Pasión por Cádiz

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Cádiz, Andalucía, Spain
AB ORIGINE SEMPER FIDELIS. IN PERPETUAM, SEMPER ET UBIQUEM GADES. QUI POTERS CAPERE, CAPIAT.

jueves, 1 de mayo de 2025

El viento de Levante en Cádiz

Viento de Levante en Cádiz: La maldición y la bendición de una especie de cuento costero.

¡Ay el viento de Levante! Es un nombre que te resultará familiar en cuanto tengas oportunidad de pisar Cádiz. 

Es una fuerza de la naturaleza, un espíritu salvaje que puede llevarte al borde de la locura y a la vez, dejarte maravillado por su poder.

Pero el Levante tiene una cuestión de doble filo: Aunque pueda parecer molesto e incordiante, es la razón por la que la mayor parte del litoral gaditano permanece intacto ante las imponentes construcciones y las abrumadoras multitudes de turistas que invaden otras costas, las playas esperan su visita para rendirle pleitesía, entregar su arena y su agua, y así despejar tanta muchedumbre que las agobian. 

Es el guardián de esta joya costera.

Imagínate esto: el viento de Levante llega rugiendo desde el Mediterráneo, especialmente en los calurosos y secos días de verano. Puede ser implacable, drenándote la energía con cada ráfaga. Es el tipo de viento que puede convertir tu cabello en un torbellino de caos. 

Se convertirá en el dueño de tu terraza, ventanales, azoteas, de tu calle y cualquier otra posesión que tengas al aire libre, no encontrarás socaire porque no hay lugar donde guarecerte, el Levante te hallará siempre… Y te dará un ataque de nervios.

Te empujará por la calle y de repente, tratará de impedirte andar, no dejará en paz tu pelo o cualquier prenda que lleves en la cabeza, revoloteará las faldas de cualquier mujer que se atreva a salir con una de ellas puesta. Los ciclistas encontrarán mil dificultades para avanzar, o será fácil pedalear si de improviso vira a la espalda de quien ose desafiarlo.

Por otro lado, está el viento de Poniente, su antagonista, que es una brisa refrescante del Atlántico que trae una sensación de calma y alivio, excepto en invierno porque te dejará aterido de frío, ya que aunque haga sol, es capaz de engañarte mientras lo observas desde el cristal de tu ventana. El Poniente, en verano, es como un suave suspiro tras el tempestuoso abrazo del Levante. 

Nuestros visitantes no lo quieren, porque incluso en las noches de verano, has de ponerte una manga larga. Ellos buscan calor y canícula y el Poniente se lo arrebata.

Entre el Levante y el Poniente, Cádiz siempre tiene una historia que contar. Es un lugar donde los vientos susurran historias de mar y arena, donde cada ráfaga trae consigo un toque de aventura.

Si estás en Cádiz, y sabes que el viento de Levante está mostrando su fuerza en ese momento, ¡no te preocupes! Hay un lado positivo: Sumérgete en el estilo de vida de la ciudad en algunos de sus bares, paseando por las pocas calles donde te podrás medianamente guarecer de su fuerza, o probándola pegado al mar viendo como la espuma de las olas llegan hasta tu cara por mucho que pienses que estás a salvo de sus salpicaduras. Es una oportunidad para disfrutar de esta idiosincrasia, pero nunca busques la comodidad de tu casa.

Así que, viajeros y viajeras que están curtidos por el viento, recuerden que el Levante no es solo un fenómeno meteorológico: forma parte del alma de Cádiz.

Es la razón por la que este rincón del mundo sigue siendo una joya escondida, un lugar de belleza indómita y un tesoro de historias por descubrir. 

Enfréntate a su fuerza.




lunes, 7 de abril de 2025

Costumbres y recuerdos. Parte 2ª y última.

 

Aquí tuve que dejar mis contemplaciones porque me encontré en el Paseo del Perejil con Don Anselmo. Estaba en Cádiz. Me extrañó mucho encontrarle a esta hora por ser precisamente las cinco menos diez minutos; de manera que a tal hora debía estar aún en casa del peluquero. Mi afán de hablarle de otro asunto de más interés para mí en aquel instante, me impidió averiguar la causa de que se encontrase allí diez minutos antes de las cinco, y le pregunté prontamente:

- Pero hombre: ¿Qué es de Pepito? Anoche me fue imposible hablar con usted dos palabras de esto porque Perate no nos dejó: dígame usted lo que  hay.

- Pues lo que hay, contestó Don Anselmo mascando madera, no tiene nada de bueno.

- Es posible ¿Pues qué ocurre ahora? ¿Dónde está él?

- En Sevilla. Conforme hirió a Ramón, marchó a su casa. Me dijo últimamente que tenía sobre su pecho como una losa de plomo aquella acción que con el noble muchacho había cometido. Pepe, para que usted lo sepa, se figura que ese desafío es el último golpe que ha dado a su felicidad. Ha escrito a su dichosa Manolita diferentes cartas y a ninguna tuvo contestación. El padre de esa Manuela, Don Andrés creo que se llama, sí le contestó cierta vez en nombre de su hija, diciéndole, entre otras cosas muy tristes pero muy razonadas, que no se moleste más en escribir. Decíale en la carta que le creía un loco, pero no un malvado, y concluyó afirmándole que ni quería Manuela continuar en aquellos amores, que fueron suplicio suyo y de sus padres, ni se lo consentirían tampoco sus padres, caso de que la hija quisiese. Pepito conoce muy bien a esta familia, y manifiesta que cuando Don Andrés se atreve a escribir en tal forma es porque ella lo permite y está de acuerdo con él. 

Cuando tuvo la seguridad de la indiferencia de Manolita, enfermó de pronto de tristeza, y para curarse de ella ha jugado mucho y ha bebido más. Vio que esta vida no le halagaba, y se consagró al estudio. Así continúa retirado, solo, sin hablar con nadie, y  notándosele a la legua que su salud decae mucho. ¡Pobre Pepe!.

