Cádiz, queridos recuerdos, por Mari Carmen García FranconettiCuando mi familia compró la casa en Cádiz, allá por el siglo XIX, todavía teníamos mucho comercio con las últimas colonias. Era de tres plantas, en la calle José del Toro, 24, (antigua calle de la Verónica), colindante con la calle Rosario. Teníamos cierros y balcones, una amplísima azotea, lugar de especial preferencia por el encanto y serenidad que me reportaba. Un lavadero rectangular con dos lebrillos de barro y refregadores de madera, algo gastados por el uso comprados en el popular Baratillo gaditano hace...¡Uf! (Cuando desembarcaron los fenicios en La Caleta, más o menos).
Las azoteas gaditanas son parecidas a las sevillanas , en tiempos pretéritos, los "poyetes", son una especie de "muritos" bajos y anchos en que se dividen los tramos de la azotea. Teníamos numerosas variedad de macetas colgadas, preciosas. Mi madre, solía usarlos para "soleá" las ropas, poniendo piedras en las esquinas de las prendas para "blanquearlas" y la levantera no se las llevara y no usar la lejía, (ya estaba inventada la ecología).
Allí teníamos hamacas, búcaro, (botijo en finolis), mesita, etc. donde nos gustaba pasar buenos ratos . Las escaleras de acceso eran de madera, y yo de chica las fregaba todas las semanas con estropajos y jabón verde, el de toda la vida y olía a limpio.
Ahora os contaré cómo era el patio. Por aquellas calendas, al comprar mi antepasado la casa para casarse, el patio tenía diversas puertas, eran accesorias, (especie de almacén para las mercancías, por lo general), ya que debido al comercio de ultramar, allí se depositaban. No eran como los Patios Sevillanos, en aquél entonces. Pero al instalarse mi familia en la casa, modificaron ese uso y lo transformaron en un patio precioso: con dos aljibes de mármol blanco y tapadera gruesa de madera pintadas de color verde, con carruchas, (para sacar agua). La cancela de hierro forjado, muy artísticamente elaborada, con abridor de brillantísimo bronce. Pusieron unos enormes cálices de cerámica trianera y en ellos pilistras, jazmín, gitanillas y una gran palmera en el centro. Con asientos cómodos, mecedoras de rejillas y un gran sofá, una mesita para cuando tomábamos café con Pan de Cádiz, una delicia, 2 columnas por las que mi hermano y yo marineábamos cuando chicos, la cancela desembocaba en una amplia casapuerta, (zanguán en Sevilla). Las puertas de la calle, grandes y pesadas de madera y con un enorme cerrojo para seguridad nocturna.
Al estar en pleno centro de la ciudad, todo está a mano, Cádiz tiene ese encanto, entre otros muchos. Recuerdo que iba con mi madre a la "plasa",(Mercado de Abastos en finolis), por cierto, que se conserva toda la fachada original, que yo alabo la decisión. Desayunábamos los riquísimos tejeringos, (calentitos en Sevilla), de "La Guapa", que ya conocí mayor , pero activa y muy agradable en el trato, con la chispa gaditana que caracteriza a la buena gente de allí. El apelativo, no es casual. En su juventud ganó un concurso de mantones de Manila, celebrado en el Cortijo de los Rosales, (1945), por su belleza y de ahí el mote adecuado. Fue la reina de la masa frita, en sus tres versiones: churros o tejeringos de masa o papa y en tortillitas de camarones, aquella -"Espuma de mar frita"- que le dijo Pemán.
Son vivencias que jamás olvidaré, intensas y plenas de buenos recuerdos. Mi cariño por Cádiz no sorprenderá al seguidor habitual...Y llevo a gala al deciros que es mi segunda Patria Chica por sentimiento, la primera es Sevilla, por nacimiento y sentimientos.
La casa familiar tuvimos que venderla por el enorme costo que resultaba en seguir manteniéndola, con profundo dolor de mi corazón. Pero me dejó llena de recuerdos entrañables y el disfrute de un tipo de vida que no todos tienen la alegría y fortuna de haber conocido en unas de las ciudades más bonitas y con más historia de nuestro país...