Pasión por Cádiz

Mi foto
Cádiz, Andalucía, Spain
AB ORIGINE SEMPER FIDELIS. IN PERPETUAM, SEMPER ET UBIQUEM GADES. QUI POTERS CAPERE, CAPIAT.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Mis articulistas preferidos: Mari Carmen Sánchez Astorga

La Qadis musulmana
 
¿Qué ocurrió para que la próspera Gades, conocida en todo el Imperio por su cultura, su riqueza, su comercio… pasara a ser la olvidada Qadis?

¿Por qué en este período solo se le considera una “plaza” musulmana en la que apoyarse después de la conquista del estrecho y facilitadora del paso de los ejércitos invasores?

¿Qué conocemos de la Qadis musulmana?

Las fuentes materiales siguen siendo cautas, no olvidemos que cuando se reconquista Cádiz se da orden de destruir todos los vestigios musulmanes. El único material que tenemos en nuestro museo de ésta época son dos jarrones encontrados en la Casa de la Contaduría. Y las fuentes escritas se pierden en una enigmática retórica, ambivalente y casi hermética si se carece de un soporte material al que asirse para  poder contrastarlas.

No sabemos si Cádiz se rindió mediante una capitulación con los musulmanes, o si, por el contrario, fue conquistada mediante las armas. De todas formas, la población que se quedó en su ciudad, debió pagar un tributo al pueblo dominante, más probablemente otro, de capitulación.

Durante el Emirato Dependiente de Damasco (711-756) no tenemos noticias de Cádiz. Es a partir del Emirato Independiente de Córdoba (756-912) cuando empezamos a encontrar referencias de la ciudad, concretamente con Abderramán II (822-852) Cádiz es atacada por los Normandos. Este hecho hizo que se construyeran fortificaciones. A partir de la paz en que quedó AlÁndalus después de estos ataques, Cádiz empezó a resurgir como ciudad, aunque seguimos teniendo pocos documentos que nos hablen de ella.

Al principio del período almorávide-almohade (1086-1245) Cádiz es una ciudad no muy brillante, pero su despliegue económico empezó gracias a la importancia de su puerto de mar y a que la Vía Augusta, todavía en funcionamiento, hacía que Cádiz fuese un buen sitio para el comercio. Otro dato importante en el que Cádiz vuelve a ser protagonista, es la entrada de los Almohades en la Península Ibérica a partir de 1145 por esta ciudad.

De ésta época, los paramentos hasta ahora invisibles conservados al cobijo de los edificios correspondientes al Hospital de la Misericordia, parece que vienen a remover viejas controversias. Puede decirse de hecho que los vestigios recuperados pudieran estar en condiciones de revelar lo que tuvieron que callar las estructuras domésticas musulmanas que, se dice, cubrían a hueso la cávea del teatro romano y que fueron sacrificadas por la avidez con que las palas arqueológicas ansiaban recuperar los perfiles originales del coliseo gaditano.

A estas alturas ya nadie discute que para las fechas de la ocupación cristiana de la comarca, Cádiz estaba constituida por un centro de habitación considerable como lo demuestran con profusión el utillaje de uso cotidiano, sólo que al carecer éstos de elementos significativos diferenciadores, por razones de pervivencia tipológica, dificultan una ubicación cronológica exacta, salvo que la lectura estratigráfica lo revele  in situ, cosa que hay que decir resulta infrecuente.

El hecho de que todavía los resultados de las intervenciones arqueológicas en este sector de la cerca (gozne con los edificios consistoriales modernos), estén pendientes de una interpretación global, nos obliga a ser cautelosos en las afirmaciones, no obstante podemos decir que las estructuras edilicias aparecidas empiezan a revelar, de manera contundente, la existencia de un amurallamiento musulmán asentado sobre una obra romana de notable potencia material.

 De otro lado, tampoco podemos afirmar que el recorrido de la cerca musulmana fuera idéntico en su disposición al de las defensas cristianas que, como es lógico, reaprovecharían, recrecerían y aumentarían las estructuras de utilidad preexistentes, pero en lo que toca al sector de la calle San Juan de Dios (frente de tierra), debió obedecer más o menos a la visión que nos ofrece la iconografía de 1513.

Asimismo, contamos con dos circunstancias a resaltar como peculiares de la pre-estructura musulmana que nos hacen pensar en una filiación preferentemente almorávide:

1º • Los paramentos embebidos en la medianera del hospital que se levantan en gran medida directamente sobre basamento de cronología islámica.  La gran torre vigía previa o “Hisn”, que evoluciona primero hacia la torre del homenaje cuadrangular alfonsí y posteriormente a la torre compuesta de fines del siglo XV, debió coserse, a caballo de los siglos XI-XII, al paramento de  la cerca volviendo el lienzo entonces en dirección a la plaza de San Juan de Dios, mientras conservaba su posición y acceso virados con respecto a ella y orientados al vendaval y al istmo.
La cerca pudo contar en su recorrido con otras torres pautadas de planta cuadrangular (posterior torre de las armas cristiana y otra más, por lo menos, inserta luego en el hospital), sin que tengamos elementos para determinar si era practicable o no el paso por el Arco de los Blancos o si éste quedaba envuelto en una estructura de protección perdida que complicara el ingreso, puesto que la entrada en eje directo es más propia del  amurallamiento romano y bajomedieval que de las defensas musulmanas.
En este sentido habría que rastrear la posible conexión de esta entrada a la villa con la estructura urbana de la ciudad antigua, sin olvidar que los arcos externos de protección exterior se labraron en la el siglo XVII por la familia Blanco para proteger una capilla advocada a la Virgen de los Remedios. En la cara interna del sector, protegido en altura debió crecer  el grueso del caserío, apiñado sobre el monturrio, parte del cual se sacrificaría posteriormente para acomodar las torres y patio del Castillo de la Villa, tal como lo conoceríamos en tiempos de Rodrigo Ponce de León.  

2º • La posible existencia de una torre-puerta en el quiebro de la muralla que hacía bisagra con las estructuras del ayuntamiento actual, dejando expedito el cuadrante externo que más tarde ocuparía el Hospital de la Misericordia. Las razones de este quiebro peculiar siguen por determinar, pero pudieran tener que ver con imposiciones de seguridad en la cimentación y quién sabe si vinculadas al discurrir del Canal Bahía-Caleta que, a su vez también podría justificar la extraña orientación de otros tramos como ocurre en el correspondiente al de la Plaza de la Catedral Nueva. Fuentes escritas ayudarían a perfilar estos extremos.

