Pasión por Cádiz

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Cádiz, Andalucía, Spain
AB ORIGINE SEMPER FIDELIS. IN PERPETUAM, SEMPER ET UBIQUEM GADES. QUI POTERS CAPERE, CAPIAT.

lunes, 19 de marzo de 2012

La torre del Convento de San Francisco, en Cádiz.

Algún tiempo después de abandonar Cádiz los soldados ingleses que al mando del Conde de Essex saquearon la Ciudad en 1596, se comenzó la restauración y transformación de la iglesia de San Francisco, de acuerdo con el proyecto trazado por el delineante y director de obras de origen genovés José Badaraco. Y entre dichas obras, se acometió la sustitución del modesto y ruinoso campanario que entonces poseía la iglesia, por la airosa y bien concebida torre que tiene en la actualidad.

Su construcción se comenzó en 1665, según puede verse en una inscripción que figura en la misma y se concluyó en 1761, siendo prior de este convento Fray Manuel de Lora. Su construcción es muy sólida, siendo toda ella de cantería, cuyas piedras fueron sacadas de la cantera del Paseo de las Delicias. A tal efecto, el guardián del convento de San Francisco, Fray Antonio Maldonado, elevó un Memorial al Ayuntamiento gaditano en el año 1665, solicitando la gracia de sacar piedra de una cantera de la Ciudad, para la construcción de esta torre, a cuyo Memorial se dio lectura en el Cabildo Municipal celebrado el 27 de junio de 1665, accediéndose a la gracia solicitada.

Esta torre, la que por encontrarse aislada y ser de gran altura, se contemplan desde ella bellísimos paisajes, desempeñó un importante papel en la Guerra de la Independencia y durante el asedio que el ejército francés puso a nuestra Ciudad. Las campanas de las torres de los conventos de San Francisco, la Merced y Santo Domingo, eran las encargadas de avisar al pueblo de los disparos de cañón que el ejército francés hacía sobre le Ciudad. Para tal fin, cada una de estas torres tenía establecido un vigía, él que al divisar el fogonazo en la boca del cañón y mientras el proyectil atravesaba la bahía, mediante un toque de rebato, avisaba al vecindario del peligro inminente para que éste se pusiera a cubierto de los obuses franceses.

Entre estos vigías alcanzó fama por aquel tiempo, por su serenidad y sangre fría nada comunes, el novicio Fray José Fernández, que tenía su misión en esta torre de San Francisco. Ramón Solís, en su obra “El Cádiz de las Cortes”, escribe que un día cuando después de tocar la campana avisando que los franceses habían hecho fuego, recibió un gran susto al comprobar que ésta había vuelto a sonar nuevamente impulsada por una granada que pasó junto a ella. Al instante el novicio no lo duda y con la campana gemela, continuó tocando a rebato de forma imperturbable.


También el escritor y político gaditano Antonio Alcalá Galiano en su obra “Recuerdos de un anciano”, dice que el novicio Fray José Fernández, con su característica sangre fría, cuando desde su puesto de vigía observaba que algunas granadas disparadas por los franceses caían en el mar, hacía un gesto característico de “corte de manga”, congratulándose de que éstos errasen en su puntería. Uno de los obuses franceses que, a pesar de no haber estallado, inutilizó una de las campanas de esta torre, se conserva en el Museo Iconográfico Histórico del Centenario de la Constitución de 1812 y Guerra de la Independencia (hoy Museo Histórico Municipal), ya que en el primer catálogo del mismo, editado en 1912, con motivo de su inauguración, en la página 189, puede leerse:

“Bomba caída el año 1810 en la torre de la iglesia convento de San Francisco. Encontrábase en dicha torre un lego de la Comunidad Franciscana, el que avisaba por medio de campanadas al vecindario las direcciones que llevaban los proyectiles enemigos. Esta bomba inutilizó dicha campana, teniendo que tocarlas señales con otra que existía, prosiguiendo así su humanitaria labor”.

Cuando hace unos años se elevó la fachada del edificio colindante a la iglesia de San Francisco, fue un gran acierto el seguir conservando aislada la torre, como siempre estuvo, porque aparte de conservarse su bella perspectiva, es una de esas pocas cosas que nos van quedando de un esplendoroso pasado histórico, cosas en las que los gaditanos debiéramos poner siempre el mayor interés por conocer y el mayor tesón para conservar.