En referencia a las clásicas aceras de la Plaza de San Juan de Dios.
Por Miguel García Díaz
Vuelvo a colaborar en la sección de este blog titulada “Mis articulistas preferidos” con un tema de rabiosa actualidad. Aunque el título de este artículo se llame así, no voy a escribir sobre las chinas, habitantes femeninas de la República Popular de China, sino sobre “las chinas” del acerado histórico de la plaza de San Juan de Dios.
Y las denomino “chinas” y no “chinos lavados”, porque así se les llama en la documentación que he consultado al respecto. Concretamente en la Certificación de Obras firmada por el arquitecto municipal se dice que en la pavimentación de la plaza de Isabel II, actual San Juan de Dios, las dos aceras estaban decoradas en dibujos blancos y negros de chinas.
Los lectores se preguntarán cómo surgió la idea de pavimentar de nuevo la plaza y por ello voy a hacer un poquito de historia. Todo se debió a la iniciativa de ese gran alcalde que tuvimos que se llamó Ramón de Carranza y Fernández de la Reguera.
Cuando el 30 de junio de 1927 dimitió el alcalde de Cádiz Agustín Blázquez, según parece por un enfrentamiento con el Gobernador Civil Luis Losada, la Unión Patriótica, que era el órgano político oficial de la Dictadura, promovió la candidatura del Almirante Ramón de Carranza quien contaba con el apoyo de personas tan influyentes como José María Pemán. En un principio Carranza se mostró reticente a aceptar el cargo por motivos personales, pero el día 8 del mes siguiente telegrafió al General Primo de Rivera aceptando ser candidato a la Alcaldía, pues por entonces había conseguido contar con un equipo adecuado para trabajar por la ciudad.
El 15 de Julio de 1927 se celebró la reunión de la Corporación Municipal presidida por el Gobernador Civil interino procediéndose a la votación por la que Ramón de Carranza salió elegido alcalde por 27 votos a favor y uno en blanco. En ese mismo acto Carranza tomó posesión de su cargo.
He contado todo esto porque el Alcalde Ramón de Carranza fue un hombre que desde el primer momento hasta su cese el 14 de Abril de 1931, trabajó incansablemente junto a sus concejales por un Cádiz mejor. Enumerar las múltiples iniciativas todas ellas muy beneficiosas para la ciudad sería interminable, por lo que aquí me voy a limitar al aspecto de adecentamiento de calles y plazas. Para ello la Corporación Municipal elaboró y aprobó un extenso plan entre el que se encontraba el de la pavimentación de la plaza de Isabel II.
El mismo día de su toma de posesión Carranza manifestó su propósito de cometer el problema del suministro de agua y electricidad y se comprometió a dotar a la ciudad de un buen alcantarillado. En 1929 llegó a dictar un bando por el que se obligaba a los propietarios de las casas a la instalación de agua potable antes del 31 de marzo de ese año, bajo multa de 75 pesetas y luego cobrarles el importe de las obras que acometería el municipio en su lugar.
Todas estas obras públicas de alcantarillado y acometidas por las calles de agua y electricidad exigían el levantamiento de las mismas y su adecentamiento posterior. Ese creo que sería una de los motivos para aprovechar la ocasión para pavimentar las calles y plazas, además de conseguir un adecentamiento y embellecimiento de la ciudad así como una mejor limpieza de la misma. En el periodo 1928-1931 fueron por tanto numerosas las obras públicas que se realizaron en Cádiz.
Para la nueva pavimentación de la plaza de Isabel II que como todos sabéis es la actual plaza de San Juan de Dios, antes plaza de la República, se hizo un plano que se conserva en el Archivo Histórico Municipal en el que se puede apreciar una calzada central y dos amplias aceras laterales paralelas a ella, desde la calle Duque de la Victoria a la de Alonso el Sabio por una parte y desde Plocia a la de San Juan de Dios por otra. Asímismo todas las mediciones y cálculos realizados.
En la Certificación de Obras firmada por el arquitecto municipal Antonio Sánchez Esteve se puede leer que la empresa a la que le fue adjudicada la obra fue la denominada "Empresa General de Construcciones" quien con un presupuesto de 190.000 pesetas debía de pavimentar la plaza con una calzada Goudalite y dos aceras decoradas en dibujos blancos y negros de chinas. Lamentablemente el plazo de ejecución de la obra, principio y fin de la misma, no está rellenado en la citada certificación, no obstante puede estimarse que la obra comenzaría después del Corpus de 1929, que ese año se celebró el 30 de mayo. Calculo que sería en el mes de Julio y la obra se terminaría poco antes de la Semana Santa de 1930 que fue en Marzo, aunque sería rematada algún mes después.
Hay diversas Actas Capitulares de 1928 y 1929 que citan la citada obra pero para no hacer engorrosa la narración no las cito. Se pueden consultar en el citado Archivo Histórico Municipal, aunque si es interesante conocer que el acuerdo de ejecución de la obra de reforma de la plaza se tomó en la sesión extraordinaria celebrada el 18 de Enero de 1929. (Acta nº 3 de 1929).
Nuestro actual ayuntamiento ha iniciado una nueva reforma de la plaza y se sospecha que por abaratar costes, hacer la obra en un menor tiempo y por no encontrar obreros cualificados para la restauración del acerado con las “chinas”, se sustituirán estas por las consabidas y prolíficas losas de granito gris.
La Asociación “Cádiz Ilustrada y el Ateneo Virtual “Cádiz de ayer a hoy” iniciaron hace poco una campaña de recogidas de firmas para solicitar la conservación del pavimento y evitar la desaparición del original y característico acerado con la decoración con chinas en olas blancas y negras. Esperemos que mueva la conciencia de nuestros munícipes y se logre.
Cádiz no es una tacita,
ResponderEliminarCádiz para mi es un sueño,
una lágrima en silencio
la mirada de mi abuelo,
colorín de carnavales
de una niña tras el cierro.
En la distancia del tiempo,
cerca, pero siempre lejos,
canción de espuma y arena
con un coro en la cabeza,
el corazón de comparsa
y un tanguillo en el recuerdo.
El viento de la añoranza
sigue presente en mis ojos
la Camelia, el Anteojo,
paseos por el baluarte,
la fuente de puertatierra
de la mano de mi padre.
Oleadas de sabores,
salpicaduras del alma,
a la vez dulce y amargo,
tocinillo, bienmesabe,
sopita de picadillo,
las torrijas de mi madre.
Artesana