De confirmarse esta torre-puerta, abriría entrada a través de la planta baja poniendo en comunicación, o separando según conviniera, la zona pública o civil de la villa con las  dependencias defensivas. Este recurso en la solución de los accesos encaja bien con la cronología almorávide.


La organización interna de la villa plantea otras  tantas  incógnitas por su continuidad en la habitación y por la distorsión estratigráfica consecuente con la presión urbanística. En cualquier caso la mezquita se elevaría en la cota posteriormente consagrada a la Santa Cruz, con alminar exento coronado por las tres bolas clásicas del Yamud,  probable despiste de los cristianos según parece al vista del grabado de 1513.

Quedarían por localizar los necesarios complementos relacionados con el agua, tanto rituales (abluciones) como de uso social (hamman). En este sector de la villa, que fue el más noble entonces y lo sería después con los castellanos (y que desde luego tuvo su importancia en la organización de la antigua Gades), se concentraría también el grueso del caserío explicando en cierta forma, y pese a las agresivas reestructuraciones posteriores, la intrincada traza de las calles del barrio obedientes a la lógica del urbanismo musulmán, tan distante del esquema habitacional romano; esto es, entendiendo la calle como una consecuencia del ordenamiento de las casas y no como un elemento previo a obedecer para la organización del espacio.

En cuanto a la villa cristiana quedaría configurada, a partir de conquista, respetando el cuadrángulo casi perfecto descrito por las calles de San Juan de Dios, plaza del mismo nombre, calle Pelota y quiebro hacia la catedral. Tres lienzos construidos con tres accesos abiertos: a tierra, Arco de los Blancos; al mar, Arco del Pópulo y al posterior arrabal de Santiago, Arco de la Rosa..

sábado, 19 de noviembre de 2011

Cádiz, al compas de un pasodoble de comparsa

Una selección de fotos de Cádiz realizadas en 2011, acompañadas de la versión instrumental de la Comparsa "Los muñecos de Cádiz" de los hermanos Javier y David Márquez "Carapapa". 


Al piano Tomás García "Tomy Alemania" componente de la comparsa.




martes, 15 de noviembre de 2011

La Cárcel Real, o "Cárcel vieja" de Cádiz.

La Cárcel Real, llamada también "Cárcel vieja" que se levanta en Cádiz durante la época de la Ilustración, constituye uno de los edificios de estilo neoclásico de mayor interés y pureza estilistica de Andalucía.

Monumental, sobria y elegante, incorpora en su fábrica toda la técnica y espiritu, elementos y detalles de la arquitectura neoclásica de moda en la época en detrimento del barroco, construida por Torcuato Benjumeda en 1794 las obras se prolongaron hasta 1836 en que fueron terminadas por Juan Daura, el coste total de las obras fue de 3,5 millones de reales.



El edificio tiene planta rectangular en torno a un patio central de 66,87 por 33,45 metros y perfectamente simétrico, otros dos laterales y dos plantas de altura donde se reparten celdas, pasillos y otras dependencias.   La fachada principal presenta un cuerpo central avanzado con tres arcos semicirculares entre cuatro columnas dóricas de orden gigante y entablamiento clásico con friso trígligos, metopas y gotas y volada cornisa.   Los muros exteriores se ordenan en filas de vanos mediante pilastras dóricas que arrancan de un elevado zócalo o basamento y recogen frisos y cornisas.

La ornamentación exterior se reduce al uso de cornisa sobre las ventanas bajas y frontones triangulares sobre puertas laterales.  Los materiales son pobres en el interior; ladrillo y piedra ostionera mayoritariamente, y decorosos en el exterior; sillares de piedra y mármoles, en algunos lugares, perfectamente canteados.

Durante las últimas décadas del siglo XX estuvo en completo abandono hasta que en los '90 fué rehabilitada por el Ministerio de Justicia para sede de los juzgados, y en 2010 pasa a manos del Ayuntamiento que la vuelve a reformar y la nombra sede oficial de la Real Academia Hispanoamericana de Cádiz.

sábado, 5 de noviembre de 2011

El asalto a Cádiz de la escuadra anglo-holandesa de 1625

Resentido Carlos I de Inglaterra por el desaire que sufrió al serle negada la mano de la Infanta Doña Margarita, hermana de Felipe IV, apenas subió al trono mandó contra la Península una escuadra de 90 naves que, al mando de Sir Edward Cecil, Vizconde de Wimbledon, se presentó delante de Lisboa, no atreviéndose a atacar dicha plaza, continuó su rumbo a Cádiz, con orden de quemar la escuadra surta en la bahía de Cádiz, de tomar esta ciudad de buen grado o por la fuerza y saquearla. En esta armada anglo-holandesa, figuraban además de sir Edward Cecil, el entonces nombrado a la sazón General, Guillermo de Nassau y el Conde de Essex.

El día primero de noviembre de 1625, un centinela que estaba en el torreón del castillo de San Sebastián anunció una armada inglesa, al anochecer del día de su llegada,  había entre 8 y 15 galeones españoles anclados en la bahía, junto con varias naves más. Alterando los planes previstos, el conde de Essex, a bordo del "Swiftsure", avanzó hacia ellos en solitario con intención de tomarlos; Edward Cecil, a bordo del "Anne Royal", fue tras él, gritando órdenes hacia los otros barcos de su flota para que le secundasen, pero éstos, siguiendo los planes iniciales, se mantuvieron inmóviles, y el conde de Essex cesó en su ataque.



Los galeones españoles se internaron en la bahía, yendo a refugiarse en la Carraca, esa noche los ingleses rectificaron sus planes iniciales de llegar por el Puerto de Santa María por la dificultad que suponía para el desembarco la poca profundidad de las aguas en esa parte, y por las informaciones que un comerciante inglés llamado Jenkinson, cuyo barco estaba anclado en la bahía, les trajo acerca del escaso número de soldados que defendían Cádiz, por lo que decidieron atacar el fuerte de San Lorenzo del Puntal, que situado en la parte más angosta de la entrada a la bahía, guardaba la entrada a ésta.


