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Cádiz, Andalucía, Spain
AB ORIGINE SEMPER FIDELIS. IN PERPETUAM, SEMPER ET UBIQUEM GADES. QUI POTERS CAPERE, CAPIAT.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Jean Baptiste Labat O.P.y su relación con Cádiz


Jean Baptiste Labat (1663-1738) fraile dominico con grandes conocimientos de botánica, contumaz viajero que residió en Cádiz desde el 8 de octubre de 1705 hasta el 6 de febrero de 1706, haciendo una escala que duró cuatro meses proveniente de La Martinica donde ejercía como misionero. Fue un momento convulso ya que España se encontraba inmersa en la llamada Guerra de Sucesión.

Se alojó en el Convento de Santo Domingo, que es el de su orden religiosa, aunque al parecer no fue bien recibido debido a su conducta, ya que le precedía la fama de sus andanzas y polémicas en el Nuevo Mundo. Era un gran catador de vinos y aficionado a opíparas comidas, a hablar con poco decoro para la época, de carácter presuntuoso, además de no ser partidario de completar su hábito monacal con la característica capa negra de la Orden de los Dominicos.

Se llevó cuatro meses en Cádiz, tomando notas, hablando con los naturales de la ciudad y sacó sus propias conclusiones tales como la ociosidad de muchos de sus habitantes y que en su mayoría no usaran sombrero, también le marcó la elegancia de las gaditanas y le pareció que nuestro idioma era bello si lo pronunciaba una mujer y no un hombre, ya que éstos hacían demasiado gestos con la boca según decía.

También señala una costumbre que ningún historiador confirma, según Jean Baptista Labat, las personas fallecidas que no podían pagar su entierro, eran expuestas durante un día en la Plaza Mayor (Actual Plaza de San Juan de Dios) para que las personas pudieran depositar las limosnas y diezmos, para así sufragar los gastos del sepelio.

Hagamos un resumen de algunos de sus escritos sobre la ciudad que se encontró en aquella época.

Acerca del Convento de Santo Domingo dice:

“Está situado en el extremo oriental de la ciudad, una parte de sus edificios y de su iglesia tienen vista sobre el puerto, y no están separados de las murallas de la ciudad más que por un muelle de siete u ocho toesas de ancho. Un lado de la iglesia termina la vista de una calle, a cuyo extremo se encuentran la plaza del mercado y la calle Nueva”.


También hace alusión a la calle Nueva, donde terminó alojándose por las desavenencias con su comunidad de frailes dominicos, el nombre de dicha calle era el más adecuado para ella en ese momento:

"En esta calle que sirve de bolsa donde se reúnen dos veces al día los mercaderes, los noveleros y desocupados, y como estas dos últimas especies constituyen más de tres cuartos y medios de la población, puede juzgarse que está repleta de público en los dos momentos que acabo de señalar.

Lo que hay de notable en esta confusión de gentes, es que cuando se oye el Angelus, a mediodía y por la tarde, esta multitud de discutidores, se calla y podría oírse el movimiento de una mosca mientras rezan su oración, después vuelve de nuevo el ruido como antes, aunque dura poco tiempo pues todos se retiran para comer o cenar".

Hay que tener en cuenta que en esa época, la calle Nueva estaba poblada por mercaderes y comerciantes de varias nacionalidades, principalmente italianos, franceses, ingleses, alemanes y flamencos destacando con más de veinte individuos cada una de ellas.

También se refiere a la 'Casa de las cadenas' de esta forma:

"Observé paseándome por la ciudad, una casa bastante hermosa con portada de mármol delante de la cual había columnas del mismo material, de cerca de tres pies y medio de alto, alejadas cuatro pies del muro, que tenían en lo alto, aros y cadenas de bronce. Creí primeramente que sería el Palacio de la Justica, pero luego averigüé que estos bornes encadenados habían sido puestos para indicar que esta casa gozaba del privilegio de inmunidad eclesiástica, que hace que todos los que se acojan a ella penetren entres sus columnas o simplemente las toquen queden salvos, exceptuando el que la Inquisición lo reclame, pues ante ella toda puerta está abierta".

