.

Ese mismo día recogieron lo que pudieron, sacrificaron las gallinas y regalaron el resto de animales de granja que tenías a algún vecino de confianza de los que permanecieron mas tiempo en La Navata.

A la mañana siguiente mucho antes de amanecer, su hijo Manuel enterró en la parcela una cubertería de plata, varias armas de caza y varias pistolas.  Después de varios años aparecería por casualidad al reparar una tubería de suministro de agua una caja metálica de las que compraban con bobinas de hilo, conteniendo una pistola casi en descomposición por el óxido que presentaba y uan caja de balas en perfecto estado.

Al amanecer, salieron de La Navata con destino a Madrid con gran pena e incertidumbre sin conocer los acontecimientos que les esperaba.  Durante la guerra no volvieron a ella.

En ella perdió gran parte de su patrimonio al no tener valor; ni ni el dinero ni las acciones bursátiles de que disponía, también se sabe que pasaron bastante hambre aprovisionándose de alimentos mediante cartillas de racionamiento y realizando trueques de objeto de valor por comida en el mercado negro.   Uno de estos mercados se organizaba en la calle Alcalá, muy próximo a la calle Hermosilla donde vivían.

En el año 1938, Manuel, que era muy fumador, cayó enfermo con una enfermedad pulmonar; y a pesar de sufrir una operación, el 20 de febrero entregó su alma a Dios, siendo enterrado en el cementerio de la Almudena en una fosa donde yacía su esposa María, su querida malagueña, la de ojos rebosantes de alegría y ganas de vivir.  Poco antes, en 1936, al Ejército Nacional le fueron necesarios sus cañones, los cuales volvieron a la vida para defender, esta vez, nuestra costas, pero eso es otra historia.

Hoy en día, gracias a las gestiones realizadas por sus nietos, existe en Galapagar-La Navata una calle que lleva el nombre de González de Rueda como homenaje a él y a su hijo Manuel, y en el Museo Naval de Madrid, se puede observar en una de sus salas un retrato al óleo de Manuel González de Rueda y Gil, además de una vitrina con sus condecoraciones y una maqueta en acero del cañón por él inventado.