Así acabó Don Anselmo; dio unas cuantas vueltas a su bastón y tarareó una tonadilla.

Ante las palabras indiferentes de aquel hombre, que parecía insensible para todo lo que no fueran sus propias debilidades, pensé yo en lo efímero de las cosas y en la imperfección moral de los hombres. ¡Pobre Pepe! dije yo también para mí ¡Cuánta era su desgracia Su carácter le había perdido; su exagerado amor le había robado el amor de los demás. ¿Era Pepe un espíritu superior? Se me figura que sí. Pero ¿Manolita no lo era también? ¿Por qué entonces no lo comprendía? Y aquí  mi pensamiento se encontró delante de tan recia muralla. En aquel instante compadecí y amé mucho más a Pepe que a Manuela y Ramón ¿Sabéis por qué? Porque allá en lo último de mi cerebro creía entrever que las penas de Pepe resultarían a la larga, como urnas de hierro donde se encerrarían para siempre las de Ramón y Manuela.
Salí del Perejil con Don Anselmo, internándome en la población. Había quedado por la mañana con Don Rafael de la Viesca en encontrarle en el Casino Gaditano, que no tuve ocasión de ver aún. Allá fuimos, y el amable fundador y director del periódico 'La Dinastía' me guio en el suntuoso y gran local, haciéndome ver minuciosamente aquel centro de recreo y de ilustración que sin disputa puede figurar entre los mejores de España.

Como en épocas memorables de este Casino Gaditano, se recuerdan tres: La de los terremotos del 85, la del cólera del mismo año y la del baile celebrado allí en el 87, en honor al Duque de Génova, que vino a Cádiz a visitar la Exposición Marítima.

Cuando los terremotos, demostraron los gaditanos su generosidad por el hecho siguiente: Se organizó una rifa en el Casino Gaditano, que produjo en veintisiete horas, cuarenta mil pesetas, que se destinaron a las víctimas de los terremotos y para la reedificación, con otras cantidades, de quince casas del pueblo granadino: Abruñeda. En el mismo año 85 costeó a diario durante la epidemia de cólera, las raciones de los asilos, y en el baile del 87, dado en honor del Duque, se desplegó un fausto que hizo creer que el pueblo gaditano no es ni con mucho tan pobre como parece. Contándome estaba estas cosas Don Rafael de la Viesca, cuando fijé los ojos distraídamente en un cuadro de honor que había en uno de los testeros de la gran sala: Hacíase constar en aquel cuadro de la fecha de aquel baile célebre y la noticia principalmente de que el Duque de Génova bailó el rigodón de honor con la Señorita Doña María Ferrer. 

Al leer, me puse triste, no por lo que leí, pero sí por las memorias que me trajo el nombre de María Ferrer. 

Manuel Martínez.








lunes, 10 de marzo de 2025

Costumbres y recuerdos. Parte 1ª.

 

Hace mucho tiempo escribía yo, Manuel Martínez, a una ilustre amiga, viajera eterna y apasionada furiosa del carácter y las costumbres andaluzas: "Tu última carta la firmas en Cádiz, viajera eterna (como el hombre misterioso de la tradición cristiana); nunca me escribes desde la misma ciudad; pero tú tienes sobre el otro viajero fatídico la ventaja de que no te impulsa la fatalidad, si no tu gusto, la pasión que arde en tu alma, que se te identifica y se acomoda con todo lo bello y lo grande, lo espiritual y lo divino en mescolanza que tú sola sabes definir con la moderna realidad de nuestro siglo.

¡Ay, amiga! No puedes tu comprender la impresión que me ha causado la noticia de tu residencia actual en Cádiz. ¡Qué recuerdos y qué alegría! ¡Qué intranquilidad y qué temores! ¡Qué dulces horas de paseos solitarios en las noches de estío allá por la Alameda de Apodaca! La luna, destellando sobre el bruñido de los cañones, parecíanme siniestras risas de muerte; la luna, rielando también sobre las ondas suavísimas del mar, parecíanme las alas rizadas de los ángeles. ¡Qué cosa es la vida tan llena de misterios!.

Y es que si Cádiz no me inspiró por su aspecto igual y monótono las extrañas fantasías de los recuerdos del pasado, me lo pudo inspirar por su historia y por algo principalmente que, siendo lo primero, yo no puedo definir. En mis recuerdos de Cádiz noto yo una mezcla, sin explicación de realidad amarguísima y de puros y dulces candores. 

¡Oh pueblo amado de Cádiz! ¡España es un poema divino de glorias y tú su canto más hermoso!.

La Alameda de Apodaca es uno de los principales paseos: tiene lindo y frondoso arbolado; a la derecha está la bahía; existen ocultas en las aguas grandes rocas que se llaman "Las Puercas": allí hay dos faros giratorios que señalan al marino la traidora perfidia de aquellos pedruscos de que sus embarcaciones deben huir; se ve desde allí la costa de El Puerto de Santa María con su terreno sembrado de manchitas blancas, que son los edificios. Es una tarde de abril, muy desapacible; no se ve un barco siquiera en el mar: solamente se distingue allá a lo lejos la blanca vela del bote del práctico, que vuelve de dejar el Vapor en franquía; hay marejadilla y corre fuerte viento del norte. 

El rumor de las olas aumenta; el viento ruge; yo no puedo resistirlo y me escondo en una enorme y vieja garita de piedra que está sobre la muralla como guerrero vetusto para contrarrestar los furores de las olas. Salgo a poco y dejo a la izquierda la calle de Marsal y un recodito de la muralla, que forma ángulo, en que muchos hombres juegan a los bolos.
 
