En julio de 1777 comienza la obra. Un equipo de artesanos dirigidos por el ingeniero militar Alfonso Ximenez se encarga de levantar el gran plano en relieve , a escala 1/250 que hoy conocemos. Se utilizaron maderas de diferentes calidades: caoba, cedro, ébano, haya y pino además de marfil, hueso y plata para los detalles. El océano que rodea a la ciudad fue reproducido en planchas de cedro tallado para imitar el oleaje, el brillo del agua se consiguió con un laminado de plata.
Las instalaciones militares de la época están perfectamente detalladas ya que no podemos olvidar que la maqueta se concibió como estrategia defensiva, y así se puede observar el perímetro amurallado de la ciudad y la fortificación defensiva de los Glacis en las Puertas de Tierra.
Destaca la catedral en marfil, de veinte centímetros de altura. Se reprodujo conforme al proyecto primero que resultó no ser definitivo; de ahí las pequeñas diferencias que se observan con la catedral actual. La mayoría, que no todos, de los conventos aún existentes permanecen igual que en la maqueta, con sus jardines y claustros. También el trazado de las calles y las fortificaciones se ajustan al casco antiguo actual. Algunas casas nobles se desmontan pieza a pieza y se puede observar el enlosado y dependencias interiores con todo detalle.
De aquella época a la actual, numerosas circunstancias han ido transformando la ciudad. Se construyen plazas como la de la Merced, Libertad, Candelaria y Mina o barrios como el de San Carlos que por ser posteriores a 1779 no aparecen en la maqueta.
Al terminarse su construcción, la maqueta estuvo expuesta en el Palacio del Buen Retiro de Madrid, luego fue donada al Ayuntamiento de Cádiz; cuando se inauguró el Museo Iconográfico de las Cortes de Cádiz en 1912, por orden del alcalde de la ciudad Ramón Rivas y Valladares, la maqueta se instaló en ese museo.
Ha sido sometida a dos profundas restauraciones, la primera en la década de los cincuenta del pasado siglo veinte y la segunda en los primeros años de la década de los diez del siglo veintiuno.
Puede visitarse en el piso primero del museo, donde ha quedado debidamente instalada en la sal que sirvió como salón de sesiones de la Academia Hispanoamericana. Allí, el espléndido plano en relieve de la ciudad de Cádiz se ofrece al visitante con toda su belleza y esplendor.
Está bien eso de la maqueta, pero la gracias está en una cerveza en la Plaza de las Flores, por ejemplo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me avergüenza reconocerlo, pero es una de mis asignaturas pendientes. De este año no pasa. Un saludo.
ResponderEliminarNo te arrepentirás de conocer la maqueta ni el museo
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