Cinco naves holandesas junto con veinte buques ingleses comenzaron a atacar el fuerte con fuego de artillería, que fue devuelto por los 120 hombres y 8 cañones españoles que lo defendían, viendo los contrarios tanta resistencia en poder tan pequeño, acudieron más galeras a combatir el fuerte. Los marinos ingleses, situándose detrás de los holandeses, dejaron solos a éstos frente al fuego español; sólo al amanecer, tras la pérdida de dos barcos holandeses, y obligados por las órdenes de sir Edward Cecil, los ingleses entraron en combate; poco después el propio Edward Cecil los mandaría cesar en el ataque: el fuego de artillería de los buques ingleses hacía más daño a su propia vanguardia que al fuerte de San Lorenzo del Puntal, el enemigo echó a tierra 10.000 hombres y comenzó a combatir a pie el castillo de San Lorenzo del Puntal, cuya defensa estaba a cargo del Capitán don Francisco Bustamante. Al amanecer del siguiente día, el castillo estaba ya muy maltratado  y no quedaba en la fortaleza almena que no hubiese sido derribada, dos piezas habían sido desmontadas, pues las de las galeras enemigas habían respondido a nuestros fuegos con mayor daño y con mejor fortuna.

Más de 4.000 balas dispararon los ingleses contra el castillo. Desmontadas al fin todas las piezas, y con sólo treinta hombres, afligidos y desalentados por el hambre,  la fatiga y las heridas, el Capitán Don Francisco Bustamante, se rindió con honra sacando sus hombres armados y su bandera en desfile por medio de los ingleses que ya habían desembarcado.

La ciudad, que sólo tenía suministros para tres días, fué abastecida por las galeras españolas que, llegando desde Sanlúcar, atravesaron las líneas enemigas. A pesar del fuego con el que las naves inglesas intentaban impedirles el paso, los barcos españoles consiguieron entrar a Cádiz con el apoyo de las baterías de artillería de la ciudad, varias embarcaciones más, saliendo de La Carraca y navegando por el caño de Sancti Petri, llegaron asimismo a la playa de La Caleta de Cádiz con toda clase de suministros.



Los resultados en esta jornada fueron fatales a pesar de todo para los ingleses, quienes perdieron lo más florido de la gente de guerra, pues don Francisco Girón, al frente de algunas fuerzas que acudieron apresuradamente el domingo día 2 desde Chiclana, Medina y Vejer por tierra y a bordo de las naves de Don Pedro Álvarez de Toledo; sumaban 4.000 hombres en la ciudad de Cádiz, consiguió rechazarlos auxiliados por las que llevó el Duque de Medina Sidonia, Capitán General de Andalucía, los ingleses desistieron de su empresa, viéndose obligados a huir, a causa de la heroica defensa tanto de la plaza de Cádiz, como de la Armada que estaba sobre las aguas de su bahía, que estaba mandada por el ya nombrado Don Pedro Alvarez de Toledo y Osorio, I Duque de Fernandina y V Marqués de Villafranca del Bierzo, Almirante de las galeras españolas.

Tomando en cuenta la debilidad de sus soldados, la falta de provisiones y lo improbable de un encuentro con las fuerzas españolas, en la mañana del día 4 sir Edward Cecil ordenó regresar hacia el castillo de San Lorenzo del Puntal, dejando tras de sí cien de sus hombres incapaces de seguir la marcha por la debilidad y la resaca, que fueron aniquilados por las fuerzas de Luis Fernández de Córdoba y los del Señorío de la Casa de Portocarrero.

El miércoles 5 las fuerzas inglesas retrocedieron hacia sus naves, donde embarcaron el jueves 6, hostigados por los hombres de Diego Ruiz, llegados desde Cádiz, y por los del Señorío de la Casa de Portocarrero, desde el puente Zuazo. Tras incendiar uno de sus barcos, en el que habían embarcado los cuerpos de los ingleses fallecidos, el viernes 7 salieron de la bahía de Cádiz reembarcándose precipitadamente con pérdida de algunos cientos de hombres y de 30 naves, haciendo rumbo a Plymouth.


El viaje de regreso fue desastroso. Los barcos holandeses, hastiados de la incompetencia inglesa, se marcharon sin previo aviso. Azotados por el mal tiempo, sin haber podido repostar comida y con la bebida echada a perder y racionada, las enfermedades se extendieron entre los marinos y soldados de la flota inglesa. De los 400 hombres que formaban la tripulación del buque insignia, el "Ann Royal", sólo 150 emprendieron el regreso, de los cuales 130 enfermaron durante el viaje de vuelta hasta su llegada al puerto de Kinsale (Irlanda) el 21 de diciembre. Dispersados por las tormentas del Atlántico, los barcos fueron llegando a distintos puertos ingleses e irlandeses en los meses siguientes. Las bajas se estiman en 1.000 hombres y 30 barcos.



De estos hechos y sucesos se manifiesta y lo confirma el testimonio del Rey Felipe IV dado en 1.° de diciembre de 1660, en que dijo: "Era Cádiz la Plaza de más importancia de esta Monarquía, y en que los enemigos tienen puesta la mira para invadirla".

La guerra entre España e Inglaterra continuaría oficialmente hasta 1630, aunque en el transcurso de ella no se producirían más enfrentamientos en la Península Ibérica.

jueves, 27 de octubre de 2011

El Cádiz de la Ilustración

El Cádiz de la Ilustración presenta un elenco importante de personalidades, hombres de letras y de armas a la vez, como José Vargas Ponce, el Marqués de Ureña o José Cadalso; sin olvidar a mujeres como Rosario Cepeda, de cultura precoz y regidora perpetua de la ciudad, o Beatriz Cienfuegos, fundadora de "La pensadora gaditana", una publicación que pasa por ser la primera de matiz feminista.  También destacan naturalistas como José Celestino Mutis y Ramón Termeyer, gobernadores preocupados por el urbanismo y las artes como Joaquin de Fondesviela o el conde Alejandro de O'Reilly, o grandes coleccionistas de arte como Alonso de O'Crowley.

Pero serán los primeros años del siglo XIX los que otorgarán a Cádiz un lugar preeminente en la Historia, desde la aciaga derrota en Trafalgar hasta la época de la Guerra de la Independencia y del asedio a la ciudad por los franceses, momento este donde se elaborará la primera Constitución de España, verdadero intento modernizador por cambiar las viejas estructuras de la nación.