Siguiendo mi camino, me dejo atrás el Parque de Ingenieros, la Iglesia del Carmen y el Gobierno Militar, entrándome seguidamente en el Paseo de las Delicias, que es siempre la continuación de aquel camino con diferentes nombres que rodean la ciudad como una hermosa cinta de flores y que la separa del agua: allí está el Cuartel de Ingenieros. 

Continúo junto a la muralla, volviendo la cabeza de vez en cuando.  Cesó el viento repentinamente; fuéronse calmando las olas; el mar hállase ya tranquilo, hermoso, transparente, y allá en el fondo del horizonte, como dulces palomas grises, los botes, que se balancean con sus airosas velas latinas. 

Doy en el Cuartel de Infantería primero, el de Artillería después, y enfrente, formando cerco en la muralla, un jardinillo que se rodea de pirámides de bombas alineadas simétricamente, contrastando su color negro con el gris de la tierra, el azul del mar y el blanco purísimo del cielo.

Deténgome al contemplar aquellas dilatadas hermosuras, y en el dulce éxtasis de la contemplación de la vida vigorosa y ardiente que de todas partes parece emanar, tropiézase de pronto la mirada con el símbolo de la muerte, en aquella batería de morteros, como enormes gazapos con su ojo sombrío mirando a las alturas. Más allá encuéntrase El Perejil, la etimología de cuyo nombre no puedo deciros: es el paseo de moda del invierno a lo menos, pues yo no vie que fuera nadie a ningún otro lado que aquel; tiene un bello jardín, envidia en las noches caniculares de enamorados y poetas. Aunque Cádiz no tenga fama por sus jardines ni sus paseos, yo os digo ahora que abundan allí más que en otras poblaciones andaluzas de más importancia y que cualquiera de ellos vale como el mejor de otras cualquiera parte.

Hállase también la Batería de la Soledad y el melancólico faro  con su torrecilla, que en las noches invernales parece conmover al marinero con su triste luz blanca y roja, que se ve en la negra inmensidad, dulce y fantástica y llena de vaguedades como las almas en pena de los pobrecitos náufragos. 

Continúa el próximo mes



miércoles, 5 de febrero de 2025

Historia de las Puertas de Tierra. Cuarta y última parte.

 

Algunos años más tarde se suscitó una curiosa discusión respecto a la necesidad de que existiera más de una puerta en el Frente de Tierra. Ignacio de Sala expresaba al Marqués de la Ensenada la conveniencia de que hubiera una puerta de entrada y otra de salida, que facilitara el tráfico. Sin embargo, Pedro Moreu opinaba que la duplicación de puertas era "sospechosa por el grande bullicio que entra y sale de la ciudad", que favorecían la introducción de tropas enemigas disfrazadas y el contrabando. Al final se decidió la apertura de una segunda puerta al lado de la principal. 

En 1751 el ingeniero José Barnola realizó el proyecto de modificación de ésta, que se encontraba en muy malas condiciones, reformando su antigua ornamentación. A cada lado de la puerta había dos columnas de orden dórico con pedestales y sobre la puerta la inscripción: FERNDINANDVS VI HISPANIARUM ET INDIARUM REX: ANNO MDCCLIV. Arriba, otro escudo de grandes dimensiones flanqueado por dos leones y junto a él, una alegoría de la fama. La obra fue terminada en 1756, con muy pocas modificaciones respecto a este proyecto, no habiendo  sufrido ninguna desde entonces hasta hoy.

Desaparecidos los peligros de ataque que habían determinado su construcción y las posteriores reformas, el laberinto de glacis que daba acceso a la Puerta permaneció ante ella durante años, como queriendo darle un aire de misterio, mientras la ciudad se extendía fuera de la fortificación. 

En la primera mitad del siglo XX, las murallas fueron derribadas, debido a la imposibilidad de canalizar todo el tráfico de entrada y salida de la ciudad por una sola puerta. La Puerta de Tierra quedó sola, aislada en la Plaza de la Constitución, y se dudó si dejarla así o continuar las murallas por arriba, como ahora están. 

A grandes rasgos, esta es la  pequeña historia de unas piedras construidas para rechazar a los que a ellas se acercaran en su día, pero que por un curioso juego del destino sólo han servido para todo lo contrario: recibir, acoger.  Pero como para que no olvidemos su primitivo origen, ahí sigue cruzando de punta a punta al entrada a ese pequeño "Cádiz antiguo".


jueves, 9 de enero de 2025

Historia de las Puertas de Tierra. Tercera parte.

 

En 1657, el Conde hubo de prescindir de cien moros esclavos de las galeras que el Rey le había cedido y que tenían que volver al servicio de Su Majestad por ser expertos remeros. Se autorizó entonces al Gobernador a servirse de los esclavos moros que tenían los particulares de la ciudad, pese a que no podía haberlos por estar prohibidos por Bandos Reales. La justicia asistía al Conde, que podía quitar los esclavos a sus dueños.

Las obras terminaron en 1671 y el Frente de Tierra contaba ahora con una nueva línea de defensa: un foso y una trinchera, estando revestida la fortificación, por primera vez, con materiales sólidos conociéndosele ya con el nombre de Puerta de Tierra. 

No hubo más modificaciones hasta que en 1728, Ignacio Sala, Ingeniero Director de las Fortificaciones de Cádiz, elaboró un proyecto de reforma, ya que la obra coronada ante la Muralla Real del Frente de Tierra era de construcción defectuosa. No tenía altura suficiente y carecía de fundamentos y contrafuertes apropiados. 

El proyecto fue modificado en 1731, añadiéndole nuevas murallas y fosos delante de la Puerta de Tierra, rodeadas de dos caminos cubiertos con sus correspondientes glacis. Más tarde se llevó a cabo otra modificación de acuerdo con el proyecto realizado por Juan Martín Carmeño, consistente en la construcción de varios reductos para alojamiento de oficiales, tropa, repuestos de pólvora, etc. 