Además, cuenta también el motivo por el que se le concede este privilegio:

"Esta casa gozaba de este privilegio desde cierto día que durante la procesión del Santísimo, sobrevino una gran tormenta de lluvias y truenos tan terrible que obligó a entrar en ella para poner al Santísimo a cubierto.  El dueño de la casa hizo abrir la más bella de sus salas, donde rápidamente se instaló un altar, cubierto de bellos tapices, profusamente iluminado, y continuando el mal tiempo el obispo juzgó oportuno celebrar los Santos Misterios.

Desde este afortunado momento, las sala en que se había dicho misa se convirtió en capilla.  Por respeto n se duerme en la cámara que está sobre ella y en reconocimiento la Curia eclesiástica y la justicia civil han concedido a esta casa el privilegio de inmunidad".

Al hablar del Convento de San Francisco dice:

"Hay en esta casa tres cofradías, la del Cordón de San Francisco, la de San Antonio de Padua y la de San Luís, Rey de Francia, comprende esta última a todos los comerciantes franceses establecidos o de paso en  Cádiz y a ella atrae a los franciscanos todos los entierros principales y generalmente todas las ceremonias que la nación francesa manda a hacer".

El padre Jean Baptiste Labat no conocía que la Capilla de San Luís, Rey de Francia, era la Capilla Nacional de los franceses residentes en Cádiz desde el año 1621 en que fue fundada y que en su bóveda se enterraban los de dicha nacionalidad que morían en Cádiz y en ella celebraban sus cultos.  Aún hoy es propiedad de Francia.

Acerca de un episodio ocurrido en Cádiz que dio lugar a graves incidentes, el padre Jean Baptiste Labat narra lo siguiente:

"Había en la bahía de Cádiz algunos barcos de guerra franceses cuyos elementos jóvenes se pusieron un día a pasear por las calles de Cádiz con grandes gafas.  Los españoles lo tomaron por una ofensa y los insultaron, a su vez, algunos sacaron espadas y los españoles salieron derrotados.   Al gobernador y al comandante francés les costó bastante trabajo apaciguar dicha querella, que hubiera podido tener funestas consecuencias, se pretendió que los franceses no hubieran usado gafas sino para conformarse con la costumbre del país; pero no para insultar a los españoles, y como éstos eran los agresores, el gobernador hizo encarcelar a los que estaban en condiciones, puso centinelas a los heridos, dos o tres de los cuales murieron.

Los franceses tuvieron sus barcos como prisión y al cabo de quince días, el gobernador dió una gran comida y se hizo una reconciliación general. El comandante de nuestros navíos franceses hizo lo mismo al día siguiente, después de lo cual se dispensó a nuestra juventud de adaptarse a la moda de las gafas y renació la paz".

Hablando de gafas, también hace alusión a las que llevan sus compañeros sacerdotes de esta forma:

"Todos los sacerdotes llevan grandes gafas sujetas a sus orejas por un cordón, y no se las quitan jamás, pretenden que esto les de gravedad y hace creer que su aplicación al estudio es tan grande que si este auxilio perderían infaliblemente la vista.  Todos los que se precian de leer o escribir, jóvenes o viejos, las gentes de justicia, los médicos, cirujanos y aún los boticarios, los tenedores de libros, la mayor parte de los obreros y generalmente todos los religiosos llevan grandes gafas.

Para los jóvenes religiosos es el que les autoricen a usarlas, una señal de
distinción".





1 comentario:

  1. Interesantes retazos de nuestra historia, como siempre. Lo cierto es que no salimos muy bien parados, no puede decirse que el señor Baptiste fuera el embajador ideal para los gaditanos.

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