Pasión por Cádiz

Mi foto
Cádiz, Andalucía, Spain
AB ORIGINE SEMPER FIDELIS. IN PERPETUAM, SEMPER ET UBIQUEM GADES. QUI POTERS CAPERE, CAPIAT.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Ramón Solís Llorente. Escritor gaditano.

Ramón Solís Llorente nace en Cádiz el 1 de marzo de 1923. Inicia sus estudios elementales en el Colegio del Pilar de Madrid. Continúa sus estudios en el Colegio San Felipe Neri de Cádiz. En 1944 abandona sus estudios de marino e inicia los de ingeniero de Montes, que, más tarde, simultánea con los de Ciencias Políticas y Económicas. En 1949 termina la carrera de Ciencias Políticas y Económicas y es nombrado corresponsal en Madrid del semanario La Voz del Sur. En 1953 contrae matrimonio en Cádiz con Rosario Jiménez Alfaro.


Un año más tarde publica su primera novela "La bella sirena". En 1956 presenta su novela "Los que no tienen paz" al premio Planeta y queda finalista. Esta novela ha sido llevada al teatro por José María Pemán con el título "Los monos chillan al amanecer". 


Ramón Solís decidió escribir una novela de la época de las Cortes. Así surgió su libro "El Cádiz de la Cortes" donde revela sus cualidades de historiador, y que Gregorio Marañón, su prologuista, consideró como uno de los libros más importantes sobre España; que ha puesto luz severa, vida humana sobre el gran episodio que Cádiz vivió con una enorme intensidad.


Gracias a él sabemos lo que pasó en Cádiz y lo que realmente realizaron, vivieron y soñaron aquellos liberales españoles. Claro está que Ramón Solís no se ha ocupado sólo de los doceañistas eminentes y todavía sonoros, sino del pueblo y los estamentos de aquella época, haciendo junto a la historia, esa intrahistoria que nos interesa tanto: “ El Cádiz de las Cortes –nos dice Ramón Solís- fue mi tesis doctoral en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de Madrid. Esto quiere decir que este libro surgió de un propósito más erudito que literario y que estaba dirigido a un público de especialistas y estudiosos”. Éste libro, que obtuvo el premio Fastenrath de la Real Academia Española de 1960, pertenece por su estilo al gran ensayismo español.


Es elegido miembro de la Real Academia de la Historia. En 1961 es elegido concejal del Ayuntamiento de Cádiz. Al año siguiente regresa a Madrid.   La bibliografía de Ramón Solís es extensa: "Ajena crece la hierba" (1962), "Un siglo llama a la puerta" (1962), "El canto de la gallina" (1965), "El alijo", "La eliminatoria",  "Mónica, corazón dormido" (1970), "El dueño del miedo" (1971).


Publica también algunos ensayos, "Coros y Chirigotas", "La guerra de la Independencia Española". En 1968 es nombrado director de la revista "La Estafeta Literaria" y en 1970 obtiene el Premio Nacional de Literatura “Miguel de Cervantes”. En "El mar y un soplo de viento" cultiva una veta más lírica.


Falleció en Madrid en 1978.


Lo social, lo psicológico y el ambiente de Cádiz y sus tierras son las características persistentes al correr de su intensa e interesante obra. El crítico Melchor Fernández Almagro veía en "Un siglo llama a la puerta" “Una novela de excelente calidad. Está muy bien compuesto el ambiente histórico y presenta con exactitud el problema del choque de dos generaciones”.


“Lo genial es decir muchas cosas –escribe Solís- y decirlas perfectamente. Ahora bien: esto se logra a través de las ideas. Cuando la idea se piensa con claridad, se escribe con soltura; y, cuando esto se logra, se ha alcanzado el estilo”.


Estamos de acuerdo con estas dos ideas que pone Solís en la mente de unos de sus personajes, y, fiel a ellas, el escritor gaditano interesa y logra excelentes éxitos. Y también fue fiel, a aquel viento generoso que sopló sobre su ciudad natal en el siglo XVIII, y que forjó el espíritu dilecto, universal y políglota de la vida gaditana.

lunes, 12 de diciembre de 2011

El Gran Teatro Falla de Cádiz.

Construido en 1871 enteramente de madera, no tardó en ser pasto de las llamas.  Tras el incendio de 1881 se decidió construir un nuevo teatro en el solar que había dejado el anterior, completamente destruido por el fuego.   Las obras del nuevo teatro se inician en 1884 bajo la dirección del arquitecto sevillano Adolfo Morales de los Rios, que dos años después tiene que paralizar las obras por falta de fondos.

El ayuntamiento reemprende las obras que vuelven a interrumpirse por falta de recursos en 1892.  Finalmente es el arquitecto municipal, Juan Cabrera Latorre quien lo termina, después de diveras modificaciones, en 1905.

El 12 de enero de 1910 se inauguró con la interpretación de una sinfonía de Barbieri. Hasta 1926 se llamaría Gran Teatro, año en el que pasó a llamarse Gran Teatro Falla en honor al hijo predilecto de la ciudad Manuel de Falla. Un año después el Carnaval suena por primera vez en el teatro con el coro Los Pelotaris de Manuel López Cañamaque.  En 1984 los arquitectos Rafael Otero y José Antonio Carvajal acometen una profunda y costosa restauración del edificio que hace que en estas fechas luzca en todo su esplendor.