Continuará.

lunes, 2 de diciembre de 2024

Historia de las Puertas de Tierra. Segunda parte.

 

Así pues se decidió enmendar toda la fortificación y revestirla de cal y piedra.

 El Conde de Molina expresaba al Rey en una carta la necesidad de realizar este trabajo, que pensaba efectuar con muy poco gasto para la Hacienda Real, "sirviéndome de las compañías de negros, mulatos y moros que pondrían todos los domingos ochocientas cargas de piedra".  La obra se aprobó por Real Cédula del 15 de agosto de 1656.

El Conde aseguraba que ésta sería "la más real obra de Europa", afirmando orgulloso que empleaba en ello muy poco de la Hacienda de Su Majestad, ya que los medios para realizarla los extraía de la misma ciudad con los derechos aplicados para ello.

Gravando las botas de vinos de los forasteros que entraban en la ciudad por tierra se obtenían unas rentas de unos cuatro mil reales al año, por lo que el Conde tenía que recurrir a todas las economías posibles, empleando a la mano de obra peor retribuida: mulatos, negros, moros, presidiarios, soldados...

"En esta plaza había como seiscientos moros -escribe el gobernador-, mulatos y negros, los cuales tengo repartidos en los siete días de la semana, y tocándoles solo uno en ella, no viene a ser gravoso a los vecinos y se juntan más de ochenta trabajadores que sirven de peones y de mover tierra. Los acarreos de la piedra y arena de la mar se han hecho sin coste alguno, y la piedra gruesa y sillar de las murallas sin más que el que causan los canteros que la sacan al pie de la obra, a la cual he aplicado todas las condenaciones de causas políticas que se han podido. En lo que toca a Infantería, tengo reducido ese gasto a solo cuatrocientos reales cada semana, dándoles cuatro cuartos para vino y dos para la provisión de unas ollas que se les da a mediodía".  

Continuará.



viernes, 1 de noviembre de 2024

Historia de las Puertas de Tierra. Primera parte.

En continua pose para fotografía de toda persona que pasa por ella, hace años ya que se cansaron de esperar a los enemigos para cumplir la misión para la que fueron construidas: defender la ciudad de un ataque por tierra. Porque desde ellas, las murallas de las Puertas de Tierra, jamás se disparó un solo tiro. Fue una pequeña broma que la Historia le gastó a Cádiz, su vieja y querida amiga. Sólo una vez, cuando el saqueo de la ciudad por la escuadra angloholandesa, en 1596, los enemigos llegaron hasta ellas, que entonces eran solo un muro, pero ya la ciudad había sido tomada por mar y los soldados que la defendían habían caído en sus puestos. 

Y la Puerta, la muralla y los fosos, modificados con el correr de los años, reforzadas sus defensas, tuvieron que acabar por aceptar que su papel, por esa amistosa jugarreta de la Historia, iba a ser otro bien distinto y mucho más acorde con su nombre: Puerta. Abierta siempre a todo el que llega, avanzadilla, a modo de muestra, de las viejas piedras que encierra en la ciudad, de la coquetería de sus jardines y de la alegría burlona de sus gentes.

Antes de que fuera construido el muro en el Frente de Tierra de la ciudad, Cádiz estaba reducida dentro de una cerca de mampostería con torres y un castillo en el ángulo sudeste, al estilo de otras ciudades medievales. Eran los primeros momentos de la repoblación cristiana. Agustín de Horozco, en su 'Historia de la ciudad de Cádiz', describe la antigua villa diciendo que:

 'su traza y forma era cuadrada, aunque de estrecho sitio, para que fuera mejor guardaba, y la cerca de tres cortinas o labrada en tres partes, la del Oriente, a la del Norte y a la del Occidente, con una puerta en el medio de cada un lienzo, no se le haciendo ni poniendo ninguno al mediodía, por ser allí sobre la playa muy alto tan a peña tajada que aquello bastaba'

El núcleo primitivo de población estaba situado en torno a la Iglesia Mayor, donde hoy está la de Santa Cruz. Al ir creciendo el número de habitantes se formaron dos arrabales fuera del amparo de la cerca, el de Santiago y el de Santa María. 

Fue entonces cuando se decidió proteger de alguna forma a la ciudad de un posible ataque por tierra que tanto se temía, y se levantó un muro que se extendía desde la bahía al mar del Vendaval, lo que hoy es nuestro Campo del Sur, con una puerta en el centro, que sería conocido como la Puerta del Muro. 

La vieja muralla del Frente de Tierra se derribó durante el verano de 1601 y el Consejo consideró llegado el momento de hacer realidad un proyectado castillo-ciudadela en ese lugar para que lo que se trasladaría a Cádiz el Ingeniero Mayor Tiburcio Espanoqui, pero apenas iniciados los trabajos quedaron paralizados por falta de dinero. Algunos años más tarde, el Ingeniero Superintendente de las fortificaciones de Cádiz, Luis Bravo de Acuña, mejoró el Frente de Tierra, protegido por una muralla baja y los dos Baluartes de San Roque y Benavides (Santa Elena).

Pero el verdadero origen de estas frustradas murallas defensivas iba a partir de la alarma que cundió por la ciudad, en 1656, por la proximidad de varias fragatas inglesas, que se mantuvieron varios meses a la vista de la bahía sin decidirse a atacar. El Conde de Molina, Gobernador de la Plaza, creyó necesario enmendar la fortificación del Frente de Tierra, ya que en sus muros, levantados en su mayor parte con tierra, eran débiles, además los fosos y trincheras se estaban desmoronando por la acción de los vientos y lluvias.

Continuará.

martes, 1 de octubre de 2024

Mis articulistas preferidos: Álvaro Rey Martínez.

Doña Jacinta Martínez de Zusalaga y la fundación de la Casa de Recogidas, por Álvaro Rey Martínez. 

