Mi agradecimiento personal a José Antonio Aparicio Florido, Licenciado en Filosofía y Letras. Primera autoridad en la investigación de la Explosión de Cádiz, que me honra con su amistad personal, por su artículo de la Explosión de Cádiz (1947) publicado en primicia y exclusiva en este blog. 
Cádiz, 1947. Las consecuencias de una negligencia militar. Por José Antonio Aparicio Florido. 

Así siguieron llegando otras 700 minas alemanas y cargas de todo tipo: rusas, Vickers, Torpedini y alemanas de los modelos WBA, WBD, WBE y WBF. Un abecedario completo que, junto a 41 torpedos italianos, preocuparon especialmente a un teniente coronel de Armas Navales enviado desde Madrid a principios de julio de 1943. Se llamaba Manuel Bescós Lasierra. La visita que realizó a la Base de Defensas Submarinas le dejó perplejo al contemplar que unas trescientas toneladas de explosivos estaban estibadas en el suelo de dos naves levantadas para otros fines, de gran superficie, pero que carecían de vías, vagonetas y medios de remoción o estiva, sin salida al mar y rodeadas de edificaciones muy próximas a las zonas urbanas. En su informe fue contundente al afirmar, cuatro años antes de la catástrofe, que si bien los altos explosivos empleados hasta entonces eran muy estables, nunca podía tenerse una absoluta seguridad en su estabilidad y, por lo tanto, no cabía descartar la remota probabilidad de explosión, ya fuera por accidente, guerra o sabotaje. Textualmente no tuvo reservas en expresarlo de la siguiente manera: “Estas consideraciones mueven al jefe que suscribe a aconsejar el urgentísimo traslado del depósito de Defensas Submarinas que, en caso de voladura, originaría una catástrofe de carácter nacional”. No una catástrofe cualquiera, sino uno de la que habríamos de acordarnos toda la vida.






"La catástrofe en la que perdió la vida la respetable dama, en nombre de cuyos deudos hablamos, no fue como la más ilustre pluma de la intelectualidad española ha dicho, tan imprevisible para que el hecho pueda ser catalogado entre los azares inevitables o fatales. Desde este momento en que comenzamos nuestra acusación, sostenemos que la catástrofe tiene caracteres de delito culposo, con responsabilidad criminal clara y patente de la persona o personas que ordenasen y consintiesen la colocación de tantísimos centenares de bombas explosivas de 300 kilos cada una en las naves de un edificio construido no para polvorín, sino para fábrica de armamentos, con techos de cristales y débiles muros, poniéndolas a flor de tierra, unas sobre otras, como si fuesen objetos inofensivos, en locales situados dentro de una ciudad, rodeados por todas partes de casas habitadas y enfrentados con una de las más importantes factorías de la nación, por cuanto que, conocedores del extraordinario peligro que los hechos han venido a comprobar, resulta patente por parte de las mismas la más temeraria imprudencia".
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Han pasado ya setenta y seis años, sin que la Armada reconozca su culpa y sin cerrar capítulo sobre un episodio ominoso de la historia del que hace tiempo sabemos con absoluta rotundidad quiénes fueron los causantes. Para mayor vergüenza, el Instituto Hidrográfico de la Marina sigue cerrándonos sus puertas al objeto de impedir que se realicen allí los actos conmemorativos de la tragedia, como ha vuelto a ocurrir en este año 2023. Sin embargo, haciendo gala del mayor cinismo, siguen presidiendo la entrega floral como convidados de piedra, sin abrir ni siquiera los labios para aprender a honrar a los difuntos.