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Cádiz, Andalucía, Spain
AB ORIGINE SEMPER FIDELIS. IN PERPETUAM, SEMPER ET UBIQUEM GADES. QUI POTERS CAPERE, CAPIAT.

jueves, 7 de julio de 2022

Gades como municipio romano (II)

 

Hay un momento, pocos años después del tratado, en el 199 a.C., en que las relaciones entre Gades y Roma atravesaron por una época de tirantez. Hispania pasaba por entonces sus primeros trámites de reorganización administrativa, sin que los gobernadores romanos fuesen fiscalizados en su labor. 

Los múltiples abusos cometidos llevaron a una insurrección general en el 197 a.C., y uno de ellos debió ser el envío, dos años antes de la revuelta definitiva, de un prefecto romano a la ciudad para supervisar  la labor de los magistrados locales, e incluso exigir cierta tributación, iniciativas ambas de las que Gades había quedado exceptuada en el tratado anterior.  

La gallardía y seguridad en sí misma quedó demostrada con el envío de una delegación a Roma, recibida en el Senado, a quien hubo que recordar la fidelidad tradicional de la metrópoli gaditana a la causa romana. 

En esto fue Gades un poco portavoz de la Bética, y no fue esta la única vez, porque, más tarde, a mediados del siglo I a. C, le buscó otro disgusto al cuestor Valerio Flaco, por abusar más de la cuenta de las competencias de su cargo. Desde luego, aquellos gaditanos de entonces, patricios en la sabiduría, e intrépidos y con amplia capacidad de iniciativa para el comercio, nunca se sintieron coaccionados ante un poder político superior, teniendo además la suficiente finura y tacto diplomático para encontrar siempre fuertes valedores en Roma. 

Hasta el 78 a.C., no hay acontecimientos destacables en la evolución política del estatuto administrativo de Gades. Sabemos por Cicerón que, en aquellas fechas, el antiguo tratado de Gades con Roma, surgido en un momento de indudable inestabilidad e inseguridad, fue no sólo concluido en algunas cláusulas que es probable que, con los apremios del 206 a.C., hubiesen quedado poco claras o incompletas, si no que también fue renovado.  Pero, en esencia, las dos partes siguieron reconociéndose los mismos deberes y derechos.

Prueba de ellos es que muchos factores culturales propiamente fenicios, como la lengua, las monedas, o los nombres y competencias de los magistrados, siguieron conservándose en la ciudad de Cádiz, hasta incluso los primeros años del Imperio. De todas formas, y tal como suele ocurrir siempre, ya en el siglo I a.C., las clases sociales altas, leyendo a los clásicos latinos  o haciendo frecuentes viajes a Roma, venían a constituir la élite más ansiosa de novedades, de cultura y, por lo tanto, de romanizar a su ciudad. 

En el año 69 a.C., vino como cuestor a Gades un hombre que, con el tiempo, tendría un influjo decisivo en la historia romana y, en su correspondiente escala, en la vida de la antigua metrópoli fenicia: Julio César. En medio de sus conversaciones políticas con los magnates gaditanos, en las que se hablaba de administración local o se recordaban las hazañas del gran Alejandro Magno, el futuro dictador, fue granjeándose amistades entre los hombres más acaudalados de la ciudad, algunos muy inteligentes, como Balbo, y con ganas de salirse de los marcos políticos locales y hacer carrera en Roma.

Estos mutuos afectos sembraron las bases de lo que sería ya un proceso de ininterrumpidos apoyos, hasta el punto de que, cuando César volvió a la península en el 61 a.C., como pretor, Gades permitió (también nos transmite este hecho Cicerón) que realizara ciertas reformas en sus leyes y costumbres locales, actualizándolas según los moldes romanos, algo a lo que la ciudad no estaba obligada, y que sólo podía adoptar como iniciativa propia, provincial y local. Conocida es también su política de conciliación y buen trato para con los provinciales , a los que quiso equiparar en todos los planos a los italianos. Aunque de entre estos, los más celosos defensores de su posición privilegiada le criticaran tanta liberalidad. 


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