Jacinta Martínez de Zusalaga, nacida en 1619 en la ciudad de Vitoria. En 1644 queda huérfana y emprende un largo viaje hacia Cádiz, donde vivía su hermano Diego. Conviviría con él y su familia en el antiguo barrio de la Plazuela de las Tablas. 

En 1648, Diego Martínez de Zusalaga firmaría su testamento, poco antes de fallecer, por el cual dejaba como albaceas al contador Juan Castellanos, a su mujer y a su hermana Jacinta, que aún vivía con él. El trabajo de Diego era el de compra y venta que salían en partidas al Nuevo Mundo, teniendo una compañía con socios en distintos puntos de la costa de Cádiz y en Jerez. 

Diego llegó a tierras gaditanas antes que su hermana y junto a su primo José de Arrate y Villareal, contador en la Aduana Real de la ciudad de Cádiz. Los caminos de José y Jacinta se unirían más adelante, con bula papal de por medio: 

"Ytem, si saven que, sabiendo que éramos parientes en el dicho segundo grado de consanguinidad y, antes del día primero de diciembre del año próximo pasado de seis­cientos cincuenta, nos conocimos carnalmente y tuvimos cópula vencidos de la fragilidad humana de la carne, y no maliciosamente…" (Expedientes Matrimoniales. Matrimonios Apostólicos. Carpeta 1904, José Arrate y Villareal-1652.  Archivo Diocesano de Cádiz. Documento Original) 

La boda se produjo tras una tremenda polémica, ya que eran parientes en segundo grado y habían sucumbido al “pecado de la carne”. Esas nupcias fueron fruto de la intersección del Papa Inocencio X. Tuvo lugar en la Iglesia de Santa Cruz y unos meses más tarde se celebraría la ceremonia de las velaciones, en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario el día 5 de octubre. 

No tendrían hijos, pese a sus casi veinte años de convivencia; criaban, sin embargo, en su casa una niña huérfana de nombre María Cecilia desde los 4 años, que había sido bautizada en la Iglesia de la Santa Iglesia Catedral, con el Capitán Juan de Manurga como padrino, y a Miguel Ángel de la Madre de Dios, hijo de una esclava fa­llecida en sus moradas. 

Con el tiempo, doña Jacinta se transformó en una de las mujeres más ricas y mejor conectadas de la Cádiz del siglo XVII. Como era costumbre entre las devotas de su época, dedicó sus ganancias al bienestar espiritual y material propio y ajeno, contribuyendo a aliviar la pobreza y la miseria. Consciente de la doble marginación que afectaba a las mujeres, especialmente si eran pobres y carecían de apoyo, enfocó su atención en brindarles asistencia. 

El 1 de septiembre de 1678, ante el escribano Juan de Sena y Lara, doña Jacinta, tras el reciente fallecimiento de su esposo, decidió donar las casas que habían sido su residencia, ubicadas en el corazón de la ciudad, para destinarlas a la creación de un refugio para mujeres. Su motivación era reducir el número de prostitutas Cádiz y ofrecerles una oportunidad de abandonar dicha actividad, brindándoles un lugar para el recogimiento y la transformación. Aclaró que no pretendía castigarlas, ya que existían otras instituciones con ese fin. Con esta acción, hacía referencia a un oficio perseguido tanto por la autoridad civil como eclesiástica, al ser competencia de ambas jurisdicciones.

Es así como se crea la Casa de Recogidas de Cádiz, en el número 34 de la calle Ancha, junto a la Iglesia de San Pablo. Una vez que las mujeres se arrepentían del pecado de la prostitución, el siguiente paso era su educación. Para ello, en 1773, el gremio de barberos creó la Hermandad de Nuestra Señora del Amparo, que se encargaría no solo de instruir a las arrepentidas, sino también de cuidar a las niñas huérfanas. Sin embargo, ambas debían permanecer separadas.

Con los años, la Casa de las recogidas logró acumular tres propiedades que generaban ingresos a través de once censos, cinco patronatos de obras pías y siete acciones valoradas en dos mil reales cada una en el Banco Nacional de San Carlos. Con estos recursos se cubrían los salarios de una ama, una maestra, un sacristán, una cocinera, un mozo y un basurero. A pesar de ello, la institución siguió dependiendo de donaciones, especialmente en el último cuarto del siglo XVIII.

Como ordenara Jacinta, el acogi­miento de prostitutas estaría al mando de las madres filipenses hijas de María Dolorosa que siguieron hasta 2007 con su labor asistencial en la calle Ancha pasando su lugar a la calle Cervantes. 

Generosa y devota, dedicada por completo a la causa de las mujeres desfavorecidas, a quienes asistió hasta el final de su vida. Falleció en Cádiz en 1699, a la edad de 80 años.

domingo, 1 de septiembre de 2024

Parroquia de Santa Cruz. La Catedral Vieja.

 

Cádiz tiene la bonita circunstancia de tener dos catedrales. Durante casi seis siglos, la actual Parroquia de Santa Cruz, llamada también en la actualidad Catedral Vieja, sirvió como catedral, aunque no es tan monumental como la llamada Catedral Nueva (actual catedral). 

La actual Parroquia de Santa Cruz, construida en el siglo XIII durante el reinado de Alfonso X El Sabio con la llegada de los cristianos tras la Reconquista, adaptándose una antigua mezquita allí existente. Con un techado de madera, muy sobria y con pilares más toscos que las actuales columnas del interior que ahora conocemos.


Se nombra Catedral con la autorización del Papa Urbano IV, trasladando la Sede Episcopal desde Medina Sidonia. Siendo su primero obispo Fray Juan Martínez y el presbítero Ruy Díaz su primer Deán. Por tener la licencia catedralicia fecha de 14 de septiembre, se le impuso el nombre de Santa Cruz. 