Asi pasarán a primer plano personas tan significativas como los hermanos Francisco y Tomás de Istúriz, Luís de Gargollo, Juan Méndez Álvarez "Mendizabal", Vicente Terrero, Santiago Terry, Alonso Mª de Torres y Guerra, etc., ellos serán los mejores exponentes de una ciudad que dejaría atrás su poder económico para convertirlo en poder politico a lo largo del siglo XIX.


Cádiz se distinguió fundamentalmente por tener una de las burguesías más activas y dinámicas del momento, laboral (caso único en España) y politicamente hablando, al no tener una aristocracia terrateniente como en poblaciones vecinas, la ciudad no conoce el servilismo al poderoso, por lo que la sociedad gaditana, incluso en sus más bajos estratos poseen la suficiente autoestima y está libre de complejos como para no dejarse avasallar tan fácilmente. 

De todas formas, esta burguesía es capaz de capitalizar el poder y hace que la ciudad sea eminentemente mercantil, con una élite social compuesta por activos comerciantes y hábiles hombres de negocios que tendrán su natural campo de acción primero a nivel municipal para luego proyectar su espiritu a la política nacional, alcanzando su influencia no sólo a la nación sino a todo el mundo ilustrado de la época.



De este modo, un auténtico desplazamiento de poder, verdaderamente revolucionario, tendrá lugar en estos años,  en Cádiz donde se cambia el titulo de "subdito" por el de "ciudadano", detentadores de la soberanía nacional cuyo exponente máximo serán los articulos segundo y tercero de la Constitución de 1812.

miércoles, 19 de octubre de 2011

El asedio napoleónico a Cádiz. Desde 1810 a 1812


El sitio francés al que fué sometida la ciudad se encomendó al Mariscal Soult, Jefe del Estado Mayor del rey José I, llamado por el pueblo "Pepe Botella" o "El rey intruso", pero de los tres cuerpos de ejércitos invasores fué el del General Víctor el encargado de intentar ocupar la ciudad de Cádiz.

Tras una primera oferta de ayuda por parte del embajador de Inglaterra sorprendentemente rechazada, la llegada de las tropas de José Mª de la Cueva y de la Cerda, Duque del Alburquerque, el 4 de Febrero de 1810, supuso la consolidación de la defensa efectiva de la ciudad.

El General Álava fué situado al mando de las tropas profesionales y de voluntarios frenando el avance del General Víctor, que tuvo que retroceder sus posiciones, tanto por las dificultades del terreno como por el fuego de las baterias artilleras españolas.

Desde ese momento se estableció un frente consolidado, que se mantuvo hasta el final del asedio casi sin variaciones; los franceses dominaban la otra orilla de la bahia y desde la zona de El Trocadero, Matagorda y La Cabezuela bombardeaban constantemente la ciudad, al principio con poca eficacia y luego con más éxito gracias a los obuses de tipo "Villantroys", el fuego de esta artillería era respondido por el del fuerte de San Lorenzo del Puntal, al mismo tiempo que la población de Cádiz soportaba una epidemia de fiebre amarilla.

Desde Cádiz y con la ayuda de la flota inglesa, se organizaron expediciones por via marítima para fraguar ataques en la provincia a las tropas francesas de ocupación, el principal de ellos fué la que provocó la Batalla de Chiclana o de La Barrosa en el lugar denominado Loma del Puerco; enfrentamiento que comenzó el 26 de Febrero de 1811, con la salida hacia Tarifa del Teniente General Lapeña y que culminó con el célebre choque armado del 5 de Marzo.  

No obstante, la victoria del bando aliado anglo-español tuvo efectos nulos, debido a la descoordinación entre los mandos y la desconfianza mutua, quizás por ello no se consiguió el levantamiento del cerco francés a la ciudad. 





Al final, el 24 de Agosto de 1812 el bombardeo sobre la ciudad de Cádiz fué extremadamente virulento durante toda la jornada, el dia 25 en cambio, los obuses dejaron de tronar y se observaron grandes hogueras en las lineas francesas.... el asedio habia sido levantado la noche anterior y tras desmontar la artillería, los campamentos fueron incendiados..... El ejército napoleónico se había retirado y Cádiz estaba salvada.

Durante el asedio, francés, según las crónicas de la época, se representaron en Cádiz más de 200 obras de teatro diferentes.

En aquellas fechas, el índice de analfabetismo en cualquier ciudad alcanzaba el 80% de la población, aunque en las localidades con tráfico portuario este porcentaje bajaba hasta casi el 60%, además, al no haber otro tipo de distracción, los habitantes de la ciudad ocupaban el tiempo de ocio en pasear, la playa y en asistir a obras de teatro que eran escritas en la inmensa mayoría por los mismos gaditanos y representadas en corralas, patios, plazas públicas y teatros, las familias refugiadas, mayoritariamente de clase alta, también organizaba fiestas, recepciones y otros eventos sociales entre las que se contaban también esas pequeñas obras teatrales.

Dichas obras eran generalmente sainetes cómicos, aunque también gustaban los dramas y las obras ambientadas en la historia de España y la ciudad.

Lamentablemente, se han perdido la inmensa mayoría de las obras, los guiones se escribían para los actores y luego se desechaban hasta la próxima representación.


lunes, 10 de octubre de 2011

Diego Fernando Montañés y Álvarez. Filántropo gaditano

Don Diego Fernando Montañés y Alvarez, fué el mayor benefactor de la ciudad de Cádiz en toda su historia, era un filántropo gaditano que realizó numerosas obras en beneficio de la sociedad gaditana con dinero de su bolsillo, entre ellas, las obras en el Puerto de Cádiz para que los barcos atracasen y no fondeasen en la bahía, los almacenes de mercancías del Muelle del Martillo (Hoy Alfonso XIII), también el Muelle del Hierro de Puntales que luego serían usados por la fundición del inglés Thomas Haynes, la "Caseta de salvamento de náufragos" y por supuesto la traída de aguas potables a la ciudad.

Promovió e impulsó el establecimiento del Monte de Piedad, al que dió la testamentaria de 50.000 a 75.000 ptas. para su funcionamiento.
¿Como fué todo esto?: El 25 de Enero de 1874, el filántropo falleció en Madrid, y los gaditanos quedaban asombrados al conocer que don Diego Fernando Montañés, un comerciante que llevaba muchos años residiendo en la capital de España, había legado su inmensa fortuna en beneficio de la ciudad que le había visto nacer.

