Artículo firmado por Ricardo Moreno Criado, publicado en la "Hoja del Lunes", el 1 de enero de 1973, acerca del Pozo de la Jara.
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Tras la inutilización del acueducto romano que conducía el agua desde las fuentes del Tempul (término de Jerez de la Frontera) a Cádiz y dedicado al carecer esta ciudad de fuentes y manantiales, el abastencimiento de este imprescindible líquido se hacía de algunos pozos, de los que existían considerable número de ellos, tanto en el interior de la población como en sus extramuros.
De estos pozos adquirió gran celebridad el denominado "de la Jara", nombre que adoptó debido al lugar en que se encontraba situado, que era el "Campo de la Jara", parte de cuyos terrenos ocupa hoy la Plaza de San Antonio. Durante la época a que venimos refiriéndonos -siglo XVI- el "Campo de la Jara" comprendía una amplia superficie de terreno, que se extendía desde las tapias del convento de San Francisco hasta la cerca de Capuchinos.
La vegetación del lugar era muy exuberante en la que predominaban grandiosos retamales así como matas y arbustos denominados jaras, los que sin duda debieron dar origen a su denominación. También existían en las inmediaciones del Pozo de la Jara buenas huertas y viñas muy fértiles, a las que ocasionaban grandes perjuicios la arena de la playa que arrastraba el fuerte viento de Levante y las que desaparecieron al ser arrasadas por los invasores ingleses que al mando del Conde de Essex, saquearon la ciudad en 1596.
Agustín Horozco, que conoció el Pozo de la Jara, habla del mismo en su "Historia de Cádiz", en estos términos:
"Junto al Pozo de la Jara, hay otros, pero ninguno es de agua tan dulce y sabrosa como la de él, que por excelencia es el mejor de esta parte de la Isla y de donde comúnmente bebe toda la gente. Es de agua saludable y clara recogida de sudaderos de la tierra. Llévase esta y la de otros pozos situados junto a él, en las naves y armadas de las Indias sin que ninguna otra se conserve mejor en aquella larga navegación a donde las damas indianas estiman en mucho lo que de ella pueda haber para el aderezo de sus rostros.
Y no se corrompe al tercer día, ni se hincha de gusanos. Cuando esta agua se envasa en pipas para la navegación, hace en ella el mar la operación y sentimiento que en todas las demás aguas que se llevan para aguaje, que es rebotarse, o como adolecer de su primitivo y natural gusto, pero luego vuelve a él mientras más se navega más se adelgaza y sana, desbastando la grosedad y por eso viene a quedar después tan clara y delgada que, como se ha dicho, la estiman en las Indias para el rostro de las damas y para los enfermos, aunque el agua de aquellos puertos es excelente y maravillosa en algunos de ellos".
El citado historiador escribió también a este respecto, en su obra: 'Discurso de la fundación y antigüedades de Cádiz':
"...el agua que se bebe en la ciudad y toda su isla es de pozo, siendo el mejor, de más agua, más sabrosa y de donde bebe la mayor parte de la gente, el que se llama de la Jara, que está fuera de la ciudad y no muy lejos del mar. Ninguna otra agua se conserva ni llega más sana a las Indias en las flotas que de aquí van, por lo cual es estimada de los que por allí navegan por más excelente que las de ninguna otra parte y las que les sobra de su viaje venden en la Nueva España teniéndola pro gran regalo.
Este pozo y los demás de la Isla son de la misma propiedad de uno de los que se dijo estar cerca del Templo de Hércules, menguando cuando el mar y creciendo cuando crece, aunque no con la admiración y espanto de aquel tiempo..."
Los historiadores gaditanos no están de acuerdo sobre el lugar exacto en que se encontraba situado el Pozo de la Jara. José Nicolás Enrile, en su obra 'Paseo histórico-artístico por Cádiz', impreso en el año 1843, asegura que el citado pozo estaba en la calle de Junquera. Adolfo de Castro, en su obra 'Manual del viajero en Cádiz', editado en el año 1859, parece o estar de acuerdo en ello y dice que:
"El verdadero Pozo de la Jara, es el que se ha encontrado al sacar los cimientos de la casa del Sr. José Huidobro. Tiene la boca donde hoy está la tienda del Águila, esquina a la calle del Veedor. En él se han encontrado huesos humanos y monedas de plata inglesas del tiempo de Isabel, prueba de qeu este pozo existía cuando el saqueo del año 1596..."
La casa de D. José Huidobro a que se refiere el historiador gaditano, es la señalada con el número 14 de la Plaza de San Antonio, residencia de D. José María Pemán.
Creemos que Enrile está en lo cierto y como la opinión de Adolfo de Castro está muy generalizada debido quizás a haber alcanzado mayor divulgación, procuraremos razonar brevemente nuestra afirmación.
A nuestro modo de ver, Adolfo de Castro parte de un error de bulto, cual es el suponer la existencia de este pozo en el Campo de la Jara, "el abastecimiento de aguas de esta ciudad, se hacía desde el siglo XV en un antiguo pozo que había en el Campo de la Jara. Posteriormente se hicieron otros por el lado del Barrio de la Viña..." por lo transcrito de Agustín de Horozco, sabemos que había varios pozos en el Campo de la Jara, "junto al Pozo de la Jara hay otros...", "llévase esta agua y la de otros pozos situados junto a él...", por lo cual hemos de suponer fundadamente que Adolfo de Castro, al hacer esta afirmación, tal vez confundiera el Pozo de la Jara con otro de los que se encontraban en sus inmediaciones, todos los cuales ya existían con anterioridad al año 1596.
Pero conocemos un documento de mayor fuerza probadora, que sin duda alguna aporta un interesante dato sobre el lugar donde antiguamente estuvo situado el Pozo de la Jara.
Sabido es que las actas municipales constituyen uno de los más valiosos documentos para el estudio de la historia de la ciudad.
Y a este respecto, hemos de hacer constar, que en el Cabildo municipal celebrado el día 6 de julio de 1731, se habló sobre el sitio que se le dió a D. Juan de Tavira que comprendía el pozo que antiguamente se denominaba de la Jara, "que está en una callejuela sin salida de la calle de San José, por el cual pagaba dos pesos al mes, cuyo lugar tuvo que abandonar al labrarse el Cuerpo de Guardia en la Plaza de San Antonio por haberse tomado el mismo para dichos fines..." En aquel tiempo, esta calleja se denominaba "Comisaría Isleta".
Algunos años después, el rico propietario D. Marcelino Martínez de Junquera adquirió algunas fincas por la calle San José y Plaza de San Antonio y solicitó autorización al Ayuntamiento para abrir dicha calleja, autorización que tras presentar los planos correspondientes, le fue concedida con fecha 22 de abril de 1773, denominándose dicha calle "Junquera", a partir de entonces, cuyo hecho recuerda un pequeño azulejo colocado en la fachada de una de sus fincas.
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