La torre de la llamada Casa de la Contaduría, y que sirvió de campanario tiene dos teorías sobre su origen; uno de ellas es que era el alminar de la antigua mezquita que allí había. La otra teoría dice que podría ser una construcción mudéjar posterior a la Reconquista de 1262.

Tras el asalto inglés de 1596, la entonces catedral, es reconstruida después de dejar la escuadra inglesa la ciudad totalmente arrasada; aunque es bastante parecida a como la conocemos en la actualidad, a finales del siglo XVII se reforma en un estilo manierista barroco e incluso se encarga una gran portada de mármol que con el paso de los siglos venideros, también desaparece. 



Anexa al antiguo edificio catedralicio, se encuentra la llamada Torre del Sagrario, de planta cuadrada finalizada en 1692 y reformada  en el siglo XVIII por Torcuato Cayón

Sufrirá varias reformas hasta que en 1838 se consagra la actual Catedral, pasando a ser desde entonces parroquia y conservando su nombre original de Santa Cruz. Así que desde 1262 hasta 1838 fue el primer templo diocesano.
 


domingo, 18 de agosto de 2024

LXXVII aniversario de la Explosión de Cádiz.

Se conmemora este año el LXXVII aniversario de la Explosión de Cádiz.

Dejo en estos enlaces algunas entradas publicadas en este mismo blog, redactados por personas que colaboraron años atrás rememorando una página de nuestra historia que nunca debemos olvidar. 

Siempre en nuestra memoria las víctimas de tan luctuoso suceso.




 


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miércoles, 3 de julio de 2024

Cádiz, joya del Neoclásico.

 

La ciudad de Cádiz una de las localidades andaluzas que mejor representa el Estilo Neoclásico. Fue en el siglo XVIII, coincidiendo con el nacimiento del Neoclasicismo, cuando Cádiz alcanzó uno de sus momentos de mayor esplendor gracias al comercio con las Indias.

El neoclasicismo fue un movimiento artístico que reflejó los principios intelectuales de la Ilustración, se llamó Neoclásico a este movimiento porque representó una nueva vuelta a los valores clásicos, es decir: el retorno a la cultura de la antigua Grecia y Roma. Uno de los principales artífices de la edificación neoclásica en Cádiz fue Torcuato José Benjumeda y Laguada (1757-1836), aunque no fue el único ya que, entre otros, también estaban Miguel de Olivares, Juan Daura o Torcuato Cayón. Éste último padrino de Benjumeda.

El siglo XVIII fue llamado por muchos historiadores 'El Siglo de Oro' y Cádiz no se podía quedar atrás porque, fue tanta la importancia de la ciudad en aquella época, que llegó a ser la capital de España durante tres años durante el Asedio NapoleónicoAdemás, su población aumentó espectacularmente hasta alcanzar más de cien mil habitantes, cantidad similar a la que tiene hoy día.

En aquellos tiempos, Cádiz tuvo un ambiente cosmopolita por la presencia de comerciantes extranjeros, especialmente italianos y franceses que suponían casi el diez por ciento de la población. Estas personas trajeron el gusto por la arquitectura, la ópera y en general, todas las ideas de la Ilustración.

La Ilustración fue un movimiento que afirmaba que la razón humana era capaz de combatir la ignorancia y la superstición para construir así un mundo mejor, debido a este empeño de luchar contra la oscuridad de la ignorancia por medio de la luz de la razón, el siglo XVIII fue también llamado 'El Siglo de las Luces'

Hoy día podemos contemplar en el casco antiguo de Cádiz, a una ciudad casi idéntica a la que conocieron sus habitantes en aquellas fechas, el Neoclasicismo se deja ver por las calles y edificios como en pocas ciudades.



La Iglesia de San José en la zona de Extramuros de la ciudad es uno de los exponentes del estilo neoclásico en la ciudad de Cádiz, junto al Palacio de la Diputación, antes de la Aduana; el edificio Valcárcel, usado en aquellas fechas como Hospicio. La antigua Cárcel Real que actualmente es la Casa de Iberoamérica. La Catedral o el Ayuntamiento de la ciudad. 

sábado, 1 de junio de 2024

Cádiz hacia 1492.

 

Cádiz, la ciudad más antigua de Occidente, fue fundada en el 1100 a.C. por los fenicios con el nombre de Gadir, y vivió siglos de esplendor durante sus épocas cartaginesa y romana. Sin embargo, con la dominación musulmana se convierte en una simple aldea de pescadores hasta su reconquista por el rey Fernando III, en 1240, y la posterior repoblación llevada a cabo por Alfonso X el Sabio en 1262. 

Partimos por tanto de este hecho para centrar la visión de Cádiz como lo que será a partir de ahora, un puerto comercial decisivo para la Corona por su privilegiada situación geográfica. 

El rey Alfonso X hace venir pobladores leoneses, castellanos, catalanes y, sobre todo, vizcaínos y santanderinos; además de algunos extranjeros: portugueses, italianos y franceses. Así se empieza a fortificar la ciudad, donde se erigió en 1263 una sede episcopal y se convirtió en 1265 la mezquita musulmana en Catedral, con el deseo expreso del Rey Sabio de ser enterrado en el templo gaditano, deseo que no se vio cumplido a su fallecimiento. 

La repoblación cristiana, iniciada en otoño de 1262, se vio dificultada dos años después con la revuelta de los mudéjares, pero la decisión del Rey era definitiva: Cádiz debía convertirse en una importante base naval para la proyectada conquista del litoral norteafricano. Para ello se le concede el título de ciudad en 1268, así como un término municipal rico y extenso para asegurar su auto subsistencia, extendiéndose éste hasta los límites de Sanlúcar. Pero la instalación de pobladores fue lenta y complicada, por la amenaza constante de los benimerines que saquean las costas gaditanas repetidas veces desde 1275 a 1285. 