Montañés encabezaba su generoso testamento señalando su orgullo por haber nacido en Cádiz, añadiendo que sus “buenísimos padres, Gabriel Quintín Fernandez Montañés y María del Pilar Blanca Álvarez, también eran gaditanos”.

Las cifras eran fabulosas y dedicadas a “llevar aguas potables a Cádiz, dragar, limpiar y reconstruir el puerto, establecer una granja modelo y crear un "Colegio Naval Civil”, instauró la Caseta de Salvamento de Náufragos entidad muy necesaria y que sería el precedente de los servicios de salvamento marítimo de la actualidad, además de legar diversas cantidades para fines caritativos.

Desgraciadamente, la testamentaría de Montañés, encabezada por el famoso abogado y político Francisco Silvela, estuvo largos años pleiteando con el Ayuntamiento de Cádiz en orden a la aplicación del legado, por fín hubo acuerdo entre las partes y en en 1879 la testamentaría se hace cargo de las obras del muelle y en 1883 procede a comprar el abastecimiento de aguas potables a la sociedad `The Cádiz Water Work Limited’, incluidos los Manantiales de la Piedad, en El Puerto de Santa María.

Con el remanente aún se pudo acometer la construcción del Muelle de Hierro de Puntales y colaborar sustancialmente en la creación del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Cádiz.

En los años veinte del pasado siglo, el Ayuntamiento de Cádiz encargó al famoso escultor, Juan Cristóbal, una escultura de Montañés, que fue colocada en el lugar que hoy ocupa la Fuente de las Tortugas. Posteriormente la escultura de Montañés pasó a un lateral de la Diputación Provincial y hoy está colocada en los Jardines de Canalejas, por acuerdo del 13 de Junio de 1884 se designó la Calle de las Descalzas para sustituir su nombre por el de Montañés.

Cada vez que se pase por delante de su busto o se camine por la calle de su nombre, que se sepa quien fué ese gran hombre que dedicó su vida y su fortuna a Cádiz, la ciudad que tanto amó.











domingo, 2 de octubre de 2011

Iglesia de San Juan de Dios

La Iglesia pertenece a la Santa Caridad, que es la fundación benéfica más antigua de Cádiz ya que existía incluso antes del asalto inglés a Cádiz de 1596.

El templo presenta una planta tradicional de cruz griega inscrita en un cuadrado.  Una cúpula abre el crucero a la vez que abundantes bóvedas de aristas lo hacen con el resto de las naves.  En los ángulos se emplazan diversas tribunas abiertas.

De estilo barroco, su exterior tiene la huella del neoclásico a raíz de la reforma llevada a cabo por Torcuato Benjumeda.  A su vez, la torre campanario que forma ángulo con las fachadas exteriores, presenta varias columnas decorativas de estilo jónico y un capitel obra de Torcuato Cayón en 1769.

En el interior, la obra cumbre es el altar mayor, cuy retablo barroco del siglo XVII con alguna reforma neoclásica, es la pieza principal.   Entre columnas salomónicas veremos a la Virgen del Buen Suceso, rodeada por santos y querubines.   A la izquierda se alza un retablo rococó con abundantes pinturas, un retablo neoclásico de Benjumeda con la imagen de San Rafael, otro de mármol italiano (siglo XVII) con una Virgen del Carmen, y el último, un cristo crucificado de la escuela genovesa (siglo XVIII).



En el lado opuesto se encuentran una serie de retablos barrocos con las imágenes de una Virgen Dolorosa, San Miguel, San Pablo, y un Cristo atado a la columna.

Caminando hacia el crucero, encontraremos dos retablos noeclásicos, obra de Benjumeda con figuras alegóricas de San Juan de Dios y San José.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Mis articulistas preferidos: Elena González

La Virgen del Sagrario de Toledo


Esta imagen mariana, bajo la advocación del Sagrario de Toledo, es otro ejemplo de la demanda de obras genovesas requeridas para imágenes de devoción. Hasta ahora hay muy pocos docuementos que nos hablan de esta imagen y muy pocos documentos conocidos de la hermandad que se erigió en torno a ella y la tuvo de titular.

Estamos ante una talla dieciochesca que se corresponde con el modelo de Virgen en majestad, entronizada con el Niño sobre sus rodillas y su jetado por la mano izquierda, mientras que en la derecha porta su cetro de reina. Posiblemente se trate de una de esas imágenes de carácter genovés pero hechas en Cádiz.

Su origen estuvo en la devoción a una imagen de Nuestra Señora, que Don Eusebio Donado del Castillo tenía en el oratorio de su morada. Sobre 1764, seis devotos solicitaron al Obispo Fr. Tomás del Valle la fundación de una Hermandad, bajo la advocación de María Santísi­ma del Sagrario de Toledo, que tendría su sede en la Iglesia de la Conversión de San Pablo.
 

Así, el domingo 14 de sep­tiembre de 1765 fue conducida procesionalmente hasta el palacio episcopal, donde fue bendecida y desde allí a su sede, siendo colocada en un altar que cedió la Hermandad de la Encarnación que entonces existía en dicho templo. Posteriormente ocuparía altar propio, el 16 de marzo de 1789, tras las obras realizadas en el templo, ya que sufragó conjuntamente con la Cofradía del Ecce-Homo, esta reforma y ampliación, durante las mis­mas, la imagen fue trasladada a la iglesia de las Des­calzas quedando desde entonces hermanada con ellas.

El 13 de octubre de 1765 celebran el primer Cabildo General de Hermanos, cuya principal finalidad fue realizar unas constitucio­nes propias de una Hermandad, que ya habían sido refrendadas por el Obispo de Cádiz, y solicitar la aprobación de las mismas al Supremo Consejo de Castilla, que dio su visto bueno el 26 de mayo de 1797, tras haber informado en 1794 nuestro Ayuntamiento sobre dichas constituciones.

Lamentablemente, aún teniendo un grupo de devotos alrededor, ha sido suprimida por el Obispado de Cádiz, perdiéndose la antigüedad y títulos de dicha cofradía.

domingo, 18 de septiembre de 2011

La revolución "La Gloriosa" en Cádiz. 18 Sept 1868

El 18 de septiembre de 1868, hace hoy 142 años, los generales Prim y Serrano, contando con la escuadra del almirante Topete se rebelan en Cádiz contra la reina Isabel II  en una sublevación denominada "La Gloriosa" en el año de 1868, donde se protagonizaron enfrentamientos armados que con el paso del tiempo se denominó como "el año de los tiros" para comparar algún suceso acaecido tiempo atrás.