El edificio es de estilo neomudéjar y ladrillos rojos con forma de herradura prolongada a la que se ajustan los distintos pisos, es único en España en no tener edificios anexos ya que ocupa toda la manzana por lo que se puede admirar su arquitectura desde cualquier angulo posible.

Cada planta está rodeada de una amplia galería a la que comunican las escaleras.  Un gran vestíbulo sirve de sala de espera a la vez que comunica con la galería de la planta baja y constituye el punto de arranque de las señoriales escaleras a ambos lados.

El escenario posee 25,5 metros de profundidad por 18 de anchura, quedando la orquesta a un nivel más bajo que la escena, tiene una superficie de 2570 m2 y un aforo de 2000 localidades repartidas en patio de butacas, palcos, anfiteatro y paraíso, a pesar de sus dimensiones, el teatro ofrece una impresionante acústica y magnifica visión del escenario desde cualquier ángulo.   La pieza que más destaca de toda su exquisita ornamentación es la pintura mural que realizó in situ Felipe Abárzuza titulada "Alegoría del paraíso", donde dioses, ninfas y sátiros danzan desnudos entre nubes, flores y guirnaldas en la bóveda celeste.

Durante el año el Teatro acoge una Temporada de Otoño y una Temporada de Primavera con espectáculos como conciertos, obras de teatro y en menor medida musicales y ópera, durante el mes de enero y febrero se celebra el concurso oficial de agrupaciones de carnaval.

El Gran Teatro Falla también es una de las sedes de los diversos festivales que se celebran en la ciudad, destacando de especial manera el FIT, Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, y Alcances, festival de cine dedicado en especial al documental.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Plazas de San Antonio, Mina y San Juan de Dios

La cuadratura casi perfecta de sus plazas se nos presentan en Cádiz, sorpresivamente, en el angosto entramado de su urbanismo más histórico.  Entre ellas, son las de San Antonio, Mina y la de Candelaria las que nos ofrecen una arquitectura que ahora contemplaremos, dejando un poco más de lado las no menos históricas y bellas de San Francisco, Mentidero, Fragela, Catedral, Sevilla, San Agustin, España, Palillero, etc.

La Plaza de San Antonio, presidida por las airosas torres que se incorporaron en el siglo XIX a la primitiva traza barroca de la iglesia que le da nombre, ha sido tradicional escenario de fiestas, eventos y acontecimientos históricos, incluso sangrientos, como el acaecido el 10 de marzo de 1820 cuando las tropas absolutistas cargaron contra un público confiado que esperaba el acto de jura de la Constitución.





Lugar de asiento de la floreciente burguesia mercantil, esta plaza conserva construcciones tan interesantes como el palacete eléctico-historicista de la antigua Banca Aramburu, el Casino Gaditano, la casa de Don José Mª Pemán o la casa donde se intauró en 1812 lo que después sería la Lotería Nacional.





La de Mina, donde nació Manuel de Falla, de verdes acogedores que embelesaron a Victor Hugo, es una plaza levantada sobre el huerto del desamortizado Convento de San Francisco, en ella crecen interesantes especies arbóreas que dan lustre a sus jardines, en su centro existió durante años, un templete musical.



En su perímetro cuadrangular se suceden fachadas neoclásicas e isabelinas, entre las que destacan el edificio debido a Juan Daura que hoy es sede del Museo Provincial, con sus secciones de arqueología y pintura, entre cuyos fondos se encuentras los famosos sarcófagos antropoides de época fenicia y la colección del lienzo de Zurbarán procedentes, en su mayor parte, de la Cartuja de Jerez de la Frontera, o las pinturas del retablo del desaparecido Convento de Capuchinos, "Los desposorios de Sta. Catalina", de Bartolomé Esteban Murillo.



La Plaza de Candelaria, también llamada de Castelar por haber nacido este prócer en una de sus casas, fué solar destinado a atracciones teatrales y circenses antes de su reforma en los primeros años del pasado siglo XX.   En su arquitectura existen buenos ejemplos isabelinos y una singular construcción en hierro y cristal levantada en las postrimerías del siglo XIX.



Más abierta que las anteriores es la Plaza de San Juan de Dios, antigua Corredera, enfrentada al trajín de la zona portuaria y la bahía desde su ubicación de acceso al antiguo barrio de El Pópulo.  El ayuntamiento, junto al hospital, la casa Pazos de Miranda, e Iglesia de San Juan de Dios, son los edificios más interesantes en esta plaza gaditana de permanente animación ciudadana.




La casa consistorial fué levantada en 1799, sobre la anterior casa municipal y la antigua cárcel, de acuerdo con el proyecto de Torcuato Benjumeda, un arquitecto a quien Cádiz debe mucho de los logros urbanísticos que fueron diseñados para la ciudad a finales del siglo XVIII.  Su fachada, de tres plantas coronadas por la torre del reloj, presenta una decoración isabelina a base de guirnaldas y reproducciones de monedas que corresponden a la reforma que llevó a cabo Manuel Garcia del Álamo. 

En su interior son interesantes la monumental escalera, asi como la alcaldía y el isabelino salón de plenos, decorado con frescos de los hermanos Cavallini y media docena de lámparas entre las que destaca la de cristal de murano constituida por tres mil piezas en colores rojo y verde, y doce campanillas con los distintos sonidos de la escala musical con la que se dice que Manuel de Falla dió un concierto de agradecimiento por un homenaje recibido de sus paisanos.