Además, Cádiz ve disminuir su importancia con la concesión de la Carta-Puebla al Puerto de Santa María, que se convierte en base militar y naval de primer orden; así como por la reducción de su término municipal por apoderarse Jerez de un sector importante de la Bahía. Por otro lado, a fines del siglo XIII, la ciudad queda cercada por las posesiones de Alfonso Pérez de Guzmán, que recibe la villa de Sanlúcar tras su heroica defensa de la plaza de Tarifa, donde muere su hijo por negarse a entregar la ciudad a los benimerines.

Con la hegemonía castellana establecida en la zona, el rey Enrique IV concede a Rodrigo Ponce de León, en 1470, el Señorío y Marquesado de Cádiz. Se inicia así una nueva etapa que se caracterizará por un tráfico comercial intenso y de forma monopolística con el norte de África. El auge que estaba tomando el comercio con Berbería comienza a atraer hacia la zona a un importante número de comerciantes genoveses, que vieron dificultada su actividad en el Mediterráneo oriental por el avance de los turcos, y que deciden instalarse en Cádiz. 

La influencia genovesa de la ciudad será desde el S.XV uno de sus rasgos más peculiares, y por ello es éste un hecho de singular importancia. A finales de siglo, Jerez era la más destacada de las ciudades de la provincia gaditana. Le seguían las villas señoriales de Sanlúcar de Barrameda y El Puerto de Santa María, dedicadas a la pesca y a la exportación, sobre todo de vinos. Cádiz, con apenas mil cien habitantes, era la cuarta población de la provincia; pero su hora definitiva llegó en 1492.

Ya un año antes había sido utilizado su puerto como punto de partida de las expediciones que culminan la conquista de Canarias. 

Y si Cádiz fue descartado para el primer viaje de Cristóbal Colón parece ser que fue porque los Reyes Católicos prefirieron usar su amplio puerto para que salieran de allí los judíos expulsados. 

Se calcula que 150.000 abandonaron la península en 1492, la mayoría a través de Cádiz, que fue también utilizada por Pedro de Estopiñán en 1497 como base para la conquista de Melilla. 

Pero, a partir del descubrimiento del continente americano, el marco social, político y económico de España se vería profundamente alterado, y el futuro de Cádiz pasaría a depender decisivamente del nuevo rumbo que tomará a partir de ahora la política comercial de la Corona. Por ello, en 1493, a la muerte de Rodrigo Ponce de León, los Reyes Católicos negocian con sus herederos el cambio de la isla de Cádiz por otras villas del interior, pasando a convertirse ésta en ciudad realenga, concediéndosele el monopolio del comercio africano a fin de realizar un mayor control y fiscalización de la entrada de oro y mercancías en el Reino.




miércoles, 1 de mayo de 2024

Mis fotos antiguas de Cádiz.

1 de mayo de 1936. Un grupo de gaditanos y gaditanas de todas las edades se fotografían junto al Edificio Amaya en la actual Plaza de San Juan de Dios. En la fecha señalada, era denominada Plaza de la República.

Pinchar en la foto para ampliar.  (1420 x 1305 px. 5,3 mb)



lunes, 1 de abril de 2024

Don Bartolomé Llompart Bello. Gaditano ilustre. Periodista.

 

Nació Bartolomé Llompart en Cádiz en el año 1911 y aquí cursó sus estudios, primero en San Felipe Neri, después se graduó en la Escuela de ‘El Debate’, dirigida por Ángel Herrera Oria

Más tarde, desarrolló su labor como periodista, a la vez que trabajaba en su puesto como funcionario en la Caja de Ahorros de Cádiz.

Comenzó en el periódico ‘La Información’, que en los primeros años de la posguerra se convirtió en semanario con el nombre de ‘La Información del lunes’, luego se denominó ‘Hoja del Lunes’ donde llegó a ser redactor jefe.  De ahí pasa a ‘Diario de Cádiz’. Fue un destacado articulista local y Presidente de la Asociación de la Prensa gaditana. Estuvo en activo más de cincuenta años en su ejercicio profesional, durante todo ese tiempo estuvo a disposición de cualquier persona que se le acercara o solicitase cualquier tipo de colaboración. 



Muy querido y respetado en Cádiz, gozaba de un gran prestigio ganado por su amabilidad, cortesía, y una sólida formación. La categoría y calidad de este hombre sería difícil de igualar. El ingenio y la gracia fina de Cádiz la emanaba en aquellos escritos que publicaba en la prensa, en este medio escribía en artículos, algunos de ellos con sección fija en una columna llamada “De ayer a hoy” sobre costumbres y anécdotas reales de la vida de la ciudad, donde interactuaba frecuentemente con un personaje ficticio llamado ‘Manué’  sobre temas gaditanos. 

En pocas ocasiones se ha registrado hacia una persona un cariño y una admiración tan amplios, sin distinciones de ninguna clase. Sus artículos y conversaciones estaban llenos de gaditanismo y de humor nunca hiriente.

Por ser un gran conocedor del folklore gaditano y de cualquier festividad que se desarrollase en la ciudad, escribió también numerosos artículos de Carnaval y Semana Santa, a la que denominó 'La Bella Escondida' en consonancia con la famosa Torre Mirador de Cádiz. También fue el primero que comparó a la ciudad de Cádiz con la de La Habana, cosa que luego inmortalizó Carlos Cano con su famosa 'Habaneras de Cádiz'.



Fue distinguido con un Antifaz de Oro en el Carnaval Gaditano de 1979, del que fue pregonero ese año, concedido como premio a la entrega la fiesta gaditana por excelencia por parte de letristas, directores de agrupaciones y músicos. El otorgado a Bartolomé Llompart tuvo un carácter extraordinario y su adjudicación fue aprobada por unanimidad.