Para ello, los generales sublevados publican una proclama en Cádiz el 19 de septiembre de 1868 que decía lo siguiente:



Españoles: La ciudad de Cádiz, puesta en armas con toda su provincia, con la armada anclada en su puerto y todo el departamento marítimo de La Carraca, declara solemnemente que niega su obediencia al Gobierno que reside en Madrid, asegura que es leal intérprete de los ciudadanos que, en el dilatado ejercicio de la paciencia, no hayan perdido el sentimiento de la dignidad, y resuelta a no deponer las armas hasta que la nación recobre su soberanía, manifieste su voluntad y se cumpla.

¿Habrá algún español tan ajeno a las desventuras de su país que no pregunte las causas de tan grave acontecimiento?

Si hiciéramos un examen prolijo de nuestros agravios, más difícil sería justificar a los ojos del mundo y la historia la mansedumbre con que los hemos sufrido que la extrema resolución con que procuramos evitarlos.

Que cada uno repase en su memoria, y todos acudiréis a las armas.

Hollada la ley fundamental; convertida siempre antes en celada que en defensa del ciudadano; corrompido el sufragio por la amenaza de soborno; dependiente la seguridad individual, no del derecho propio, sino de la irresponsable voluntad de cualquiera de las autoridades; muerto el Municipio; pasto la Administración y la Hacienda de la inmoralidad y del agio; tiranizada la enseñanza; muda la prensa; y solo interrumpido el universal silencio por las frecuentes noticias de las nuevas fortunas improvisadas, del nuevo negocio, de la nueva real orden dada encaminada a defraudar al Tesoro público; de títulos de Castilla vilmente prodigados; del alto precio, en fin, al que logran su venta la deshonra y el vicio; tal es la España de hoy. Españoles, ¿quién la aborrece tanto que se atreve a exclamar: “Así ha de ser siempre”?

No, no será. Ya basta de escándalos.

Desde estas murallas, siempre fieles a nuestra libertad e independencia, depuesto todo interés de partido, atentos sólo al bien general, os llamamos a todos a que seais partícipes de la gloria de realizarlo.

Nuestra heroica Marina, que siempre ha permanecido extraña a nuestras diferencias interiores, al lanzar la primera el grito de protesta, bien claramente demuestra que no es un partido el que se queja, sino que los clamores salen de las entrañas mismas de la patria.

No trataremos de deslindar los campos políticos, nuestra empresa es más alta y más sencilla: peleamos por la existencia y el decoro.

Queremos que una legalidad común, por todos creada, tenga implícito y constante el respeto de todos.

Queremos que el encargado de observar y hacer observar la Constitución no sea su enemigo irreconciliable.

Queremos que las causas que influyen en las supremas resoluciones las podamos decir en voz alta delante de nuestras madres, esposas e hijas.

Queremos vivir la vida de la honra y la libertad.

Queremos que un Gobierno provisional que represente todas las fuerzas vivas del país que asegure el orden, en tanto que el sufragio universal echa los cimientos de nuestra regeneración social y política.

Contamos para realizar nuestro inquebrantable propósito con el concurso de todos los liberales, unánimes y compactos ante el común peligro; con el apoyo de las clases acomodadas, que no querrán que el fruto de sus sudores siga enriqueciendo la interminable serie de agiotistas y favoritos; con los amantes del orden, si quieren verlo establecido sobre las firmísimas bases de la moralidad y del derecho; con los ardientes partidarios de las libertades individuales, cuyas aspiraciones pondremos bajo el amparo de la ley; con el apoyo de los ministros del altar, interesados antes que nadie en cegar desde en su origen las fuentes del vicio y del ejemplo; con el pueblo todo y con la aprobación, en fin, de la Europa entera, pues no es posible que en el consejo de las naciones se haya decretado ni se decrete que España ha de vivir envilecida.

Españoles: acudid todos a las armas, único medio de economizar la efusión de sangre, y no olvidéis que en estas circunstancias en que las poblaciones van sucesivamente ejerciendo el gobierno de sí mismas, dejan escritos en la historia todos sus instintos y cualidades con caracteres indelebles. Sed, como siempre, valientes y generosos. La única esperanza de nuestros enemigos consiste ya en los excesos a que desean vernos entregados. Desesperémoslos desde el primer momento, manifestando con nuestra conducta que siempre fuimos dignos de la libertad que tan inicuamente nos han arrebatado.

Acudid a las armas, no con el impulso del encono, siempre funesto, no con la furia de la ira, siempre débil, sino con la solemne y poderosa serenidad con que la justicia empuña su espada.

¡Viva España con honra!


Cádiz, 19 de septiembre de 1868.  Juan Prim, Domingo Dulce, Francisco Serrano Bedoya, Ramón Nouvillas, Rafael Primo de Rivera, Antonio Caballero de Rodas, Juan Topete.


Escogen Cádiz como cuna del alzamiento militar por varias razones, entre las que podrían contarse:

-El apoyo que creían iban a tener de la sociedad gaditana, muy descontenta con el Gobierno de la nación.

-La presencia en aguas de Cádiz de la escuadra del Almirante Topete.

-La proximidad a Gibraltar, punto de reunión de los conspiradores progresistas.

-El Gobierno, que conocía desde principios de 1868 las intenciones de los conspiradores, envía como gobernador militar de Cádiz a un hombre de confianza, el general Joaquín de Bouligni, que desmantela parte del material de guerra de la ciudad y lo pone a buen recaudo en el castillo de San Sebastián.
 

A primeros de julio de 1868 es informado de que los conspiradores han salido de París y Londres, y que se están comprando armas y reclutando gente.

En agosto duda de la lealtad del regimiento Cantabria, de guarnición en Cádiz, sometiéndolo a vigilancia, lo que comunica al Gobierno, sin recibir instrucciones.

El 2 de septiembre recibe informes de que los conjurados se dirigen a algún punto del litoral gaditano, a bordo de la goleta Cliftonson, con hombres y armas. Convoca al almirante Topete, que le promete permanecer fiel al Gobierno.

