En continua pose para fotografía de toda persona que pasa por ella, hace años ya que se cansaron de esperar a los enemigos para cumplir la misión para la que fueron construidas: defender la ciudad de un ataque por tierra. Porque desde ellas, las murallas de las Puertas de Tierra, jamás se disparó un solo tiro. Fue una pequeña broma que la Historia le gastó a Cádiz, su vieja y querida amiga. Sólo una vez, cuando el saqueo de la ciudad por la escuadra angloholandesa, en 1596, los enemigos llegaron hasta ellas, que entonces eran solo un muro, pero ya la ciudad había sido tomada por mar y los soldados que la defendían habían caído en sus puestos.
Y la Puerta, la muralla y los fosos, modificados con el correr de los años, reforzadas sus defensas, tuvieron que acabar por aceptar que su papel, por esa amistosa jugarreta de la Historia, iba a ser otro bien distinto y mucho más acorde con su nombre: Puerta. Abierta siempre a todo el que llega, avanzadilla, a modo de muestra, de las viejas piedras que encierra en la ciudad, de la coquetería de sus jardines y de la alegría burlona de sus gentes.
Antes de que fuera construido el muro en el Frente de Tierra de la ciudad, Cádiz estaba reducida dentro de una cerca de mampostería con torres y un castillo en el ángulo sudeste, al estilo de otras ciudades medievales. Eran los primeros momentos de la repoblación cristiana. Agustín de Horozco, en su 'Historia de la ciudad de Cádiz', describe la antigua villa diciendo que:
'su traza y forma era cuadrada, aunque de estrecho sitio, para que fuera mejor guardaba, y la cerca de tres cortinas o labrada en tres partes, la del Oriente, a la del Norte y a la del Occidente, con una puerta en el medio de cada un lienzo, no se le haciendo ni poniendo ninguno al mediodía, por ser allí sobre la playa muy alto tan a peña tajada que aquello bastaba'.
'su traza y forma era cuadrada, aunque de estrecho sitio, para que fuera mejor guardaba, y la cerca de tres cortinas o labrada en tres partes, la del Oriente, a la del Norte y a la del Occidente, con una puerta en el medio de cada un lienzo, no se le haciendo ni poniendo ninguno al mediodía, por ser allí sobre la playa muy alto tan a peña tajada que aquello bastaba'.
El núcleo primitivo de población estaba situado en torno a la Iglesia Mayor, donde hoy está la de Santa Cruz. Al ir creciendo el número de habitantes se formaron dos arrabales fuera del amparo de la cerca, el de Santiago y el de Santa María.
Fue entonces cuando se decidió proteger de alguna forma a la ciudad de un posible ataque por tierra que tanto se temía, y se levantó un muro que se extendía desde la bahía al mar del Vendaval, lo que hoy es nuestro Campo del Sur, con una puerta en el centro, que sería conocido como la Puerta del Muro.
La vieja muralla del Frente de Tierra se derribó durante el verano de 1601 y el Consejo consideró llegado el momento de hacer realidad un proyectado castillo-ciudadela en ese lugar para que lo que se trasladaría a Cádiz el Ingeniero Mayor Tiburcio Espanoqui, pero apenas iniciados los trabajos quedaron paralizados por falta de dinero. Algunos años más tarde, el Ingeniero Superintendente de las fortificaciones de Cádiz, Luis Bravo de Acuña, mejoró el Frente de Tierra, protegido por una muralla baja y los dos Baluartes de San Roque y Benavides (Santa Elena).
Pero el verdadero origen de estas frustradas murallas defensivas iba a partir de la alarma que cundió por la ciudad, en 1656, por la proximidad de varias fragatas inglesas, que se mantuvieron varios meses a la vista de la bahía sin decidirse a atacar. El Conde de Molina, Gobernador de la Plaza, creyó necesario enmendar la fortificación del Frente de Tierra, ya que en sus muros, levantados en su mayor parte con tierra, eran débiles, además los fosos y trincheras se estaban desmoronando por la acción de los vientos y lluvias.
Continuará.