Bartolomé Llompart Bello falleció el 19 de noviembre de 1983, dejando un hueco imposible de rellenar. 

La comparsa ‘Las quince piedras’ (1984) original de Enrique Villegas, le dedicó una cuarteta de despedida en su popurrí que decía así:






(Recitado) 

Y antes de que volvamos a nuestras aguas de La Caleta, 
antes de que termine la fantasía del Carnaval, 
quiero dejar constancia de mi recuerdo con esta letra 
al que fue gran periodista Don Bartolomé Llompart. 
Escritor de fácil pluma, ágil, profunda y salada, 
ameno conferenciante, 
hombre bueno y tolerante, 
una mezcla de finura y de gracia gaditana.

(Cantado por Alegrías de Cádiz) 

Está llorando 'Manué', 
a la puerta del Diario. 
Está llorando 'Manué' 
porque ha perdido al amigo, 
su amigo Bartolomé.  
Cuando se va un gaditano, 
Cádiz en el alma lo siente, 
cuando se va un gaditano, 
que Cádiz quiere a su gente, 
aunque lo exprese cantando.







miércoles, 6 de marzo de 2024

El Campo del Sur: Un paseo con historia en Cádiz.

 

El Campo del Sur, es un paseo marítimo emblemático de Cádiz, de aproximadamente 1300 metros de longitud y que va desde la antigua Cárcel Real (Hoy Casa de Iberoamérica) hasta el Baluarte de los Mártires, donde empieza la playa de La Caleta. Guarda en su nombre y entorno las huellas de su pasado. Su historia se remonta a varios siglos y está marcada por diferentes etapas.


El nombre original no era Campo del Sur, si no que ha ido evolucionando a lo largo del tiempo: Paseo del Vendaval, Murallas del Vendaval, Murallas del Sur, Paseo del Sur, hasta llegar finalmente al actual.


La zona ha estado siempre vinculada al mar, siendo parte de la muralla defensiva de la ciudad. Estas murallas protegían a Cádiz de los embates del viento y del oleaje, sobre todo del proveniente del sur, de ahí su nombre original. 

También tiene edificios notables tales como la Cárcel Vieja (1794) obra de Torcuato Cayón y que hoy alberga la Casa de Iberoamérica; el Colegio de La Salle Mirandilla (1895) auspiciado por el filántropo Don José Moreno de Mora y Vitón, el Colegio 'Campo del Sur' (1930), de estilo regionalista con reminiscencias barrocas y una impresionante portada con torre a modo de campanario, obra del arquitecto Antonio Sánchez Esteve. 

Dejando atrás la antigua Cárcel Real y ambos colegios encontramos los vestigios del Teatro Romano de Cádiz, el segundo más grande de la Hispania Romana, superado solamente por el de Córdoba por escasos metros. El diámetro del graderío semicircular es de 118 metros y su aforo sería aproximadamente de diez mil espectadores y a día de hoy se encuentra en proceso de excavación. Probablemente, bajo el Campo del Sur yacen más vestigios de la antigua ciudad romana de Gades. 

También podemos admirar la parte trasera de la Iglesia de Santa Cruz, o Catedral Vieja, que data del año 1262 y que fue reedificada en estilo manierista y barroco en el siglo XVII. Junto a ella, la Torre del Sagrario, de planta cuadrada finalizada en 1692 y reformada en el s. XVIII por Torcuato Cayón. 

Al lado de la Iglesia de Santa Cruz, comenzamos a ver también por su parte trasera la Catedral de Cádiz, que comenzó a edificarse en 1722 según proyecto del arquitecto Vicente Acero, terminándose en 1838 pasando por diseños de Gaspar y Torcuato Cayón, Miguel Olivares, Manuel Machuca o Juan Daura.

También albergó una plaza de toros hecha de madera (La Hoyanca) que estuvo activa desde 1862 hasta 1914 y que estuvo ubicada junto a los colegios antes citados. O la Fundición de la empresa 'Compañía Anónima de Suministros Marítimos e Industriales' (1918) que ya provenía de otros antiguos talleres ubicados en la zona y donde incluso se llegó a fabricar un barco en 1905. Luego pasó a llamarse 'Talleres Manzano' (1941) cambiando luego a 'Vigorito' S.A. en 1950 hasta finales de la década de los setenta del pasado s. XX en la que desapareció, descubriéndose bajo este edificio el Teatro Romano que tratamos anteriormente.

A lo largo de los siglos, el Campo del Sur ha ido transformándose y adaptándose a las necesidades de la ciudad, pasando de ser una fortificación militar a un paseo marítimo desde donde se puede apreciar la inmensidad del océano a simple vista.

En enero de 1915, debido a los temporales que sufría la ciudad en esas fechas, se formó un socavón de más de treinta metros justo a la espalda de la Catedral, el desastre fue de tal calibre, que quedaron a la vista incluso los cimientos del propio edificio catedralicio. Haciéndose cargo de las reparaciones el Ministerio de Fomento que efectuó obras de emergencia por un importe de casi 250.000 pesetas de la época. Siendo visitadas los trabajos de reparación en marzo de ese mismo año por el entonces rey de España Alfonso XIII, repitiendo visita en 1917 en la finalización de las obras y normalización del lugar.

En 1948 se construyeron los característicos bloques de hormigón para reforzar la protección de la muralla frente al oleaje del sur. Dicha obra fue ejecutada por las Empresas 'Hidrocivil' y 'Morgades' financiada por el Ministerio de Obras Públicas encabezado entonces por el ministro José María Fernández Ladreda. Los bloques de hormigón se fabricaron a pie de muralla y fueron colocados por grúas en el asentamiento en el que hoy los contemplamos. 




Hoy en día, el Campo del Sur es un lugar de ocio y paseo para gaditanos y visitantes, ofreciendo unas vistas impresionantes de la ciudad y el mar.