El día 16 Prim embarca en Gibraltar para presentarse en Cádiz el 17 a bordo de la fragata Zaragoza, donde se entrevista con Topete y con varios demócratas gaditanos, entre los que se encuentra el jerezano Paúl y Angulo, que comunica haber infiltrado en Cádiz 80 hombres de su confianza de Jerez, que están repartidos en puntos estratégicos de la ciudad. Por la tarde de ese día empiezan a correr rumores por Cádiz del inminente alzamiento.


 
18 de septiembre


En el mismo momento en que el gobernador militar procede a leer el bando de declaración del estado de sitio en Cádiz, para prevenir la sublevación, parte de la escuadra se presenta en la bocana del puerto y dispara 21 cañonazos, declarándose en rebeldía. El regimiento Cantabria se subleva y, apoyado por los hombres de Jerez, ocupa los edificios públicos. Por la tarde del 18, la revolución ha triunfado sin derramar ni una gota de sangre.

En la noche del 18, miembros de los partidos demócratas de la ciudad se reúnen en el Ayuntamiento.

 19 de septiembre


A las 3 de la madrugada se crea en el Ayuntamiento la Junta Revolucionaria Provisional, nombrando presidente a José de Sola, vicepresidente a Antonio de Mora y secretario a Eduardo Benot. A esa misma hora entran en la ciudad Prim y Topete, siendo aclamados por el pueblo. Topete se dirige hacia el castillo de San Sebastián, donde se ha hecho fuerte Bouligny, y consigue hacerle deponer de su actitud, prometiendo dejarle en libertad para desplazarse a donde quisiera.

Prim da por aprobadas las disposiciones tomadas por la Junta Provisional, que, entre otras, eran:


-Suprimir el cobro por el consumo de carne

-Suprimir las tasas por venta de artículos alimenticios

-Suprimir los alquileres de los puestos de la plaza de la Libertad

-Pedir el desestanco del tabaco y de la sal

-Suprimir la voz Ave María y el canto de la hora por los serenos

-Establecer libertad de cultos

-Nombrar patrullas de vecinos para atender a la seguridad pública

-Establecer la libertad de enseñanza pública

-Establecer la libertad de imprenta

-Establecer la libertad de reunión, de asociación y de comercio

-Hacer obras públicas para dar trabajo al pueblo

-Nombrar una comisión para investigar la quiebra del Banco de Cádiz y de la Sociedad de Crédito Comercial, quiebras a las que se consideraba culpables de la decadencia gaditana.



20 de septiembre



Prim, posiblemente debido a lo avanzado de algunas de sus decisiones, disuelve la Junta Provisonal, agradeciendo los servicios prestados.

La Junta acepta su disolución haciendo constar en acta:

"La Junta acepta las explicaciones dadas por la Comisión y se reserva adoptar la línea de conducta que estimase más conveniente con limitación al pacto revolucionario que ha presidido entre los partidos liberales y el Glorioso Alzamiento que en estos instantes se verifica en el país".

En el palacio de la Aduana (hoy Diputación Provincial de Cádiz) comienza a funcionar la Junta General del Gobierno Provincial, presidida por Topete, en la que participan algunos de los miembros de la disuelta Junta Provisional. El mismo día toma las siguientes resoluciones:


-No tomar ninguna resolución que pueda tener carácter de ley permanente del Estado.

-Aceptar la Constitución que se dé al país.

-Adoptar y hacer obedecer las medidas necesarias para el triunfo de Alzamiento Nacional.

Además, nombra general en jefe del Ejército al duque de la Torre, jefe superior de la Marina a D. Juan Topete y gobernador de Cádiz a D.Práxedes Mateo Sagasta, disuelve el Ayuntamiento, la Diputación y el Consejo Provincial y nombra tres comisiones: una de Guerra y Marina, otra de Hacienda y una tercera de Gobierno.


 

21 de septiembre y siguientes


El 21 la Junta Provincial acuerda formar una Junta Local que haga las veces de Ayuntamiento, con facultades para tratar sobre precios, instrucción pública y para nombrar una comisión que investigue las causas de la quiebra del Banco de Cádiz y procesar a los culpables.

La Junta Local, formada inicialmente por 36 miembros, de los que sólo 14 eran demócratas, tuvo muchos problemas internos debidos a la disparidad de las ideologías. Ante lo avanzado del programa político de los demócratas, los miembros más conservadores fueron dimitiendo, llegando a tener reuniones de tan sólo 19 miembros, con mayoría demócrata. Algunas de sus decisiones conflictivas fueron:


-Decidir el derribo del convento de Los Descalzos, para convertirlo en mercado y plaza pública y así dar trabajo a la clase trabajadora.


-Crear un cuerpo armado de voluntarios. Se crearon dos batallones de voluntarios a los que se dotó con 2.000 fusiles.

-Prohibir todas las manifestaciones externas de culto religioso (Propuesta por Fermín Salvochea y aprobada el 28 de septiembre)


Por su parte, la Junta Provincial acuerda el 24 el desestanco del tabaco y de la sal, reducir un 31% los aranceles de la Aduana y considerar el comercio marítimo entre los puertos de la provincia y las Antillas como navegación de cabotaje. Cádiz disfrutó muy poco tiempo de estos acuerdos, ya que al establecerse en Madrid el Gobierno Provisional, fueron abolidos por el Ministerio de Hacienda, haciendo esta abolición que muchos demócratas gaditanos que habían apoyado el alzamiento, considerasen al nuevo gobierno y sus promesas como una farsa, lo que propició la idea de obtener para Cádiz una cierta independencia, al estilo de las ciudades hanseáticas.

 

El aumento de la problemática


Los roces entre las dos Juntas gaditanas son cada vez más graves, no pasando a mayores gracias a las intervenciones de Topete.

La Junta Local trata de organizar una manifestación pública, decisión no aceptada por la Junta General. También pretende encarcelar a varios consejeros del Banco de Cádiz, lo que tampoco aprueba la Junta General.

El 3 de octubre se corre la voz de que en el convento de Santo Domingo hay armas escondidas, y una multitud intenta tomarlo, lo que es evitado por el ejército. Este bulo fue iniciado por un miembro del partido demócrata, que fue posteriormente desterrado a Ceuta por el gobernador civil.

La derrota de los gubernamentales en la Batalla de Alcolea a finales septiembre de 1868 permite que se forme un Gobierno provisional en Madrid. Topete y Sagasta abandonan Cádiz para formar parte del mismo. Una vez formado el Gobierno provisional, los demócratas gaditanos, al igual que los de otras ciudades de España, piden explicaciones a Madrid por no haberse incluido ningún miembro de su partido en el nuevo Gobierno.

El Gobierno Central, para acallar la reacción, publica el 16 de octubre de 1868 un Decreto por el que se crean nuevas Juntas por sufragio universal, rebajando la edad de los votantes y facultando a las Juntas Provinciales para elegir Ayuntamientos y Diputaciones. Pero el 18 el Ministro de Gobernación anula las elecciones y disuelve todas las Juntas, ante lo que la Junta Local de Cádiz protesta enérgicamente contra lo que considera un atentado a la libertad, organizando una manifestación que se concentra ante la Aduana, sede de la Junta Provincial. La multitud intenta entrar en la Aduana, sin conseguirlo.


Ante la grave situación, la autoridad civil cede el mando a la militar, que promulga un bando en el que amenaza castigar a los perturbadores. Los miembros demócratas de la Junta Provincial dimiten de sus cargos, y el partido republicano de Cádiz acuerda en una reunión en el teatro Circo que ninguno de sus miembros acepte ningún cargo público.

La Junta Provincial nombra un nuevo Ayuntamiento en el que los republicanos han decidido no participar. Y esta nueva corporación se encuentra con un grave problema: los dos batallones de voluntarios, creados por la disuelta Junta Local, no reconocen su autoridad.

A la vista de la situación, muy similar en varias ciudades de España, el Gobierno revoca la orden del 18 de octubre, y convoca elecciones para diciembre. Los partidos empiezan su campaña electoral. En Cádiz, el partido republicano, muy activo, hace una campaña de prensa contra sus oponentes, sintiéndose fuertes por el respaldo popular y sus dos batallones de voluntarios.


Pero el 30 de noviembre, el nuevo Ayuntamiento, cumpliendo órdenes de Madrid, exige la entrega de las armas de los batallones de voluntarios. Estos se niegan, y Salvochea, jefe del segundo batallón, junto a 50 de sus hombres, publica un escrito en el que se declaran republicanos demócratas. Ante el cariz que están tomando los acontecimientos, el Gobierno vuelve a suprimir las elecciones.

La situación en Cádiz es muy difícil. Los demócratas gaditanos, que apoyaron el Alzamiento de Prim y Topete, se encuentran enfrentados al poder central. Además, pese a las bajadas de impuestos, los alimentos no bajan, el paro aumenta y los comerciantes sufren dificultades y se enfrentan a una Hacienda que pretende subir los impuestos.

 
Los sucesos del 5 de diciembre de 1868





Una huelga de obreros en el Puerto de Santa María, apoyada por los voluntarios locales, provoca la noticia de que el Ejército va a acudir a sofocarla y que luego se dirigirá a Cádiz para desarmar a los voluntarios.

El día 5 de diciembre, a las 13:30, el gobernador militar de Cádiz declara la ciudad en estado de guerra, ante lo que el pueblo ocupa el Ayuntamiento a las 14:30. Un poco después, un grupo de soldados de Artillería que se dirige a la plaza de San Juan de Dios, frente al Ayuntamiento, para leer el bando de guerra, recibe la orden de Alto por parte de un grupo de voluntarios, con la mala fortuna de que, mientras se recuperan de la sorpresa intentando decidir cómo actuar, se dispara accidentalmente la carabina de un voluntario. Comienza un fuerte tiroteo entre los dos grupos, y el batallón de Salvochea se hace fuerte en el Ayuntamiento.

Los enfrentamientos iniciados el día 5 continúan los días 6, 7 y 8. El día 8, el Cuerpo Consular acreditado en Cádiz consigue una tregua de 48 horas, durante la que aprovechan para abandonar la ciudad 30.000 personas. Mientras tanto, el Capitán General de Andalucía, Caballero de Rodas, ha llegado con 8.000 hombres a la entrada de Cádiz y exige la entrega de las armas y la rendición de los sublevados, amenazando con entrar en la ciudad a sangre y fuego. Vista su inferioridad, los sublevados intentan negociar y entregar las armas al cónsul de los Estados Unidos, pero, a la vista de que sus condiciones no son aceptadas por el Capitán General, deciden entregarse. El Ejército entra en una ciudad arrasada y desolada el día 13.

 
El saldo final de la sublevación fue de 56 muertos y 145 heridos. 

Todos los partidos políticos ruegan clemencia en los juicios contra los sublevados, considerando que los sucesos habían sido provocados por circunstancias excepcionales.

En 1869, se celebraron elecciones. En Cádiz las ganaron los republicanos.

martes, 13 de septiembre de 2011

Segismundo Moret. Un par de anécdotas.



De todos es sabido la elocuencia y el prodigio de oratoria que nuestro paisano Segismundo Moret tenía, aparte de ser una persona con unas ocurrencias humorísticas dignas de señalar típicas del mejor ingenio gaditano del que hacía gala cada vez que podía.

Luís Carandell, en su obra "Las anécdotas del Parlamento" tiene dos de ellas protagonizadas por Moret, una de cada ejemplo.







Habían nombrado a D. Segismundo Moret académico de la Real Academia de la Historia.

El presidente le urgía para que fuera a leer el discurso de ingreso y D. Segismundo daba largas.

Los discursos académicos se leen no se pronuncian como en el parlamento.

Por fin se decidió D. Segismundo y llegó a la Real Academia con un fajo de cuartillas, las puso sobre la tribuna, y comenzó a leer su discurso pasando las paginas a medida que las iba acabando.

Cuando abandonó la tribuna, entre los aplausos y parabienes del publico ya que había realizado un increíble discurso de ingreso, dejó olvidadas las cuartillas en el atril.

Finalizado el acto los ujieres fueron a recoger la sala y descubrieron que las cuartillas estaban en blanco.




En cierta ocasión, en una cena de gala donde acudieron varios embajadores, le tocó sentarse junto al Nuncio del Vaticano a un lado y una exhuberante señora al otro, esta última llevaba un precioso crucifijo de oro colgado a su cuello y que reposaba en su esplendido escote.


Viendo que el Nuncio no cesaba de fijarse en el crucifijo, la señora le preguntó:

-"Ilustrísima, veo que le gusta la imagen del crucificado que llevo".

A lo que don Segismundo espetó acto seguido:

-"Y no sólo el crucifijo en sí, sino también las dos colinas del Calvario donde luce"